Por John M. Ackerman
¿A cuánto ascienden las fortunas de Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Felipe Calderón y Vicente Fox? ¿Cuál es el salario de Carlos Loret de Mola y Denise Maerker? ¿Cuánto gana Carlos X. González? ¿Carlos Slim y Emilio Azcárraga pagan impuestos? ¿Quiénes pagan el predial para las residencias de las familias de Arturo Montiel, José Murat y Miguel Ángel Yunes en el extranjero?
Son algunas de las preguntas que encontrarían respuesta si hubiera un verdadero compromiso con la transparencia y la rendición de cuentas en el país. Toda la información con la que hoy contamos sobre la gran corrupción y los conflictos de intereses que están destruyendo la nación la tenemos gracias a las investigaciones de la prensa nacional e internacional. Frente a la indolencia de las autoridades y la complicidad de una gran parte de la sociedad civil organizada, The Guardian, Aristegui Noticias, Proceso, La Jornada, The New York Times y Le Monde, entre otros, se han convertido en los únicos actores que trabajan a favor de una verdadera rendición de cuentas.
Las costosas instituciones gubernamentales creadas durante las últimas décadas para supuestamente garantizar la honestidad de la vida pública no han servido para combatir la corrupción o generar un país más justo o democrático. El nuevo “Sistema Nacional Anticorrupción” terminará, sin duda, perdido en el mismo pantano burocrático y simulador. Y la exclusión del sector privado de las obligaciones de la Ley 3de3garantizará total impunidad para los empresarios monopólicos y sus amigos gubernamentales. Mientras, el SAT continúa en franca rebeldía en contra de una serie de 33 resoluciones del INAI que obligan al gobierno federal a dar a conocer los montos precisos de las millonarias condonaciones de créditos fiscales otorgados a las grandes empresas monopólicas.
¿Cómo reaccionaría la población mexicana si conociéramos el verdadero nivel de riqueza y de corrupción de nuestra clase política y empresarial? ¿Qué pasaría si de repente tuviéramos acceso a la información completa sobre todas las cuentas en paraísos fiscales y los departamentos de lujo en Miami, San Diego, Texas, Nueva York, Suiza y París?
Los medios mercenarios y los partidos del “Pacto por México” acusan a Andrés Manuel López Obrador de mentir en su declaración fiscal y de bienes porque para ellos la política no es más que un negocio. No entienden y les saca de quicio la humildad del tabasqueño porque pone en cuestión todo su esquema existencial basado en la acumulación, el individualismo, el agandalle y el robo. Saben que hay mil maneras para triangular fondos, ingresos y propiedades para evitar cualquier responsabilidad política o fiscal. Los escándalos de Monex y los PanamaPapers son apenas la punta del iceberg. El león cree que todos son de su condición.
“Un político pobre es un pobre político”, decía Carlos Hank González, fundador de la mafia del Grupo Atlacomulco que hoy nos malgobierna. Esta lógica no solamente avala la corrupción sino que también es profundamente clasista. Lo que importa es el dinero, no el servicio. Lo que distingue al ser humano son sus joyas y sus cirugías plásticas, no sus ideas o sus valores. Lo valioso son las redes de contactos, no la lectura o el estudio.
La meritocracia y la movilidad social cada día se vuelven más escasas en el México neoliberal. Para que el hijo de un obrero o de un profesor llegue a tener un éxito profesional necesita forzosamente de un padrino con poder económico o influencia política. Poco a poco la cultura de la indolencia oligárquica va desplazando al profundo espíritu de esfuerzo, lucha y dedicación que siempre ha caracterizado al pueblo mexicano.
Ahora que los oligarcas amenazan de nuevo con reprimir a los maestros debemos reflexionar muy seriamente sobre lo que representan las dos partes en esta disputa. Por un lado, tenemos maestros humildes y cultos que ejercen una profesión sumamente noble para la cual se han preparado con años de estudio y práctica. Los docentes defienden sus fuentes de trabajo y proponen la implementación de un enfoque crítico hacia la educación de las nuevas generaciones. Por otro lado, tenemos un puñado de oligarcas que han llegado a sus posiciones por medio de palancas y compadrazgos y que heredan sus riquezas de generación en generación sin necesidad de demostrar mérito humano o intelectual alguno.
Fuera máscaras. Es hora de que los oligarcas y los jefes de las mafias políticas nos informen sobre todo lo que han robado del pueblo mexicano. Habría que exigirles que también devuelvan todo el dinero mal habido para que se pueda invertir en la construcción de escuelas y hospitales dignos al servicio de los más humildes. Pero los de arriba solamente rendirán cuentas si logramos construir suficiente fuerza desde abajo que los obligue a hacerlo. De eso precisamente se trata la lucha política y social. Lo demás es mera simulación.
Twitter: @JohnMAckerman
Fuente: Proceso