Por Seth Borenstein
Es la opción de la que detestan hablar los negociadores de la cumbre del clima. ¿Y si no logran frenar el calentamiento global y el medio ambiente se torna tan peligroso que alguien decide tomar medidas drásticas y jugar a científico loco? ¿Deben los países contaminar el planeta de forma deliberada para intentar contrarrestar el calentamiento causado por el hombre y enfriar el mundo? Los científicos están bastante seguros de que podrían hacerlo, pero ¿deberían?
La cuestión lleva el nombre de geoingeniería, el concepto de manipular a propósito las condiciones del planeta en lugar del calentamiento global inintencionado que se produce ahora. El método más avanzado y comentado implica liberar en las capas superiores de la atmósfera partículas que reflejan el calor, pero también se ha propuesto la siembra de nubes, colocar espejos en el espacio o acelerar los océanos con hierro.
Los científicos identificaron un enfriamiento temporal pero pronunciado después de la erupción del volcán filipino Pinatubo en 1991. Lo que se plantea sería, básicamente, preparar el equivalente a un volcán artificial y constante librando el material necesario a través de aeronaves o cañones.
Nadie habla de ponerlo en práctica, al menos por ahora, pero algunos científicos quieren estudiarlo para descubrir sus efectos secundarios y otros aspectos. Y este año, la Academia Nacional de Ciencia de Estados Unidos dijo que hacer experimentos controlados a pequeña escala podría servir de ayuda para tomar decisiones informadas en el futuro.
Ni siquiera los más ardientes defensores de la investigación de geoingeniería la proponen a cambio de una reducción de las emisiones provocadas por combustibles fósiles y que atrapan el calor en la Tierra, pero señalan que algún día, estos avances podrían necesitarse. Sin embargo, este método no resuelve todos los problemas del clima, sólo el de la temperatura.
El científico climático de la Universidad de Stanford Ken Caldeira no propone comenzar próximamente la siembra de nubes con partículas de azufre, pero sí teme que fracasen las negociaciones sobre el clima y cree que en el algún momento del futuro, las medidas drásticas parecerán más atractivas. Caldeira piensa que los científicos deben prepararse ahora.
“Lo veo como un alivio sintomático”, explicó en una entrevista en un aparte de las conversaciones que auspicia la ONU en París. “Lo veo como la morfina para el enfermo de cáncer”.
Sin embargo, otros participantes en las negociaciones tiemblan ante la mera mención de este concepto.
“Las emisiones y el cambio climático que causamos ya son un enorme experimento sobre nuestro mundo del que en realidad no conocemos los resultados”, afirmó Janos Pasztor, asistente del secretario general de la ONU. “Así que no creo que debamos comenzar otra serie de experimentos y entrar en geoingeniería. Creo que debemos actuar juntos y reducir nuestras emisiones”.
Joe Ware, un portavoz del grupo religioso Christian Aid, fue aún más directo.
“Probablemente se parece demasiado a jugar a ser Dios para la comunidad religiosa”, dijo Ware el viernes, señalando que en cambio, lo que necesita el mundo son más parques eólicos y energía solar.
El científico de Harvard David Keith trabaja en planes para probar lo que describe como geoingeniería solar en la atmósfera a muy pequeña escala. En el primer año, varios globos liberarían pequeñas cantidades de sulfato en el aire y rastrearían los cambios y efectos secundarios. Aunque ha encontrado interés de hombres, no ha conseguido llamar la atención del gobierno federal.
“Uno no puede desinventar esta tecnología”, dijo Keith. “La próxima generación de nuestros hijos tomará decisiones sobre esto como nosotros lidiamos con el riesgo climático, hagamos lo que hagamos. Si decidimos no tener un programa de investigación, les damos el don de la ignorancia”.
Un problema, informaron Keith y otros, es que no hay normas nacionales o internacionales que establezcan lo que se puede o no se puede hacer. Pasztor dijo que no hay planes de imponer vetos internacionales a la idea.
Marcia McNutt, exdirectora del Servicio Geológico de Estados Unidos y que fue mencionada como posible nueva directora de la Academia Nacional de Ciencia, dirigió un comité académico que analizó el asunto y recomendó investigaciones muy prudentes y a pequeña escala.
En un momento dado, explicó, una nación en crisis como una larga y devastadora sequía puede sentir la necesidad de hacer algo en este campo. Pero, planteó, ¿y si eso perjudica a otros países?
Jeffrey Sachs, director del Earth Institute en la Universidad de Columbia, informó que es “sólo una multitud de problemas peligrosos y sin resolver lo que hace que (la geoingeniería) se ve muy, muy poco atractiva”.
Liberar sulfatos en el mundo es “una idea tremendamente mala” y una apuesta enorme para el mundo, afirmó Sachs.
Por su parte, Dana Fisher, directora del Programa para la Sociedad y el Medio Ambiente de la universidad de Maryland comentó que “la geoingeniería me parece muy estadounidense”, ya que es una opción que en apariencia no implica sacrificios ni cambios y aprovecha la tecnología.
“La tecnología nos hace felices y nos libera”, dijo Fisher. “Pero hay consecuencias involuntarias”.
Fuente: AP