Habemus partido de izquierda

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Luis Javier Valero Flores

El domingo, con la celebración de las asambleas estatales de Guanajuato y Quintana Roo, por la mañana, y la del DF por la tarde, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) alcanzó las 20 asambleas estatales, con un quórum certificado por el IFE, en cada una de ellas, de por lo menos 3 mil miembros presentes.

La culminación no podía ser más espectacular, registraron a poco más de 11 mil integrantes de esta nueva organización partidaria en la capital de la república. Con este acto se ratificó la indudable presencia política de la organización que puede convertirse en el referente de la izquierda, tan necesario ante la declinación de banderas de todo tipo realizado por la dirigencia nacional del PRD, hasta ahora el principal partido de la izquierda mexicana de toda la historia, cuya trayectoria, en los últimos años, había alejado de sus filas a miles de simpatizantes de esta corriente histórica, entre ellos a su fundador, Cuauhtémoc Cárdenas, y a su más emblemático candidato, el tabasqueño López Obrador.

Las asambleas de Morena hasta hoy verificadas (por orden de celebración) son las de Baja California, Chiapas, Hidalgo, Oaxaca, Puebla, Tabasco, Tlaxcala, Veracruz, Zacatecas, Guerrero, Morelos, Chihuahua, Jalisco, Edomex, Michoacán, Tamaulipas, Campeche, Quintana Roo, Guanajuato y DF, para hacer un total, hasta ahora, de 93 mil 386 morenistas registrados como asistentes a ellas.

En la euforia de la asamblea capitalina, anunciaron que a pesar de lo anterior realizarían las restantes asambleas, para intentar alcanzar la cifra requerida en las 32 entidades federativas, y ‘‘cumplir con demasía el requisito legal’’.

No nace, la nueva agrupación, en el fragor de una contienda electoral, ni a la vista de alguna de ellas, y tal característica deberá tomarse muy en cuenta pues su principal postura, en el período de registro electoral, ha versado alrededor de la reforma energética propuesta por el gobierno de Enrique Peña Nieto.

Precisamente en el acto del DF insistió en oponerse a ella y lanzó la pregunta central que concita la mencionada reforma: ‘‘¿Bajo qué consideración, por qué razón, qué necesidad se tiene de compartir utilidades del petróleo con extranjeros? No aceptamos eso’’.

Ese será uno de los ejes de la actuación del Morena, postura que ha reiterado a lo largo de la última década su principal dirigente. Pero, aparentemente, el otro eje rector de la nueva agrupación -no se cree que el IFE pueda negarle el registro para participar con plenos derechos en las elecciones federales del 2015, de tal modo que seguramente a partir de abril del 2014 ya contará con el mismo- será, a juzgar por el contenido de los primeros discursos de AMLO acerca del nuevo partido, el de la conducta moral de sus integrantes pues, dijo, “se tendrán que dejar a un lado los comportamientos corruptos y el oportunismo que distinguen a otros partidos”.

Prestos a salirle al paso a uno de los factores que más han contribuido al descrédito ciudadano hacia los partidos, afirmaron que  “… no estamos construyendo a Morena para llegar a los cargos públicos. Para ocupar un cargo es fácil, ser medianamente inteligente y un poco lambiscón, con eso es suficiente. No es el objetivo, que quede claro. Queremos que Morena sea un referente moral. Todos tenemos que cuidar que Morena no se eche a perder. Podemos tener estatutos muy rigurosos, pero no basta, aquí tenemos que asumir una actitud distinta, hacer a un lado vicios, procedimientos antidemocráticos… Quien piense que Morena va a ser un trampolín, se está equivocando. No es el partido para eso’’.

En ese sentido, con el estilo tan característico del tabasqueño, afirmó que en su partido no caben dirigentes que pierdan el piso o políticos que ‘‘llegan a un cargo y cambian la manera de hablar, la forma de vestir, de caminar; se pavonean, se sienten muy importantes ¡Ridículos son!’’. (Nota de Reforma, 11/XI/13).

Bueno, pues la ruta y la forma de actuar están trazadas, de ellos depende que una buena parte de la ciudadanía voltee a la izquierda, que sea capaz de recuperar el liderazgo moral de la sociedad, de aquella época en la que, a pesar de no participar en las contiendas electorales su presencia le otorgaba, a quienes los conocían, la confianza de que se regían por un código de ética política muy por encima del resto de la clase política.

El reto está lanzado.

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