Golpe en la Corte, golpes en los medios

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Por Epigmenio Ibarra

Como por las buenas no han podido ni podrán.

Como es la suya una muerte electoral anunciada tanto en el Estado de México —este domingo que viene— como en las elecciones presidenciales de 2024.

Como no tienen más propuesta qué hacerle al pueblo de México que la de volver a ese pasado autoritario, del que la mayoría decidió liberarse en 2018.

Como inhabilitaron —parcialmente al menos y al absorber al PRI— a esa aplanadora capaz de robarse cualquier elección.

Como tampoco tienen candidatas o candidatos solventes, reconocidos y capaces los conservadores se han decidido, lisa y llanamente, por los golpes.

Golpes sincrónicos y combinados en la Suprema Corte y los tribunales, en los medios, en las redes y en las calles para frenar, a cualquier costo, el proceso de transformación democrática, pacífica y radical del país.

Lo que los votos no le dan pretende la derecha, que controla al Poder Judicial y a la mayoría de los medios de comunicación, conseguirlo con argucias legales, campañas de desprestigio, oleadas sucesivas de noticias falsas y provocadores callejeros.

Apuestan —porque con ella y en ella no han podido— a la demolición de la democracia.

Apuestan por una crisis institucional profunda e irreversible, con una confrontación de poderes, que pondría en riesgo la paz social.

Apuestan por establecer, en el país, un clima de zozobra y desconfianza.

Apuestan al tránsito de la violencia verbal a la que son tan afectos sus dirigentes, voceros y operadores en la red, a la violencia física.

Apuestan —y lo han hecho sistemáticamente— a que los golpes se generalicen, a que sus provocadores desaten el infierno y en él se pierda esa minoría rabiosa y ciega que comulga con ruedas de molino.

Cifran los conservadores sus esperanzas, como lo hicieron en 2006, en el miedo y el odio que son, al fin de cuentas, dos caras de esa moneda de uso corriente en el fascismo.

Como “ni una pluma —como decía Benito Juárez— le han quitado a nuestro gallo” su obsesión, su objetivo central sigue siendo destruir a Andrés Manuel López Obrador.

Creen que si logran paralizarlo o mejor todavía destituirlo podrán volver al poder.

No entienden que las mayorías se saben y se sienten —por primera vez en la historia— más que representados; con una presencia real y visible en Palacio Nacional.

Que son millones, las mexicanas y mexicanos, que se identifican con el Presidente y lo consideran uno más de los suyos.

No entienden —repito lo que sostuve aquí mismo la semana pasada— que la gente, más que seguir a López Obrador; lo empuja y que transformar al país no es un capricho personal del mandatario, sino una decisión mayoritaria, soberana e indeclinable de ese pueblo al que los conservadores desprecian.

De ese pueblo que ya sabe que, en las urnas, puede conseguir lo que quiere y que no habrá de renunciar a ese derecho.

De ese pueblo consciente que ya no cree, mansamente, en lo que le dicen los medios y los líderes de opinión.

De ese pueblo que, harto de la violencia y sin romper siquiera un vidrio, consiguió, con sus votos, el cambio y que está consciente de que, pacífica y democráticamente, puede refrendar su decisión.

De ese pueblo que ha sufrido en carne propia las consecuencias de tener un Poder Judicial que fue esclavo del régimen corrupto y sigue siendo sirviente del dinero.

De ese pueblo que hoy sabe perfectamente que, si sale a votar y a defender su voto organizada y masivamente, como espero que suceda este domingo en el Estado de México y en Coahuila, no habrá fraude que valga ni estrategia golpista que le funcione a la derecha conservadora.

@epigmenioibarra

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