El Mustang rojo de la Narvarte

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Por Jesusa Cervantes

A pocas horas de la ejecución de cinco personas en la Ciudad de México y de haberse confirmado que entre las víctimas estaba el compañero fotoperiodista Rubén Espinosa, el automóvil Mustang, color rojo, se convirtió en elemento de atención de algunos portales informativos.

El auto empezó a ser el hilo que conducía a la ciudadana colombiana Mile Virginia Martín, lo que llevaba a sostener que los ejecutores del crimen conocían a las víctimas y a que el móvil había sido un simple robo, es decir, lo que hoy la autoridad capitalina consigna como “robo agravado en pandilla”. Del ataque a un periodista gráfico y una activista, entre otras personas, nada.

Mile Virginia, así como la joven activista Nadia Vera, la estudiante de origen michoacano Yesenia Quiroz, la empleada de casa Alejandra Negrete y el fotógrafo Rubén Espinosa recibieron el tiro de gracia, e incluso algunas de ellas fueron violadas.

Así, tres hombres perpetraron el crimen en tan sólo 43 minutos, pero además “se saqueó el departamento”.

Del hostigamiento, amenazas de muerte y advertencias veladas como allanamiento de domicilio y persecución que Rubén y Nadia fueron víctimas cuando radicaron en Veracruz, nada dijo la autoridad a través de la PGJDF que encabeza Rodolfo Ríos Garza.

Menos aún que ambos salieron de esa entidad en un intento por mantenerse con vida y no pasar a formar parte de la larga lista de asesinatos.

Desde el domingo pasado, las filtraciones, inconsistencias y contradicciones fueron alimentadas desde la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF). Cinco días después se detuvo a uno de los presuntos ejecutores del asesinato y se le acusó del delito de “robo agravado en pandilla”.

Volviendo al Mustang rojo, sin su aparición en escena el gobierno de Miguel Ángel Mancera no podría sostener su hipótesis de que fueron tres personas las que perpetraron el crimen, ni que conocían a la ciudadana colombiana y menos aún que el móvil fue un robo.

Del vehículo se dijo primero que tenía varias semanas estacionado cerca del departamento y que ello llamó la atención de los vecinos. Fue el primer dato extraño que deslizó la Procuraduría capitalina.

Ya como pieza de atención en el interés ciudadano, se filtró a medios de comunicación que la dueña del auto era una de las víctimas, la ciudadana de origen colombiano Mile Virginia.

Luego se informó que la tarjeta de circulación aparecía a nombre de otra persona quien, una vez localizada, reveló haber vendido el Mustang rojo a “una extranjera”, seis meses atrás.

Después se dijo que no, que hacía año y medio atrás cuando lo traspasó. Con esta información circulando en los medios desde el lunes, un día después, el martes 4, se filtró a un diario local un video tomado por el C4 de la Ciudad de México (centro de vigilancia que existe en toda gran ciudad), en donde se observa a tres hombres, uno de los cuales subía al Mustang rojo, otro cruzaba la calle jalando una maleta de tamaño mediano y uno más se dirigía a trote hacia la esquina.

La imagen bastó entonces para que el procurador Ríos Garza sostuviera que fueron tres quienes perpetraron el crimen y el robo.

Si el auto era, como sostiene la autoridad, propiedad de Mile Virginia, no tenía por qué ser extraño que estuviera ahí, pues ella, según las autoridades, vivía en el departamento.

De haber sido “robo agravado en pandilla”, como dice la autoridad, entonces los presuntos asesinos son primerizos, pues al menos uno decidió huir de la escena en un vehículo propiedad de una de las víctimas… dejando así sus huellas.

Y si fueron asesinos y rateros inexpertos, ¿cómo entonces lograron someter, violar y asesinar a cinco personas en tan sólo 43 minutos?

La imagen del Mustang no prueba que quienes ahí aparecen sean los asesinos, ni siquiera se les puede distinguir la cara. Menos aún hay prueba documental que confirme que el automóvil fue adquirido por la joven de origen colombiano.

Para enredar más el asunto, días atrás se destacó que el Mustang estaba vinculado en un caso de armas y trasiego de drogas, luego de que un hombre fuera detenido en 2012 junto con un ciudadano de Colombia en el Estado de México.

Y este viernes la propia PGJDF desmiente la especie: en un comunicado, “aclara que no existe registro alguno en la subsede de la PGR en Nezahualcóyotl, Estado de México, de la averiguación previa (PGR/MEX/NEZ-II/423A/2012) que mencionan diversos medios de comunicación que implica al Ford Mustang relacionado con el caso Narvarte con el trasiego de drogas”.

Por otra parte, se dijo que los ejecutores del crimen conocían a una de las víctimas: a Mile Virginia. Que estuvieron con ellas toda la madrugada, después que siempre no, que llegaron al mediodía.

Antes la autoridad filtró a otro diario que investigarían si la persona extranjera tenía relación con bandas dedicada al robo. Y así, con toda esta información a medias, se fue creando una versión de que los ejecutores del múltiple homicidio iban tras la joven colombiana, a quien supuestamente conocían y a quien “le robaron joyas y sus documentos”.

Los absurdos y enredos de la autoridad, sin dejar de mencionar al único detenido –un exconvicto por violación que al salir de la cárcel no tuvo el tino de cambiar de domicilio, pero sí de volver a violar–, hacen impensable suponer siquiera que el gobierno de Mancera está diciendo la verdad.

Por eso, yo no le creo.

Y exijo como cualquier ciudadana que se indague el crimen tomando como eje el ejercicio periodístico que realizaba Rubén Espinosa y el activismo que pese a amenazas del gobernador Javier Duarte realizó Nadia Vera en Veracruz.

Twitter: @jesusaproceso

Fuente: Proceso

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