El fin del sexenio

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No hay una amenaza a Peña Nieto en el poder. Pero sí una disminución brutal de ese poder

Por Jorge Zepeda Paterson

No es sólo que México se ha deslizado dando tumbos de un escándalo a otro en los últimos meses; se convierte en un problema de gobernabilidad porque todos los golpes remiten al presidente Enrique Peña Nieto. Las facturas acumuladas a las puertas de Los Pinos han terminado por agotar el capital político del que hasta hace poco más de un año era para la prensa extranjera el salvador de México. El ambiente en el país comienza a parecerse al que se experimenta en el quinto año de gobierno de un sexenio, es decir, cuando se asume que ya no puede esperarse nada de la gestión actual porque esta ha agotado sus recursos políticos y todas las expectativas están puestas en la siguiente. Una percepción alarmante si consideramos que Peña Nieto ha cubierto menos del 40% de su período y le restan aún casi cuatro años al frente del país. Con el agravante de que ni siquiera hay el alivio esperanzador que supondría un relevo inminente.

Hay facturas que inevitablemente golpean al presidente, como las casas millonarias encontradas a miembros de su círculo inmediato

Hay facturas que inevitablemente golpean al presidente, como las casas millonarias encontradas a miembros de su círculo inmediato, o los excesos de sus familiares en las giras internacionales. Pero hay otras que simplemente remiten al pésimo manejo de su entorno. La desaparición de los 43 estudiantes de Iguala es una tragedia imputable a la violencia crónica que vive el país desde hace años, pero el torpe manejo de la oficina presidencial terminó convirtiéndola en una crisis de gobierno. De haber sido otra la estrategia, el mandatario podría haber convertido el desafortunado escándalo en una oportunidad para ponerse al frente de una cruzada en contra de la violencia y la impunidad. En lugar de eso, reaccionó tarde, subestimó su importancia y recurrió a la opacidad para intentar dejar atrás el incidente. En suma, terminó convirtiéndose en el destinatario de la indignación y la frustración.

El despido por parte de MVS de Carmen Aristegui constituye otra abolladura en la lastimada carcasa presidencial. “Periodista despedida tras un reportaje sobre la Primera Dama”, informó The New York Times, al tenor de los diarios más destacados del mundo. Desconozco las relaciones vigentes entre Los Pinos y MVS (el actual jefe de prensa y vocero de Peña Nieto fue director jurídico de esa empresa durante varios años), pero queda claro que alguien no hizo su trabajo o lo hizo mal. La abolladura internacional es poca comparada con el golpe autoritario que la opinión pública nacional le atribuye a la administración priista. Si no hubo consultas entreMVS y Los Pinos es una omisión grave. Y si la hubo es un desacierto mayúsculo. Por más que la empresa pretexte un asunto contractual, constituye un asunto de Estado despedir ostentosamente a quien acaba de publicar un escándalo que avergüenza al jefe de Estado. Tan sencillo como eso.

El despido por parte de MVS de Carmen Aristegui constituye otra abolladura en la lastimada carcasa presidencial

Las consecuencias de este brutal desgaste de la figura presidencial podrían no ser calamitosas a ojos de algunos priistas. El mexicano no es un sistema parlamentario capaz de poner fin anticipado al período para el que un funcionario fue elegido. Es decir, Peña Nieto terminará su gestión el 30 de noviembre del 2018. Y por otro lado, no habiendo una fuerza política de oposición capaz de capitalizar el desgaste del PRI, las posiciones del grupo en el poder no están en riesgo en las elecciones de este verano, que redefinirán la composición en el Congreso.

No hay pues una amenaza a las posiciones de Peña Nieto en el poder. Nadie se lo va a quitar. Lo que si hay es una disminución brutal de la magnitud de ese poder y lo que puede hacer con él. Sin capacidad de liderazgo y bajísimos niveles de aprobación, su gobierno está condenado a atrincherarse en los próximos años. A leer las 21 páginas del Hola dedicadas a la visita del mandatario a Inglaterra y a dejar de leer todo lo demás. Los empresarios seguirán aplaudiéndolo en los eventos públicos, pero ninguno arriesgará nada a favor de sus iniciativas, salvo los beneficiados por sus cuestionadas asignaciones de obras. La inversión extranjera seguirá mirando al país como una tierra de violencia y corrupción, y con muy poca confianza a las garantías del gobierno. Los ciudadanos profundizarán la desconfianza que les merece la clase política. Los radicales encontrarán razones para radicalizarse. Y muchos de nosotros tendremos que preguntarnos si para efecto prácticos el sexenio ya terminó. ¿Cómo hicimos para que el mexican moment durara menos que los 15 minutos de gloria de los que habla Andy Warhol?

Twitter: @jorgezepedap

Fuente: El País

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