El dilema: protestar con o sin máscara

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Las manifestaciones antigubernamentales en Brasil atraviesan una crisis de identidad: con o sin máscara, parece ser el dilema.

La mayoría parece querer marchar de forma pacífica, con la frente en alto y el rostro descubierto. La cara de una nación que protesta por el alto costo de vida, la mala calidad de servicios básicos como educación, transporte y salud, y los gastos estratosféricos en la organización de la Copa del Mundo.

Pero hay algunos grupos que, por el motivo que sea, han recurrido a protestar en el anonimato de máscaras o pasamontañas. Se ven en la mayoría de las imágenes de las manifestaciones que recorren el mundo en estos días. Siempre en la primera fila de la agitación, enfrentados con la policía.

Esta bipolaridad fue evidente en las manifestaciones del sábado en Salvador, donde la selección de Brasil derrotó 4-2 a Italia para quedar en el primer lugar del Grupo A rumbo a las semifinales de la Copa Confederaciones.

Bajo un abrasador sol tropical, la multitud empezó a congregarse en la céntrica plaza Campo Grande desde alrededor de la 1:30 de la tarde. Estudiantes, trabajadores públicos y vendedores ambulantes se mezclaban en un clima expectante, dos días después de violentos enfrentamientos entre manifestantes y policías a unas cuantas cuadras del lugar, y como presagiando los choques similares que habrían unas horas después.

Algunos terminaban de pintar pancartas con mensajes alusivos a sus numerosas y variadas causas -“Tarifa Zero Já”, era una de las más comunes, exigiendo transportación pública gratuita- mientras otros conversaban y se decoraban los rostros con los colores verde y amarillo de la bandera brasileña.

Otro grupo llegó con dos enormes pancartas y empezó a entonar cánticos.

Entonces apareció. Un corpulento hombre, vestido con pantalón corto, camiseta sin mangas con el logotipo de los Bulls de Chicago, rodilleras, coderas, guantes, una capucha y una máscara negra con la imagen de una calavera, que le tapaba toda la cara, se plantó frente al grupo.

“¡Sin la máscara, sin la máscara, sin la máscara!”, empezó a corear buena parte de las cientos de personas entonces congregadas. El anónimo tuvo una breve discusión con varias personas, hasta que el grupo decidió por pasarle por al lado e ignorarlo.

Superado ese escollo, era el momento de ponerse de acuerdo: ¿marchar en dirección al estadio, donde esperaban decenas de policías antimotín armados hasta los dientes? ¿O seguir la ruta trazada por los organizadores de la marcha, que se dirigía en dirección casi opuesta?

Nuevamente, los líderes de estos grupos que apenas forjan sus identidades empezaron a discutir entre sí.

“¡Fonte Nova, Fonte Nova!”, reclamaban los más radicales, pidiendo marchar hacia uno de los seis estadios donde se juega la Copa Confederaciones, una obra que costó unos 300 millones de dólares en una ciudad donde los residentes se quejan porque las obras de un metro comenzaron hace más de una década y nunca fueron concluidas, y el transporte público de 2,80 reales (unos 1,40 dólares) resulta oneroso para el obrero común.

“Todo lo que exige la FIFA, lo hacen de inmediato. Pero para mejorar los hospitales, para la transportación, dicen que no se puede, que no hay dinero”, comentó Mariana Santos, una empleada pública de 32 años que acudió a la protesta con algunas amistades.

Pero hasta en la oposición a los torneos de la FIFA hay voces encontradas. Santos señaló que favorece que se realice el Mundial el próximo año -“total, ya se gastó el dinero”, razonó. Su amiga Tatiana Lacerda, en cambio, preferiría que se cancele.

“No necesito la Copa del Mundo”, consideró Lacerda, quien se expresó sorprendida por la violencia de los choques entre las autoridades y los manifestantes. “La represión (de la policía a las manifestaciones) es por la FIFA”.

Los manifestantes, ahora unos 5.000, finalmente emprendieron el rumbo opuesto al estadio, marchando por una especie de autopista de unos tres carriles.

De todas formas, otro grupo sí intentó llegar a la Arena Fonte Nova, donde se topó con el bien resguardado perímetro de seguridad. Gases lacrimógenos, balas de goma, escaramuzas y un contenedor prendido en fuego. Y, claro, los enmascarados.

Fuente: AP

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