¡Hagamos renacer la esperanza!

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Por Román Munguía Huato

Por supuesto que nunca iba a suceder ningún fin del mundo, ni con todo el nefasto retorno del PRI al gobierno federal. Es verdad que este mundo está cada vez peor, aunque solamente la gente supersticiosa e ignorante creyó en esta superchería engañabobos; pero que los jinetes apocalípticos andan cabalgando raudo hace tiempo es muy cierto, y esta idea no tiene nada de catastrofista. Las guerras intestinas o invasoras, la violencia generalizada, la pobreza social, las hambrunas, las enfermedades endémicas, los cataclismos naturales, etcétera, acometen como plagas en todo el mundo. No se trata de ninguna profecía maléfica ni de ninguna línea alarmista especulativa ni fundamentalista-religiosa. En pocas palabras, la degradación social, incluida la ambiental, es un hecho innegable de lo que hoy día significa la barbarie social inherente al capitalismo tardío.

Un ejemplo mundial mayúsculo de los males sociales es el “cambio climático”, un mayor calentamiento planetario. Y esta tendencia ambiental catastrofista no es invención de ningún San Juan bíblico ni de ningún Nostradamus contemporáneos, se trata de un hecho real, cuyas consecuencias a mediano plazo amenazan la existencia de la especie humana y de gran parte de la naturaleza viva. Digo mediano plazo porque a largo plazo todos estaremos muertos irremediablemente. Y es muy probable que la sociedad durante este siglo no aguante la destrucción ambiental a causa del calentamiento planetario.

El otrora famoso Club de Roma –ONG fundada en el año 1968 en esta ciudad por un grupo de científicos, políticos y empresarios, tenía o tiene el objetivo de mejorar el mundo de manera interdisciplinar y holística– encargó un estudio sobre la situación mundial al Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), publicado en 1972 bajo el conocido título de Los límites del crecimiento. Encabezado por el físico Dennis Meadows, el estudio tuvo una visión muy limitada de la realidad mundial enfocándola con una perspectiva neomalthusiana cuyo paradigma es el crecimiento poblacional exponencial (la “explosión demográfica”), según esto la causa de la insostenibilidad del crecimiento económico y de la pobreza social. Hablar allí de capitalismo era tabú o políticamente incorrecto.

Lo cierto es que este informe del MIT fue miope y nunca percibió la magnitud de la catástrofe ambiental (el calentamiento planetario) que se avecinaba. En una entrevista realizada el año pasado el propio Meadows cuarenta años después reconoce los límites analíticos del informe y ahora habla de un “hundimiento social” que significa “cada vez menos capacidad de satisfacer necesidades elementales: alimentación, sanidad, educación, seguridad.” No obstante, este “científico” sigue sin reconocer las causas fundamentales de tal “hundimiento”; es decir, todo aquello que es resultado de la lógica irracional del desarrollo del capital mundial. El nuevo informe del Club de Roma: 2052: Una proyección para los próximos 40 años, plantea las posibilidades de mantener el aumento de temperatura por debajo de los 2° C al establecer que “Las concentraciones de CO2 en la atmósfera van a seguir creciendo y causaran un aumento de 2° centígrados en el año 2052”; pero en la medida en que no reconoce la causa de origen y, por ende, las contradicciones y límites del propio capital, no propone ningún cambio estructural. “El capitalismo no puede ser verde” ni “ecológicamente sustentable”, pues tiene como base la destrucción del ser humano y de la naturaleza, más aún con una economía de energía fosilizada de un capitalismo salvaje. “Debemos darnos cuenta –decía el economista y socialista Ernst Mandel– que lo que está en juego hoy en el mundo es dramático: es literalmente la supervivencia física de la Humanidad. El hambre, las epidemias de miseria, las centrales nucleares, el deterioro del ambiente natural, todo es la realidad del viejo y del nuevo desorden capitalista mundial.” La solución está en unecosocialismo, lo que esto pueda significar.

El pasado 5 de junio, el funesto Felipe Calderón –hay quienes lo aplauden por sus “logros”, como aquellos que aplaudieron en el 68 al genocida Díaz Ordaz– promulgó la Ley General de Cambio Climático (LGCC), pero todo fue y es simple demagogia, que continuará Peña Nieto. México se encuentra entre los diez países que generan más gases de efecto invernadero en el mundo, según un estudio realizado por la consultora Maplecroft y presentado en la Conferencia Mundial de Cambio Climático. Los más contaminantes son China, Estados Unidos, India, Rusia y Japón —por orden de producción—, seguidos por Brasil, Alemania, Canadá, México e Irán.

El Grupo Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), emitió su Tercer Informe Evaluatorio en enero del 2001. Este organismo, auspiciado por las Naciones Unidas, concluyó que la mayor parte del calentamiento observado durante los últimos 50 años se debe al incremento en las concentraciones de gases que provocan el efecto de invernadero, producto de la actividad humana. Durante el presente siglo el mundo va a calentarse por lo menos el doble de lo que lo hizo durante el siglo pasado, pero podría hacerlo a un ritmo hasta diez veces más rápido. Pero no debe creerse que un cambio de tres o cuatro grados en la temperatura promedio del planeta significaría simplemente que sólo vamos a sufrir veranos tres o cuatro grados más cálidos y gozar de inviernos menos fríos: un cambio de esta magnitud tiene efectos aniquiladores para la humanidad.

¡Hagamos renacer la esperanza! “La alternativa la podemos decir –junto con Mandel– de un modo casi bíblico; eliminar el hambre, vestir a los desnudos, dar vivienda digna a todos, salvar la vida de los que mueren por falta de protección médica posible, generalizar el acceso gratuito a la cultura por la eliminación del analfabetismo, universalizar las libertades democráticas, los derechos humanos, eliminar la violencia represiva en todas sus formas.”

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