Alza de impuestos pega más a pobres

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El mercado Central de Abastos es el más grande en su tipo en el mundo, extendiéndose sobre un área del tamaño de una mitad del aeropuerto de la Ciudad de México. Aún así, en vísperas del Año Nuevo, aún era difícil desplazarse por el lugar debido al gran número de consumidores que saturaban el pasillo de abarrotes de 1 kilómetro de longitud, comprando de todo, desde carne de cabeza de puerco hasta cañas y uvas para las festividades de esa noche.

Afuera, era una historia diferente. Gente con muy poco dinero para comprar, escudriñaban entre las pilas de desecho de aguacates y descoloridos tomates, envolviendo en pedazos de papel periódico lo que aún parecía comible, y furtivamente llevándose dichos víveres para su propia y más humilde cena.

Para muchos de estos mexicanos, la vida se pondrá más dura. Una reforma fiscal, que entró en efecto el 1 de enero, introdujo un número de nuevos impuestos que primordialmente están enfocados a los ingresos de los más ricos, pero que al final terminarán apaleando más duro a los más pobres. Un Impuesto al Valor Agregado (IVA) del 16 por ciento fue gravado a varios medios de transporte público.

La tarifa del metro de la Ciudad de México ya había registrado un alza en Navidad, un incremento del 66 por ciento, de 3 pesos a 5. Y como parte de una campaña del gobierno para combatir la obesidad, las nuevas exacciones también incluyen un impuesto de 1 peso por litro en las bebidas gaseosas y una exacción del 8 por ciento en algunos alimentos altos en calorías.

Tales incrementos podrían parecer como si fueran pequeños cambios.

El banco central dice que los analistas del sector privado, esperan que dichos incrementos le den un  ligero empuje a la inflación en el 2014 para quedar con una tasa del 3.9 por ciento. Sin embargo, estos aumentos forman parte de un patrón en el alza de los precios que en años recientes han ayudado a mantener los índices de pobreza férreamente altos en México —alrededor del 45.5 por ciento de la población en el 2012, de acuerdo con Coneval (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social).

Las cifras de Coneval indican que para el tercer trimestre del 2013 la proporción de personas que no pueden costearse la mínima cantidad de alimentos de la canasta básica ha aumentado alrededor del 13 por ciento a nivel nacional desde el 2010 —y aún más en las áreas urbanas. El precio de dicha canasta básica de alimentos ha aumentado en un 21 por ciento en dicho periodo,  al equivalente a un poco menos de 40 pesos al día. (El salario mínimo en la Ciudad de México es de 67 pesos al día).

Los altos precios en los alimentos se comen los ingresos de una gran mayoría. Pero afectan aún más a los pobres. De acuerdo con la INEGI, la agencia de estadísticas nacionales, el 50 por ciento de la población que se encuentra en la parte baja de la escala de ingresos gasta casi la mitad de lo que gana en alimentos. Mientras que el 10 por ciento de la población que se encuentra en la cima, gasta menos de una cuarta parte de sus ganancias.

En teoría, según dice Christopher Wilson, del Instituto México del Centro Wilson en Washington, D.C. los nuevos incrementos a los impuestos podrían convertirse en programas para combatir la pobreza, ayudando a enmendar el balance. Pero “la reforma fiscal se ha enfocado demasiado en los ingresos en lugar de enfocarse en los gastos”, por lo que aún sigue abierta la pregunta de cómo dicho dinero será utilizado.

Manuel, un canoso hombre de 54 años de edad, que escudriñaba por los desechos del mercado de abastos en busca de pedazos de cartón para vender, y tomates para que su esposa hiciera una sopa, dijo que él no recibía ninguna ayuda económica del gobierno, aunque si recibe ciertos beneficios médicos.

Manuel dijo que con las tarifas más altas del autobús y del metro, el tendría que pasar más horas hurgando entre la basura. Los nuevos impuestos en las bebidas gaseosas significarán que tendrá que cambiar su bebida preferida de Pepsi Cola por una marca más barata, la Red Cola.

Si todo se pone muy caro, dijo, tendrá que dejar de tomar cola y beber agua en su lugar. Eso, por lo menos justificaría parcialmente los nuevos impuestos que ayudarían al gobierno a combatir la obesidad, inclusive si estos le dieran a Manuel menos razones para celebrar este Año Nuevo.

Fuente: The Economist vía El Diario

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