Cientos de niños que llegaron de Centroamérica aún tienen casos pendientes en las cortes migratorias y no saben cuál será su destino. Quienes huyen de las pandillas y la violencia en sus países han solicitado asilo o el programa gubernamental para niños abandonados y están a la espera de una resolución.
Por Ami Taxin/ AP
Con un año de edad, el inquieto Joshua Tinoco enfrenta la posibilidad de ser deportado a su nativa Honduras, uno de miles de niños que llegaron el año pasado a través de la frontera de México con Estados Unidos.
Aunque a su madre adolescente se le ha permitido quedarse en Estados Unidos y aspirar a una tarjeta de residencia bajo un programa federal para niños sujetos de abuso, abandonados o rechazados, a Joshua se le ha clasificado por las agencias de seguridad como una prioridad de deportación, dijo su abogado.
“Luché tanto para que estuviera aquí conmigo y ahora me lo quitan de las manos”, dijo Dunia Bueso, la madre de 18 años de edad. “¿Cómo mandarán a un niño de regreso solo y sin nadie que lo cuide?”
Al igual que Joshua, muchos de los niños que llegaron de Centroamérica aún tienen casos pendientes en las cortes migratorias y no saben cuál será su destino. Quienes huyen de las pandillas y la violencia en sus países han solicitado asilo o el programa gubernamental para niños abandonados y están a la espera de una resolución.
Aquellos que se han ganado el derecho a permanecer en el país, aún enfrentan retos para reunirse con familiares a los que no han visto en años, asistir a la escuela con un idioma extranjero y lidiar con el trauma del que huyeron o con las deudas de sus parientes o con los traficantes que los llevaron.
Más de 57.000 niños procedentes de El Salvador, Guatemala y Honduras llegaron a la frontera en el último año fiscal y desde entonces, han arribado otros 18.000, de acuerdo a estadísticas gubernamentales. Las cortes de migración han acelerado los procesos en un intento por mantenerse al día.
Sin embargo, es difícil saber cuántos están ganando. Hasta ahora, se han emitido órdenes de deportación a casi 6.200 de los niños que llegaron desde julio, la mayoría por no asistir a la corte, pero casi el mismo número de solicitudes de asilo se han emitido entre octubre y marzo.
Los defensores de migrantes temen que muchos se ven obligados a encontrar abogados y muchos de ellos realmente merecen el asilo al huir de la violencia de las pandillas y violaciones, pero los que están a favor de la defensa de sus fronteras dudan que aquellos a los que se les ordenó la deportación sean enviados de regreso a sus países, debido a las represalias políticas que enfrentaría el gobierno de Obama al subir niños a un avión, especialmente si su familia está en Estados Unidos.
“Una vez que se le permitió a los niños ingresar a Estados Unidos, comenzó el juego”, dijo Mark Krikorian, director ejecutivo del Centro de Estudios de Migración, que busca mayores límites a la inmigración.
Bueso no puede creer que Estados Unidos envíe a su hijo a otro lugar donde nadie lo cuidará. El padre de Joshua no está presente en sus vidas, subrayó y su abuela está enferma.
Mientras atravesaba México cuidando a su hijo, la situación era complicada, pero ahora, señala Bueso, el panorama es más favorable. Vive con su tío en un vecindario de Los Ángeles repleto de licorerías y negocios de fianzas, donde asiste a la escuela por primera vez desde que tenía 10 años.
Y aunque es un gran alivio el obtener la residencia legal, eso no resuelve todos los problemas de muchos de los niños, especialmente de aquellos que huyen de los recuerdos de la violencia.
Fuente: AP