De la crisis migratoria a la guerra comercial

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Por Francisco Javier Pizarro Chávez.

Sin previo aviso formal y/o diplomático; de manera abrupta por la vía del  Twitter, el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, amenazó la semana pasada con  imponer aranceles a una tasa del 5 % al 25 % a los importaciones de productos mexicanos, a partir del lunes 10 de junio, si México no ponía freno a los flujos migratorios de centroamericanos a su país.

No obstante la disposición del gobierno de México de dialogar y llegar a un acuerdo para solucionar la crisis migratoria y la seguridad nacional de ambas naciones, Trump insiste aún en declarar la guerra comercial a nuestro país, hasta en tanto el gobierno mexicano funja como su policía migratoria.

En conferencia de prensa en Londres dijo que México tiene que tiene que incrementar las medidas para “frenar la invasión” de migrantes a Estados Unidos, asegurando que no aceptara excusas y  que lo mas probable es que Washington aplique aranceles a México a partir del próximo lunes, condición sine qua non, para iniciar una negociación con México, “durante el tiempo que las tarifas estén vigentes y se vayan pagando”, remató.

El virulento y sorpresivo anuncio, de entrada hundió al peso mexicano frente al dólar, generó incertidumbre  en el sistema financiero y en los mercados de ambas naciones que prevén una desaceleración del comercio y altos precios de los bienes importados lo que afectaría no sólo a las empresas mexicanas, sino también a las norteamericanas que operan en México, y desde luego a los consumidores estadounidenses.

Donald Trump en el fondo, lo que pretende es hacer creer a los ciudadanos norteamericanos y la opinión pública mundial que el gobierno mexicano no solo no ataja sino fomenta los flujos migratorios al dejarlos transitar por su territorio hasta llegar a la frontera de Estados Unidos, lo que atenta contra su “seguridad nacional”.

El presidente Trump “ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el suyo”, como dice el dicho.

Estados Unidos es un país con un alto índice de drogadicción en su población y por tanto es un atractivo mercado para las mafias de narcotraficantes que los proveen, que no son solo de México sino también de otras naciones de Sudamérica y Asia.

Es también el principal proveedor de armas a esos cárteles de la droga, no solo de manera subrepticia sino abierta como quedó demostrado con el suministro de armas de alto poder que la DEA distribuyó al Chapo Guzmán, supuestamente, con el fin de identificar y localizar sus redes operativas.

Estados Unidos es una nación creada por emigrantes de todo el mundo. No obstante ello, es uno de los países con altos niveles de discriminación racial y xenofobia.

Es también una potencia económica que disputa tecnológica y financieramente   el liderazgo o hegemonía de la globalización a otras naciones poderosas como China y Rusia y busca someter por la vía de las guerras comerciales e incluso militares a países débiles como Cuba y Venezuela.

Trump promueve la guerra comercial contra México como un “gancho” no solo para  intimidar a nuestro país y mostrarlo como una nación débil, como es costumbre en su grotesca política internacional,  sino también y por encima de todo, para refrendar el voto xenofóbico que lo llevó a la Casa Blanca para reelegirse el 2020 por segunda ocasión.

No es ninguna casualidad que un día después de anunciar la imposición de aranceles a los productos mexicanos, el mandatarios norteamericano diera a conocer en su cuenta de Twitter, que el 18 de junio anunciará formalmente su candidatura para las elecciones presidenciales de 20120, en un evento proselitista que se realizará en el estadio Amway Center de Orlando Florida, en el que será acompañado por el Vicepresidente Mike Pence y su esposa Melania.

Es obvio que Trump va contra reloj y busca posicionarse desde ahora ante sus seguidores. Sabe que no la tiene nada fácil.  Su  excentricismo lo puede llevar a topar con piedra.

Si bien es cierto que hasta ahora ha contado con el apoyo republicano en la Cámara de Representantes, no tiene mayoría. Los senadores republicanos si tienen mayoría, pero no lo respaldan. Al contrario, han difundido a través de diversos medios de comunicación relevantes como el Washington Post y The New York Times, que no votarán a favor de la medida arancelaria de Trump impuesta a México.

Hay un antecedente que le da solvencia a esa propuesta de los senadores republicanos. El Senado de Estados Unidos aprobó con 59-41 votos una resolución el 14 de marzo del año en curso, en contra la “emergencia nacional” declarada por el Presidente Donald Trump para desviar fondos para la construcción de un muro en la frontera con México, que el mandatario norteamericano vetó.

Ahora las circunstancias son otras. Para volver a vetar la resolución de las representantes y senadores del Congreso, Trump tendría que contar con el apoyo de más de las dos terceras partes en ambas cámaras, lo cual no parece factible.

Los legisladores republicanos junto con los demócratas, han señalado que están hartos de los aranceles impuestos a diestra y siniestra por Trump, que en el caso de México, pone en riesgo la aprobación del Tratado comercial con México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).

Veremos y diremos en que desemboca esta truculenta “guerra comercial” contra México. Por lo pronto hay que estar con un ojo al gato y otro al garabato.

 

 

 

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