El infierno de Amanda Todd

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Humillada en la Red, humillada en la calle, el caso de la chica canadiense reabre el debate sobre los riesgos del acoso a adolescentes.

Por Alejandra Agudo/ Yolanda Monge

Todo empieza con una imagen, un dato íntimo, una clave entregada a un desconocido al otro lado de la línea. Así comenzó el infierno de Amanda Todd, la joven canadiense de 15 años que se suicidó hace una semana tras haber colgado un mes antes un vídeo en Internet en el que contaba su tragedia escrita en pequeñas cartulinas. “Nunca podré recuperar esa foto. Está ahí para siempre”. Es una de las frases de Todd. Se refería a esa primera foto —captura de un vídeo grabado por webcam— con el torso desnudo que su acosador anónimo utilizó para amedrentarla y de la que no pudo huir pese a los sucesivos cambios de colegio. Tras su muerte surgen los interrogantes. ¿Se podía haber evitado lo sucedido? ¿Qué ha fallado? ¿Cuáles son las medidas que hay que tomar para que no ocurran estos casos?

Canadá está conmocionada. El suicidio de la joven ha generado un debate nacional en el país sobre el uso apropiado de Internet. La cuestión ha llegado incluso al Parlamento. La primera ministra de la provincia de la Columbia Británica —donde residía Todd—, Christy Clark, que a principios de año ya anunció un plan de acción contra el bullying, emitió su propio mensaje de condolencia y sugirió la necesidad de nuevas leyes para luchar de forma efectiva contra el acoso cibernético. “Creo que deberíamos tener una conversación nacional sobre si debemos criminalizar o no el ciberbulliying”, dijo Clark en una entrevista en el diario Vancouver Sun. “Hacer eso sería lo correcto porque dejaría claro el mensaje de dónde nos situamos como sociedad ante ese problema”, finalizó. En España surgió una discusión parecida con la difusión —sin consentimiento de la protagonista— de un vídeo erótico de una concejal. El caso era muy distinto al de Todd —una niña— pero culminó con el anuncio del ministro Alberto Ruiz-Gallardón de la inclusión de un nuevo delito en el Código Penal para castigar la “divulgación no autorizada de imágenes o grabaciones íntimas, incluso si se han obtenido con consentimiento de la víctima”.

El caso de Todd no solo es dramático por su desenlace, sino por todo el sufrimiento que relata la joven en YouTube y que fue provocado por todas las clases de persecución y humillaciónonline —y offline— que pueden darse. Era solo una niña de 12 años cuando un extraño le pidió que le mostrara los pechos. Durante los tres siguientes tuvo que soportar las amenazas (cumplidas) de su acosador, las burlas y agresiones de sus compañeros de clase y la humillación pública en Internet, incluso de desconocidos.

El acosador de la joven canadiense, según lo contado por ella, responde al perfil genérico que describen los expertos. “La mayoría tiende a actuar de la misma manera”, explica Guillermo Cánovas, presidente de Protégeles, asociación sin ánimo de lucro contra la pornografía infantil. “Primero se ganan la confianza del menor, le piden información sobre sus gustos, sus inquietudes, para después identificarse con él”, explica Cánovas. Pero estas conversaciones inocentes son, en ocasiones, una estrategia para conducir las conversaciones al terreno sexual. “Les preguntan si se masturban o si ven fotos de desnudos”, continúa. Esta situación es la que tiene que poner alerta a los chavales de que están siendo víctimas de grooming (acoso sexual a menores por Internet). La recomendación es simple: aunque la persona al otro lado insista, nunca compartir imágenes eróticas (práctica conocida comosexting), ni datos íntimos ni secretos.

Cánovas cree que, como primera medida de prevención, los padres deberían colocar la cámara del ordenador en una zona común de la casa para intentar evitar que los jóvenes accedan a quitarse la ropa ante desconocidos. “No hay que compartir fotos que no estés dispuesto a que sean vistas el resto de tu vida, por tu pareja, tus padres o tus futuros hijos”, apunta Cánovas. Pero si el menor traspasa esa línea roja puede degenerar, como le ocurrió a Todd, en sextorsión —cuando un adulto amenaza a un menor con la revelación del material íntimo para obtener más sexo: fotos, vídeos e incluso en persona—. “No hay que ceder a este chantaje”, dice el decálogo de actuación de www.quenoteladen.es, línea de ayuda para menores creada por el Centro de Seguridad en Internet adscrita al Safer Internet Program de la Comisión Europea.

Amanda Todd no cedió cuando, un año después de que se desnudara frente a su webcam, el desconocido comenzó a acosarla por Facebook. La joven siguió muchas de las recomendaciones que dan las organizaciones contra este tipo de delitos. Sus padres y la policía conocían su situación. ¿Qué falló entonces? La experiencia contrastada por los expertos dice que normalmente un depredador sexual ceja en su empeño cuando el menor no sucumbe pese a las presiones. Pero la tortura de Todd continuó porque la amenaza se cumplió. Una noche, la policía llamó a la puerta de su casa a las cuatro de la madrugada: las imágenes de la pequeña estaban ya en los ordenadores de sus profesores, amigos y familiares. Sufrió entonces un calvario de bullyingdentro y fuera de la Red, por parte de su acosador y de sus compañeros de clase, que continuaba aunque cambiara de colegio. No lo pudo soportar. “Me insultaban y me juzgaban”, dice en el vídeo de casi nueve minutos. “Perdí todos mis amigos y el respeto de la gente”.

El de Todd es en cualquier caso un caso extremo. “No hay que caer en la paranoia”, advierte Cánovas. “Estos fenómenos son minoritarios. Según las estadísticas, la mayoría de jóvenes que utilizan Internet no ha sufrido nunca acoso”, añade. Jorge Flores, responsable de PantallasAmigas, web que promueve el uso responsable de las nuevas tecnologías, y Cánovas coinciden en considerar claves la educación y la relación de confianza entre padres e hijos para evitar o solucionar situaciones de riesgo. Esto ayudará a que, si surgen problemas, el menor y sus progenitores sepan cómo actuar para minimizar los daños, pero también para localizar al acosador.

“Guarda todas las pruebas, capturas de pantallas y denuncia”, es otro de los consejos básicos. “A veces los menores piensan que es imposible identificar al malo, pero lo es”, recalca Cánovas. María Rosa Diez, asesora de los cuerpos de seguridad del Estado en materia de ciberdelincuencia, coincide. “Normalmente se les encuentra”, afirma. El proceso, explica la experta, es complicado y, a veces, largo. “Es como ir tirando de un hilo. Hay que pedir la dirección IP (etiqueta numérica que identifica a un elemento de comunicación) a las empresas proveedoras de los servicios [Facebook, Tuenti, YouTube]. Y esto lo tiene que autorizar un juez cada vez que lo haces”. Estos pasos se tienen que hacer lo más rápido posible. “En el caso de Amanda Todd lamentablemente no llegaron a tiempo”, señala Díez. Según la madre de la joven, Carol Todd, “la policía investigó e investigó y llegó a rastrear a alguien hasta Estados Unidos”. “Pero nunca le encontraron”, explicó al diarioVancouver Sun. “Esa gente es muy buena cubriendo sus rastros”.

La muerte de la joven ha reabierto el debate sobre la vulnerabilidad de los menores en Internet. Su legado: tres años de acoso y depresión contados en un vídeo, que se mantiene en Internet por petición expresa de la madre —“mi hija así lo habría querido”, asegura—, y una presentación que colgó en prezi.com para evitar que su infierno se repita.

Fuente: www.Elpais.com

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