Ya “es hora de dar respuestas contundentes”

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Yan María Yaoyólotl es una activista social que durante más de cuatro décadas ha estado inmersa en la defensa de los movimientos feministas dentro y fuera del país. En entrevista con Proceso relata sus peripecias y llama a sus compañeras a recuperar las primeras experiencias del feminismo mexicano, en particular las de los setenta, para retomar una ideología que guíe su lucha. Y sentencia: “Los hombres ya tuvieron su momento histórico, ahora estamos en una situación tan terrible tanto social como ecológicamente que necesitamos dar respuestas contundentes.”

Lucha feminista.
Por Diana Ávila/ Proceso
Pionera de las organizaciones de mujeres de izquierda en México y luchadora social más de 40 años, Yan María Yaoyólotl analiza las protestas de mujeres en el último año y admite que, si bien se trata de un movimiento espontáneo de conjuntos de mujeres y no de una organización estructurada, su salida a las calles representa un hecho inédito en la historia del feminismo mexicano por su carácter masivo, sostenido y con una gran capacidad para expresar su rabia.

“Defiendo que la gente pueda expresar su rabia, pintando monumentos, rompiendo vidrios; hay mucha rabia, y expresarla tiene un sentido político muy importante”, dice Yan María en entrevista.

Fundadora del primer grupo de autoconciencia feminista Lesbos en 1977, considera que las mujeres se han visto en la necesidad de salir a las calles debido al aumento exponencial de la violencia de la que son objeto. Sin embargo, lamenta el linchamiento que hace la sociedad: “Para ellos es más importante que rayen monumentos a que violen o maten mujeres. Y esas críticas son armas que le dan al patriarcado para reprimirlas”.

Y esas armas no sólo provienen de algunos sectores de la sociedad, sino que considera grave que las iniciativas se cuezan incluso desde el poder: “Es gravísima la propuesta del fiscal general Alejandro Gertz Manero de desaparecer la figura penal del feminicidio. ¡Es el fiscal general!”, dice indignada Yan María.

Comunista, feminista y lesbiana, la también fundadora en 1978 de Oikabethla primera organización feminista de lesbianas socialistas en México y quien defiende la validez de las protestas de mujeres– explica que el movimiento feminista actual corre el riesgo de diluirse o ser cooptado por el poder, como ha ocurrido con otros movimientos.

“Este movimiento espontáneo ha sido maravilloso, pero hasta ahora no tiene una estructura ni direccionalidad política, y no porque deba tenerla como los partidos tradicionales, pero sí en términos generales; de no ser así puede que se diluya o que les den puestos políticos a algunas de las líderes naturales, las mediaticen y ellas, a su vez, mediaticen al movimiento”.

La emancipación, en reto

Luchadora social, como Yan María se define, aclara: “No soy una teórica, intelectual, ni académica. Estoy en el ajo de la batalla; estoy con las mujeres; las escucho y las veo”.

Por eso las llama a retomar una ideología política que conduzca su lucha pues, afirma, “el reto que tienen es muy grande porque no sólo tienen que emanciparse ellas, sino a toda la humanidad, del patriarcado, el racismo, el clasismo, el colonialismo y todas las formas de opresión. Las mujeres trabajadoras somos la nueva vanguardia revolucionaria”.

Sus afirmaciones no son ingenuas. De la mano de los militantes urbanos que pasaron a la clandestinidad en la década de 1970, Yan María se formó políticamente en una de muchas células clandestinas que operaban en la UNAM y que después formaron parte de la Liga Comunista 23 de Septiembre (LC23S). Cuando ella ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras, en 1973, conoció las ideas marxistas-leninistas y las luchas revolucionarias latinoamericanas y anticoloniales.

A pesar de haber estado dispuesta a ingresar a las filas de las organizaciones armadas, las prácticas sexuales comunes entre hombres y mujeres en estas agrupaciones la hicieron desistir de asumir una actividad política clandestina, ya que desde muy temprana edad Yan fue consciente de su atracción y amor hacia las mujeres: “Fue muy problemático para mí porque había mucha presión de los compañeros heterosexuales”.

Sin embargo, lo que la alejó definitivamente de las células de formación política fue la encarnizada represión gubernamental luego de que el 11 de agosto de 1976 un comando de jóvenes armados de la LC23S intentó secuestrar a Margarita López Portillo, hermana del entonces presidente electo.

“Frente a la Facultad de Filosofía y Letras me tocó ver cómo la policía vestida de civil balaceó a varios muchachos. Vi cómo se desplomaban en las islas de Ciudad Universitaria con los cuerpos llenos de balas. Es un momento de la historia que he querido borrar porque para nosotros fue brutal. Estábamos muy esperanzados”, lamenta.

La masacre y tortura fue tal, que las células de la UNAM se deshicieron: “Nos quedamos sin referencias –narra–. Había mucha confusión por la penetración de la policía en el movimiento. Ya no sabíamos quiénes eran los infiltrados”.

Fragmento del texto publicado en la edición 2262 de la revista Proceso, ya en circulación.

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