#Calcetagate: los problemas de leer poco y aislarse mucho

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Por Miguel Pulido/ Alegatos

Seguramente en un intento por actuar con picardía, el Presidente se permitió escribir un mensaje sobre sus calcetines. La ocurrencia no sólo es de una frivolidad difícil de entender, es una acción que no refleja otra cosa que no sea insensibilidad. Bueno, quizá cinismo.

Adicionar la terminación “gate” a una palabra da cuenta de algún escándalo político del más alto nivel, pero también de un complejo grado de descomposición ética en los asuntos públicos. Si bien no es un sufijo, lo cierto es que su significante se ha vuelto tan obvio que su uso se ha generalizado principalmente en el ámbito periodístico y tiene una aceptación popular como si lo fuera. Su origen remite a Estados Unidos y a la renuncia del Presidente Richard Nixon derivada del descubrimiento del allanamiento al edificio Watergate y una cadena de acciones ilegales, incluidos espionaje y extorsiones.

Desde su primer uso en un caso francés (winegate) pasando por los casos de ventas ilegales de armas (Irangate) o el caso mexicano del millonario financiamiento ilegal de campañas políticas (Pemexgate), se ha tratado siempre de asuntos de corrupción y abuso de poder. Un “gate”, entonces, da cuenta de cierto consenso en la opinión pública de que –al margen de los procedimientos legales formales o a pesar de los mismos- los personajes involucrados son responsables de algo grave. Implica un fuerte desprestigio y graves consecuencias para los involucrados.

Pues bien. Supongo que uno sólo se permite ponerse juguetón con un término con implicaciones tan negativas cuando considera que su gobierno goza de extraordinario prestigio, o al menos de uno aceptable. Pero Peña Nieto ya ha dicho que a él no le importa la popularidad.

Y quizá esto último determine la puntada de haber escrito que estaba “aclarando el #calcetagate”. El presidente Peña Nieto ocupa en solitario los sótanos históricos de opinión sobre su desempeño. De acuerdo a las encuestas del Reforma (entre otras), ningún presidente en los últimos 25 años había sido considerado tan incapaz para resolver los asuntos propios de su encargo. La ciencia política y los estudios sobre gobierno y políticas públicas han elaborado sólidos argumentos respecto a la importancia de la percepción, la opinión pública y la legitimidad. Son esenciales para la capacidad de gobernar y, en buena medida, tienen valoraciones positivas al gobernar con habilidad y resultados. Son una condición y un indicador de gobierno. Frente a esto Peña Nieto ha dicho que lo que se opine de él (en el mejor de los casos) sólo son “medallitas”.

Pero resulta que este gobierno lleva un largo periodo en una crisis de credibilidad y de legitimidad, que además proviene de múltiples fuentes. Y eso es lo que no puede obviarse. Que Peña Nieto y varios miembros de su equipo más cercano han sido incapaces de aclarar negocios y relaciones comerciales que se han convertido en un escándalo de carácter internacional. Que el Presidente ha tratado de controlar dichos escándalos simulando dar más información al público sobre la evaluación de su situación patrimonial. Pero no convence, porque no aclara nada.

Hoy sabemos cómo usa las calcetas el Presidente, pero prácticamente nada sobre sus intereses económicos, financieros o de negocios. Tampoco tenemos información confiable sobre su familia. Y hablan de transparencia, rendición de cuentas, legalidad pero actúan fuera de esos estándares. Quizá les convenga leer con más detalle la legislación mexicana, las convenciones internacionales que sobre el tema hemos firmado, las recomendaciones de los comités internacionales que existen y las mejores prácticas internacionales.

Bien nos vendría si este gobierno lograra enterarse de las circunstancias que se viven en el país y dejara de lado el sarcasmo como método de comunicación social. Porque una broma como esta tendría que ser intrascendente, si no fuera una vívida muestra del desastre de que gobiernen quienes leen poco y se aíslan mucho.

Fuente: Aristegui Noticias

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