Bienvenida sea la polarización

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Epigmenio Ibarra

Hoy, que está en curso una disputa ineludible, inevitable y necesaria por la Nación, es preciso, a mi juicio, definirse y hacerlo, además, de manera pública y tajante. Bienvenida sea pues la polarización que a las buenas conciencias tanto espanta; porque es, precisamente, esa polarización señal de que estamos vivos.

Bienvenido sean el debate, la confrontación, la exhibición de esas y esos que no tienen más causa que el dinero, el fin de la hipocresía y de la simulación, que eran, como la corrupción y la impunidad, componentes genéticos del viejo régimen y que imperaron por tantas décadas en nuestro país.

En las circunstancias actuales de México hay que tomar partido; “partido hasta mancharse” como decía el poeta Gabriel Celaya.

Quienes idealizan el pasado y quieren que la Nación vuelva sobre sus propios pasos y quienes estamos por la ruptura de ese viejo orden, el cambio de régimen y la transformación pacífica, democrática pero radical de México habremos de librar, de aquí en adelante, la batalla política decisiva.

Siendo hoy, la vida pública más pública que nunca, muy difícil, por no decir imposible, le será a cualquiera escurrir el bulto.

Roto, aunque sea parcialmente, el control hegemónico de los medios de comunicación convencionales y puesta en duda la credibilidad de sus más influyentes líderes de opinión -quienes, al servicio del viejo régimen, moldeaban la conducta ciudadana- el rumbo que habrá de tomar el país estará, como nunca lo ha estado antes en la historia, en las manos de todas y todos nosotros.

Plena consciencia de este hecho inédito tiene la derecha conservadora; por eso los partidos que la integran han abandonado sus distintas banderas y colores, han asumido, en los hechos, una sola ideología y hoy persiguen, unidos, un solo objetivo: destruir a López Obrador, arrebatarle su base social.

Para echar toda la carne al asador y ganar la partida cuenta la oposición con el apoyo decisivo del poder del dinero y el poder mediático. De ese mismo lado habrá de jugar -ya lo está haciendo- el crimen organizado.

El miedo y el odio -dos caras de la misma moneda- serán de nuevo sus herramientas propagandísticas esenciales. Más que divulgar un programa político; que no tienen, exponer sus ideas y sus propuestas; que tampoco tienen, intentarán generar incertidumbre, confusión, desconfianza entre la ciudadanía.

Apuestan los conservadores, como le dijo Miguel de Unamuno al general fascista Millan Astray, a “vencer no a convencer”. Tienen todo el poder para avasallar a la gente pero les falta la razón para persuadirla.

A exhibir esa razón que les falta, esas ideas que les faltan, ese programa que no son capaces de exponer y defender, es precisamente a lo que debemos apostar quienes estamos a favor de que continúe, se consolide y profundice la transformación de México.

Polarizar no significa violentar; al contrario. La construcción de la paz, la consolidación de la democracia depende de que recorra nuestro país un nuevo y vigoroso vendaval de ideas. Tengamos, eso sí y como decía Martin Luther King, mucho cuidado de no saciar “nuestra sed de libertad tomando de la copa de la amargura y el odio”.

Ante la “urgencia feroz del ahora -dijo también el Dr. King a la enorme multitud que en el Capitolio le escuchaba hablar de su sueño- no es tiempo para entrar en el lujo del enfriamiento o para tomar la droga tranquilizadora del gradualismo”.

Hoy es el todo por el todo el que nos estamos jugando. Que este sea un país más justo, más igualitario, más digno y viva en paz, dependerá de que seamos la mayoría quienes, de nuevo, en las elecciones que vienen y en el 2024, por la causa de la transformación tomemos partido.

@epigmenioibarra

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