Inaudito

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Por Luis Javier Valero

Antes de abordar cualquier tema, es obligado recordar a Julio Scherer y su obra, el hombre que con su trabajo periodístico fue capaz de imponerle límites al poder presidencial… y a los otros. Afortunadamente nos dejó un gran legado: Proceso, sus compañeros, su ejemplo y su trabajo periodístico.

A ese ejemplo deberemos acudir quienes asumimos una responsabilidad de estas características.

Y la realidad nos obliga a abordarla de inmediato.

Puestos los funcionarios de la Fiscalía General del Estado a aclarar lo informado por sus compañeros, sólo alargan la cadena de imprecisiones, desaciertos y mentiras en el asesinato de ‘El Wicked’.

Ahora fue la Fiscalía General.

Negó que hubiera contradicciones en las versiones ofrecidas a la sociedad por sus subalternos ¡Nooo! ¿Po’s cómo cree? ¡Malintencionados que son los reporteros!

Ahora resulta que Jiménez no estaba convulsionando, que lo encontraron “grave”, que el médico de la enfermería le proporcionó los primeros auxilios y “de manera preliminar” diagnosticó que “murió de un infarto por un paro cardiorrespiratorio”.

Preguntas del escribiente, nomás por no dejar: ¿Cómo le dio un infarto si ya tenía un paro cardiorrespiratorio? ¿Cómo son los infartos en personas que tuvieron un paro de tales características, sobre todo los consecutivos a fracturas de la primera y segunda vértebras cervicales, las que contienen el bulbo raquídeo, lugar en donde se encuentra el centro cardiorrespiratorio (CDR)?

N’ombre, con esas explicaciones, ahora hay que fijarse de qué manera le sobrevienen los infartos a los toros de lidia, especialmente aquellos que no sufrieron una adecuada estocada y, por tanto, les deben dar el puntillazo, es decir, fracturarles las vértebras cervicales para dañar directamente el mentado centro cardiorrespiratorio.

Desatemos la imaginación. De acuerdo con la nueva versión que, por otra parte, avala la versión atribuida a Jaime Cuevas, presunto asesino de ‘El Wicked’: Jaime se enoja con Jiménez, le busca, lo encuentra, le propina un puntapié, éste cae de rodillas, Cuevas lo estrangula, empieza a convulsionar, en eso llega un custodio, lo lleva –vivo– a la enfermería y ahí le da un infarto “fulminante”.

Pero si llevaba el cuello quebrado ¿Cómo le sostuvieron la cabeza? ¿Convulsionaba con las vértebras quebradas y el CDR dañado? ¿Y luego le da el infarto?

¡Increíble!

Pero no es todo. La siguiente parte del informe oficial del fiscal general del Estado, Don Jorge Enrique González Nicolás, no tiene desperdicio, dice así:

“… se entregaron los resultados de la necropsia, además de estudios especiales, en los que el médico legista suscribió que la causa de muerte fue por estrangulamiento; es decir, el paro respiratorio fue producido por la suspensión del flujo de aire…”. (Nota de De la Redacción, El Diario, 6/I/15).

Bueno, pues olviden todo lo anterior, ahora resulta que el paro respiratorio fue ¡porque le faltó el aire a Jiménez!

¿Entonces estaba morado por la falta de oxígeno? Y si lo estrangularon, ¿por qué el médico legista no informó que el cuerpo de Jiménez mostraba las típicas huellas en el cuello, consecuentes con el estrangulamiento?

Por esas razones, po’s ya no le podemos creer a lo que nos informa la FGE. Dicen que Jaime Cuevas declaró ser el asesino. ¡Ajá!

El cúmulo de contradicciones, tanto de las declaraciones de los funcionarios de la FGE, como de sus comunicados, sólo nos llevan a sospechar que se pretende ocultar que el asesinato de El Wicked fue una acción concertada, con participación de parte del personal del penal, como de algunos de los mandos de éste; en el diseño y toma de decisiones de gente ajena al susodicho penal.

¿El conjunto de los hechos hasta ahora relatados pone en entredicho la “certificación” de los penales del Estado de Chihuahua?

Precisemos. Nadie pone en duda los inocultables avances alcanzados en esta materia en la actual administración estatal –sí, la encabezada por César Duarte–, pero, otra vez, con la pretensión de querer demostrarnos una situación, mejor que la verdaderamente existente, cuando aparecen hechos como los ahora abordados,  recurren a la peor de las herramientas utilizadas por los gobernantes, la mentira.

Lo ocurrido en el penal de San Guillermo y las mentiras hasta ahora descritas debieran tener lejos de sus cargos a los fiscales, por lo menos al general y al de la ejecución de penas, amén de los mandos medios y superiores del penal.

¿Por qué no es así?

Nos van a decir que hasta el término de las investigaciones cuando son, justamente, sus subordinados los que las deben hacer.

¿Las podrán realizar con imparcialidad? Son sus jefes.

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