Ni el más entusiasta activista contra el libre mercado se podía imaginar el inesperado escenario abierto a raíz de la victoria del pirotécnico Donald Trump. Primero fue la caída del TPP: parlamentarios demócratas admitieron que no intentarán pasar por el Congreso norteamericano el mega-acuerdo comercial entre EE.UU. y un conjunto de países de Asia liderado por Japón, planificado para intentar contrarrestar la creciente influencia de China en la economía internacional. No tenían mayor margen de maniobra: los propios congresistas del Partido Repúblicano habían anunciado que el TPP no iba a tener tratamiento parlamentario antes del próximo 20 de enero, cuando Trump asuma.
Ahora emerge otra noticia que ilustra el nuevo momento global: la propia Angela Merkel, canciller todopoderosa de Alemania y conductora -de hecho- de la Unión Europea, manifestó junto a Barack Obama que el TTIP no se llegará a firmar. “El acuerdo no se va a poder terminar en este momento” fueron las exactas palabras de Merkel al lado del todavía mandatario norteamericano, durante la conferencia de prensa de ambos en Berlín. Detrás de palabras cuidadas, fríamente estudiadas, Merkel da cuenta de la incertidumbre que reina entre los Jefes de Estado de la Unión Europea en torno a la llegada de Trump al poder -el outsider se manifestó contrario a los diversos tratados de libre comercio que negociaba su país a lo largo de la campaña-.
Estas novedades geopolíticas abren paso a una necesaria reconsideración de América Latina en torno a su inserción internacional: ¿adónde irá ahora la Alianza del Pacífico, cuya filiación cercana al TPP es innegable? ¿servirá el nuevo escenario planteado para realizar un necesario relanzamiento del Mercosur, que pasa por un amesetamiento indudable a 25 años de su creación? ¿cómo impactará al interior de los gobiernos de Argentina, Brasil y Perú, que recién llegados intentaron sumarse a una oleada ‘librecambista’ que parece estar en jaque?
El mundo cambió. Ya es otro luego del 8 de noviembre. Posiblemente a esta hora se comprenda mejor la razón de fondo por la cual los presidentes Vladimir Putin (Rusia) y Xi Jinping (China) fueron quienes primero hayan saludado la victoria de Trump. Sabían que complejizaba la operatoria de TLCs que Washington diseña hace décadas, frenada en América Latina tras el ‘No al ALCA’ pero vuelta a poner en consideración a raíz de lo que fuera la aparición de la ahora alicaída Alianza del Pacífico.
Aún no tenemos noción de lo que significará el ‘efecto Trump’ al interior de EE.UU., aunque ya podemos prever que un gabinete ultra-conservador provocará reacciones crecientes en el sector más movilizado de aquella sociedad -que ya comienza a poblar las calles de las principales ciudades bajo la consigna ‘Not my president’, visto y considerando que ganó gracias al Colegio Electoral, perdiendo con Clinton en el voto popular-.
Sin embargo, en el plano geopolítico, Trump ha pateado el tablero en relación a los movimientos previos de la aún principal potencia mundial. Los malogrados TTP y TTIP, caídos en desgracia en solo semana y media, pueden dar cuenta de ello. El resto está por verse.