Por Francisco Javierr Pizarro
La corriente neopositivista se apoya desde el punto de vista teórico en el machismo o empiriocriticismo, el convencionalismo y algunas ideas del pragmatismo –que abordamos en la primera parte de las corrientes filosóficas idealistas– aunque con otros matices, que vamos a describir.
A diferencia de los empiriocriticistas que subestimaron la etapa lógica del proceso del conocimiento, los neopositivistas enunciaron su nueva concepción del conocimiento científico como una construcción lógica basada sobre contenido sensorial, aunque al igual que sus antecesores, cometen el error de separar metafísicamente las dos fases del conocimiento, la empírica y teórica, enfatizando la primera.
Lo nuevo y diferente de los filósofos neopositivistas es la ordenación lógica de “los datos sensoriales”, es decir, de la “experiencia” sin contenido objetivo. Su base teórica, por tanto, es el sensualismo y el empirismo, escuela filosófica que surge a inicios del siglo XVII a partir de la cual se puede ir lo mismo al materialismo que al idealismo.
Los neopositivistas se dan cuenta de ello y, siguiendo la línea de la corriente positivista, declaran que están sobre el idealismo, pero también del materialismo, ya que ellos pretenden establecer una “tercera línea filosófica”.
Mientras que los positivistas consideraban que el problema fundamental de la filosofía y de otros problemas básicos de la misma no tenían solución a causa de la debilidad y limitación de la razón humana, y los empiriocriticistas estimaban que el problema fundamental de la filosofía quedaba suprimido y era resuelto con la doctrina de los “elementos neutrales”; los neopositivistas dieron un salto más radical: declararon que el problema fundamental y todos los demás que antes se consideraban filosóficos eran “seudo- problemas”, que no era necesario resolver, sino había que prescindir de ellos por carecer de sentido científico.
Plantearon que para conocer el mundo no hacía falta la filosofía que dejaba de ser una teoría, una doctrina sobre el mundo y se transformaba en una actividad que consiste en analizar el lenguaje de la ciencia, la cual tiene por objeto eliminar los “términos metafísicos”, esto es, todos los juicios y conceptos que aspiran a ser un objetivo del mundo tal y como existe de por sí, independientemente de la conciencia humana.
La reducción de la filosofía al análisis lógico se le debe al neopositivismo, en particular a Bertrand Russell, quien utilizó para ello los avances de la lógica matemática, ciencia que surgió como una necesidad del desarrollo científico a fines del siglo XIX y principios del XX.
Con la elaboración de la geometría no euclidiana y la creación de la teoría de los conjuntos se hizo necesario un análisis más profundo de las bases lógicas de las ciencias matemáticas, la investigación de la naturaleza de los axiomas, etcétera.
En su intento de proporcionar una definición lógicamente rigurosa de los conceptos matemáticos, Russell llegó a la conclusión de que todos ellos se podían reducir a relaciones de los números naturales, ya que estas relaciones, a su vez, poseían una naturaleza puramente lógica, lo que es una verdad a medias.
Años atrás, Federico Engels, al refutar a Duhring, aseveraba que en la matemática pura el entendimiento tiene que ocuparse “de sus propias libres creaciones e imaginaciones”. Y explicó por qué:
“No es verdad que, en la matemática pura, el entendimiento se ocupe exclusivamente de sus propias creaciones e imaginaciones. Los conceptos de número y figura no han sido tomados sino del mundo real. Los 10 dedos con los cuales los hombres han aprendido a contar, a realizar la primera operación aritmética, no son ni mucho menos, una libre creación del entendimiento”.
Y agregaba: “También el concepto de figura,igual que el de número, está tomado exclusivamente del mundo externo, y no ha nacido en la cabeza, del pensamiento puro. Tenía que haber cosas que tuvieran figura y cuyas figuras fueran comparadas antes de que se pudiera llegar al concepto de figura”.
Y cerraba con una conclusión irrefutable: “La matemática pura tiene como objeto las formas especiales y relaciones cuantitativas del mundo real. El hecho de que esa materia parece en la matemática un modo sumamente abstracto no puede ocultar, sino superficialmente, su origen en el mundo externo” (F. Engels. Anti-Duhring. Pág. 25. Ed. Grijalbo, México).
Con el surgimiento de la lógica matemática del neopositivismo sucedió algo parecido a lo que aconteció con la llamada “crisis de la física”, a la que hicimos referencia en el capítulo anterior de positivismo y empiriocriticismo.
La lógica matemática, al igual que otras ciencias en todos los ámbitos del pensamiento: “Al llegar a cierto nivel de evolución se separan del mundo real las leyes abstraídas del mismo, se le contraponen como algo independiente, como leyes que llegaron de afuera y según las cuales tiene que disponerse el mundo”, como bien lo advirtió Engels en su libro Anti-Duhring.
Russell no lo percibió. Reduce su método a ordenar lógicamente los conocimientos a los que quita todo contenido objetivo. Por ejemplo: la primera variante del neopositivismo, “el atomismo lógico”, identifica la estructura del mundo con la estructura de la lógica matemática.
Aducía que la física contemporánea ha superado a la física tradicional en el sentido de que ya no se conocen cosas, fenómenos materiales, sino que lo que se conoce son las relaciones de distintos tipos que puedan existir en diferentes cuerpos. Lo que se conoce no es la materia sino las relaciones.
Argumenta: “Aunque las relaciones de los objetos físicos tengan toda suerte de propiedades cognoscibles, derivadas de su correspondencia con las relaciones de los datos de los sentidos, los objetos físicos en sí mismos permanecen desconocidos en su naturaleza intrínseca” (B. Russell. Los Problemas de la Filosofía. Cap. IX, pág. 41. Editora Nacional, México, D.F).
Este párrafo deja en claro que Russell no visualiza que las relaciones entre objetos son también objetivas y que, al conocer las relaciones, también conocemos cosas y fenómenos.
La dialéctica, por lo contrario, sustenta que todo está concatenado, por lo que, conociendo las relaciones entre las cosas, las vamos conociendo mejor, lo que nos permite penetrar de manera más profunda la realidad objetiva.
La complejidad de los métodos empleados por la ciencia actual y la de los fenómenos que estudia, las dificultades que se presentan a la hora de explicar algunos de ellos, hacen factible que el idealismo de la corriente filosófica se asuma como una realidad y una ciencia.
Así sucede, por ejemplo, con la geometría no euclidiana que refleja leyes objetivas que son válidas para condiciones especiales distintas a las que a la población no le son habituales. Esto lleva a muchos filósofos a negar que existe una geometría verdadera que, según aducen, no son más que convencionalismos.
En la física, la interpretación idealista encuentra el campo abonado, principalmente por el carácter matemático abstracto de sus teorías, por la imposibilidad de crear modelos de los micro objetos que se escapan de la observación directa.
El mismo Russell plantó que la “materia deja de ser una cosa y queda reducida a emanaciones de una región”. Ejemplifica: “Un cuerpo luminoso emite energía y forma ondas luminosas, se conocen esas emanaciones, pero no el cuerpo” (B. Russel. Fundamentos de Filosofía. Cap. IX, págs. 227-228. Ed. Plaza G Janés S.A. Editores; Barcelona, España).
El planteamiento de Russell referido pone de manifiesto que, para él, el conocimiento científico es una construcción lógica basada sobre contenidos sensoriales y la materia un recurso del lenguaje y una forma de coleccionar acontecimientos.
Los neopositivistas tienen razón cuando afirman que la ciencia ha de partir de los datos experimentales, de los hechos. Mas al igual que los empiriocriticistas, se niegan a admitir la realidad objetiva de los datos que la experiencia proporciona.
Lo fundamento. Según ellos, “es absurdo preguntarnos si la rosa (flor) existe objetivamente; puede decirse únicamente que veo un color rojo de la rosa y que percibo su aroma. Solo esto puede ser objeto de una afirmación científica”.
Russell lo razonaba así: “Si un objeto aparece azul y otro rojo, podemos presumir razonablemente que hay una diferencia correspondiente entre objetos físicos; si dos objetos aparecen ambos azules, presumiremos una semejanza correspondiente. Pero no podemos esperar obtener un conocimiento directo de la cualidad del objeto físico que le hace aparecer azul o rojo” (B. Russell. Los Problemas de la Filosofía. Ob. Cit, págs. 11).
Como lo pueden apreciar, los hechos no son para los neopositivistas cosas, acontecimientos y fenómenos del mundo objetivo, sino sensaciones, presiones y otros fenómenos de la conciencia.
Y es que, para esta corriente, lo real es absurdo. En la práctica niegan la naturaleza material del mundo, a la que, de hecho, atribuyen en su fondo como una naturaleza espiritual.
A diferencia de las ciencias empíricas que se apoyan en la experiencia, el neopositivismo se sustenta únicamente en el sistema de axiomas y reglas aceptadas de manera arbitraria, las cuales son fruto de acuerdos convencionales como lo son las reglas del ajedrez y de los naipes.
El neopositivismo, en concreto, no es más que una filosofía idealista de la ciencia. Su misión se reduce al análisis lógico y aclaración de las tesis de la ciencia y del sentido común en la que puede ser expresado nuestro conocimiento sobre el mundo.
Su doctrina se basa en la tesis de que la ciencia consta de predicados y preposiciones empíricas.El predicado no hace sino informar de otra forma lo contenido en el sujeto. Por ejemplo: Le preposición “todos los cuerpos poseen volumen”, es tautológica, ya que el sujeto (cuerpos) lleva implícita la información del predicado (que tienen volumen).
Las preposiciones empíricas son aquellas que pueden ser verificadas experimentalmente con prototipos como “ese vehículo está descompuesto”, expresión que es una preposición sujeta de comprobación al ponerlo en marcha.
El neopositivismo hace de esta división algo absoluto: lo eleva a la categoría de procedimiento filosófico fundamental y le sirve de base para reducir o de hecho anular el objeto de la filosofía, pues, según afirman, fuera de esos dos tipos de preposiciones todas las demás son erróneas, pues se construyen trasgrediendo las leyes de la sintaxis o son metafísicas. Dicho de otra manera, no comprendidas científicamente.
El eje del discurso neopositivista para diferenciar las preposiciones empíricas es el principio de verificación, el cual lo entienden como la confrontación de la preposición con cierto número final de actos experimentales —datos sensoriales y observaciones— o su confrontación con otra proposición que registre uno de esos actos.
Mediante esta tesis el neopositivismo resucita la teoría del conocimiento del idealismo subjetivo de Berkeley y Hume, pues al comparar el enunciado con las sensaciones no hace sino adoptar la tesis agnóstica de que no conocemos ni podemos conocer nada, excepto los hechos de nuestra conciencia o las manifestaciones acerca de esos hechos.
El principio de verificación al ser elevado en principio filosófico absoluto, cae en el absurdo pues pretende decir a la ciencia “de qué puede hablar y de que no”, ya que existen enunciados científicos que no son objeto de la verificación sensorial, además de que el mismo principio de verificación es inverificable.
Ante las fuertes críticas a las que fue sometido el mencionado principio, los neopositivistas optaron por modificarlo, elaborando entonces la tesis que reconoce un enunciado como científico, siempre y cuando pueda ser comprobado por principio, lo cual es irracional pues existen infinidad de hechos científicos que no pueden ser comprobados en el presente, pero sí en el futuro con el desarrollo de la ciencia.
Otro eje fundamental en la lógica del razonamiento neopositivista es cuando esta corriente pasa –sin haber resuelto las contradicciones referidas— a reconocer como criterio de la verdad la coherencia, esto es, la conexión y no contradicción del sistema científico.
La coherencia según ellos, asegura tanto la verdad lógica del saber científico como la interacción científica de los términos y conceptos que forman parte de él. De esa manera el proceso de conocimiento se encierra definitivamente en el círculo de las expresiones idiomáticas, perdiendo cada vez más su importancia objetiva.
Así es como la filosofía resulta ser una actividad relacionada únicamente con el lenguaje, ya sea elaborado y empleado de modo convencional por la lógica matemática, o el lenguaje natural que utiliza el ser humano en su vida cotidiana.
Al limitar la filosofía al lenguaje, ésta deja de ser un instrumento para cambiar el mundo circundante, por lo que se puede concluir desde el punto de sociológico que el neopositivismo justifica de forma velada el orden de cosas existentes.