Izquierda, fin de una era

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Luis Javier Valero Flores

El fallecimiento de Arnoldo Martínez Verdugo, último dirigente del Partido Comunista Mexicano (PCM), el viernes anterior, y los acontecimientos ocurridos en los últimos meses en el PRD, tanto en el ámbito nacional, como en el local, podrían ayudarnos a concluir, así sea esquemáticamente, que ha culminado una etapa de la izquierda mexicana, especialmente la que se auto-denominó socialista o comunista y que en el camino de la transformación del país le apostó más al desmantelamiento del régimen de partido de Estado, construido por la élite gobernante, que a la construcción de un régimen socialista.

Por supuesto que, con distintas visiones y matices, tan presentes en la gran riqueza del pensamiento de los militantes de izquierda, tal objetivo no estaba desligado del verdadero y fin último de la participación política de quienes encontraron en la militancia de izquierda el motivo y el cauce para contribuir a las transformaciones políticas y sociales del país.

Con ese objetivo en mente, Arnoldo, como se le conocía por sus compañeros, fue capaz de imbuir -o dejarse imbuir- en el PCM la necesidad de desaparecer al más viejo partido político existente en México hasta ese momento, para contribuir, decía, no solamente a la unidad de la izquierda mexicana, sino porque, y en eso coincidieron los más importantes de esa corriente, hacerla era requisito imprescindible para el desmantelamiento del viejo régimen.

-Vamos a buscar a Arnoldo, si lo convencemos podremos tener el más grande partido de izquierda, le decía, entusiasmado, Heberto Castillo a Alejandro Gascón Mercado, a bordo de una camioneta que más se parecía a un vehículo de viaje de jubilado norteamericano en México, que al de un dirigente político.

En esa misma conversación, los dos se enteraron que, por su cuenta, cada uno por separado, habían llegado a las mismas conclusiones: Luchar por hacer un solo partido de la izquierda.

Por distintas razones, el partido de Heberto, Mexicano de los Trabajadores (PMT), no participó en las conversaciones posteriores que dieron origen a la Coalición de Izquierda y, posteriormente, en 1981, al Partido Socialista Unificado de México.

Arnoldo, dirigente del PCM desde 1963, soportó los vendavales represores que sobre el partido, movimientos sociales, estudiantiles, obreros y campesinos se desataron a lo largo de dos décadas. También supo sortear el amargo trago que significó el no llevar al PCM a la lucha guerrillera, sin convertirse en crítico de quienes optaron por esa vía. A cambio, convenció a la mayoría de sus compañeros de insistir en la vía electoral. Por esa razón, el dirigente campesino, Ramón Danzós Palomino, fue candidato sin registro a la presidencia de la república en 1964.

En 1970, en medio de la más dura represión contra el PCM, con la mayor parte de sus dirigentes en la cárcel o en la clandestinidad, no lanzaron candidato, pero en 1976, el mítico dirigente ferrocarrilero, Valentín Campa, fue su candidato. La campaña terminó en la Arena México a reventar.

Un año después, Jesús Reyes Heroles, Secretario de Gobernación, (claro que con la anuencia de José López Portillo) lanzaría la reforma política que le permitiría al Partido Comunista obtener su registro electoral y participar, al lado de otras agrupaciones, como Coalición de Izquierda, en las elecciones de 1979.

Nacido en Pericos, Sinaloa, Arnoldo ingresó al Partido Comunista en 1946 y en 1963 se convirtió en Secretario General del Comité Central del Partido, hasta la desaparición del PCM en 1981.

En 1978 protagonizó las negociaciones que culminaron en la reforma de Reyes Heroles. La Coalición de Izquierda -con el registro del PCM- obtuvo 18 diputaciones. Arnoldo fue su primer coordinador (fue sustituido por Alejandro Gascón Mercado al convertirse en candidato presidencial en 1982).

La Coalición de Izquierda la integraron el Partido del Pueblo Mexicano (escisión del PPS dirigida por Alejandro Gascón Mercado); el Partido Socialista Revolucionario (PSR), dirigido por Roberto Jaramillo y el Movimiento de Acción y Unidad Socialista (MAUS), dirigido por el mítico Miguel Angel Velasco, (fundador Secretario de Organización del Comité Nacional de la CTM cuyo dirigente era Vicente Lombardo Toledano). Tres años, al lado del Movimiento de Acción Popular (en el que participaban Rolando Cordera, José Woldenberg, Arnaldo Córdova y otros intelectuales de la izquierda mexicana) dieron origen al Partido Socialista Unificado de México (PSUM).

Arnoldo fue su único candidato presidencial, pues en 1988 el PSUM había desaparecido para, al lado del Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT) y la Corriente Socialista, fundar el Partido Mexicano Socialista (PMS), que postuló en las elecciones presidenciales a Heberto Castillo, quien declinó en mayo de 1988 para apoyar a Cuauhtémoc Cárdenas en aquellas controversiales elecciones.

En agosto de ese año, Cárdenas llamó a construir el partido del “6 de julio”. Un año después, con el registro electoral originario del PCM, nació el PRD.

En todos esos pasos, trascendentales para el país, Arnoldo fue pieza clave, sobre todo en la primera etapa, la de la conformación de la Coalición de Izquierda y el PSUM. La irrupción de la izquierda socialista y comunista en la Cámara de Diputados, en la legislatura de 1979-1982, fue espectacular; se integró, quizá, el mejor grupo parlamentario de la izquierda.

Arnoldo tuvo la capacidad de coordinar a los impulsores de la unidad orgánica de esa izquierda y de darle sustento ideológico a tal paso; se trataba, decía, de acabar con el régimen del partido de Estado, de acabar con el régimen autoritario existente hasta entonces.

La oposición a tal paso no era poca al interior del Partido Comunista de México; después de largas décadas de lucha, no clandestina pero sí escasamente conocida y alejados de las contiendas electorales, se toparon con un ambiente nacional receptivo para la participación electoral de los socialistas y los comunistas y el impactante cierre de campaña en el zócalo de la ciudad de México, a fines de junio de 1982, cuando Alejandro Gascón Mercado lo denominó “Zócalo rojo”, (-estamos aquí, no por haberle pedido permiso al gobierno, sino porque nuestros héroes y la lucha del pueblo de México construyeron este permiso, esta libertad, por eso es que estamos aquí, en el Zócalo Rojo-) luego de 14 años en los que la izquierda no había podido acceder a ese espacio, después del movimiento estudiantil del ’68, acabó con las pocas opiniones abstencionistas y esa postura le abrió paso al que ha sido hasta ahora la más poderosa organización política de la izquierda mexicana, el PRD.

Martínez Verdugo se convertiría después en diputado federal y delegado de Tlalpan, bajo las siglas del PRD, y luego, avasallado, como prácticamente todos los integrantes de esta corriente política en ese partido. Agobiado por los años, el deceso de su hijo y una cruel enfermedad cerebral fue disminuyendo paulatinamente su actividad pública. Pero los cambios operados en el país no podrían explicarse sin la participación inteligente, creativa y tenaz de Arnoldo. En su persona se ilustra de qué modo cientos, miles de sencillos y humildes militantes de la izquierda socialista y comunista contribuyeron a la desarticulación del viejo régimen priista.

Todos podemos coincidir en el cúmulo de rezagos existentes en nuestra sociedad, pero hoy ya no existe aquel partido de Estado, ni sus estructuras, por ahora, pues no se pueden ocultar los crecientes signos del intento de la restauración de aquel viejo régimen.

Muchos de los pasos en pro de una sociedad más democrática se deben a esa participación; la que, deberá enfatizarse, no fue solamente en las actividades electorales y/o políticas, sino también en la difusión de sus propuestas, las que   iban en el sentido de conformar un Estado moderno y democrático.

Entre ellos participó activamente Arnoldo.

Con esa historia y tal devenir político, resulta aberrante que los perredistas chihuahuenses terminen litigando en los tribunales electorales que les permitan aliarse con el PRI, o que, ya negado por los tribunales y su dirigencia nacional la convergencia electoral, intentaran un mecanismo para evadir tal resolución.

El PRD nació para contribuir al desmantelamiento del viejo y anquilosado régimen de partido de Estado, no para su fortalecimiento.

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