Por: Pineda Jaimes
¿Por qué a los mexicanos nos cuesta tanto creer en nosotros?
El próximo domingo jugaremos –bueno, jugará la selección- contra Holanda en busca del anhelado y ya casi mítico “quinto partido” en el Mundial y nada, que nuestro ancestral pesimismo nos invade ya.
“Todos quisiéramos que ganara el Tri, pero…”, “han hecho muchas cosas buenas los muchachos, pero… es contra Holanda”, he escuchado decir, no sin un dejo de conformismo que durante años y años no nos ha permitido pasar de la media tabla en el mundo futbolero.
¿Está la selección para dar el gran salto en este Mundial? Yo digo que sí. Debería. Mayormente tiene que ver con la actitud. Durante años y años, el equipo nacional ha respetado –yo digo que en demasía- a las grandes potencias mundiales, sin que haya razón para ello. Ya Costa Rica nos lo demostró en esta Copa del Mundo.
¿Qué tiene Costa Rica que no tenga México? Los ticos, cuando todo mundo los daba por muertos desde antes de que iniciara el Mundial, dejaron en el camino nada menos que a ¡dos campeones del mundo! Casi nada: Inglaterra e Italia y no sólo eso, sino que pasó en primer lugar de su grupo, pese a que días antes todos la veían como un pasaporte seguro para los tres puntos. ¿Qué los hizo diferentes? Simplemente soñaron, lo creyeron, se la creyeron y actuaron en consecuencia. La actitud los llevó a donde pocos pensaron que podían llegar.
Pero a nosotros en México nos cuesta mucho trabajo soñar, creer, creernos y actuar. En muchas de las ocasiones ya estamos derrotados sin antes siquiera intentarlo. Con frecuencia se nos olvida que en nuestra cultura “el NO –así con mayúsculas- lo tenemos ya asegurado”, ¿qué perdemos con intentar el sí?
Previo al partido, el ambiente que priva aquí en México y allá en Brasil poco a poco es como el despertar de una borrachera. Tan no creemos o no creíamos en este equipo, que la mayor parte de las agencias de viajes, simplemente vendieron la mayoría de sus paquetes del Mundial pensando en la primera ronda. Nadie pensaba que podríamos ir más allá. La razón era simple: la etapa previa había sido desastrosa. Llegamos a la Copa del Mundo de panzazo, casi, casi de puro milagro. Entonces había espacio para el pesimismo. Y justificado. Tan es así que tuvimos un problemón en Brasil, porque 250 mexicanos que sólo tenían boletos para la primera fase, fueron defraudados por la agencia que los llevó y los dejó colgados en Recife, de donde no podían salir. A tal grado llegó este asunto que la misma Secretaría de Relaciones Exteriores tuvo que intervenir para rescatar a nuestros compatriotas que pasaron del jolgorio y el desmadre, a casi la categoría de refugiados: sin dinero, endeudados, sin comida y a la buena caridad de los brasileños y compatriotas que se encuentran por allá. Ya por lo pronto los primeros “damnificados” comenzaron a llegar a México y en las próximas horas lo harán el resto.
Porque nada es para siempre, y más en el futbol, donde las cosas cambian de un momento a otro y las distancias entre los llamados “grandes” con respecto a los “chicos” se acorta cada día. Los ticos ya nos lo demostraron. Claro que habrá quien nos diga que casi todo su equipo juega en Europa y bueno, pues qué bien. Eso habla de su actitud, una actitud de ganadores, de confiar en que sí se puede.
En el caso de los mexicanos, aunque no tenemos a tantos jugadores en el exterior, la formación de este equipo no es ninguna improvisación. Ochoa jugaba en Francia, y lo más seguro es que siga en algún equipo europeo. Moreno es un referente en el Espanyol de Barcelona, y otros equipos lo pretenden. El Maza jugó en Holanda y en Alemania, que no es cosa menor. Rafa Márquez, un referente durante muchos años en el Barcelona, y ahora con un segundo aire en México. Layún pasó por Italia. Andrés Guardado por España y ahora en el Bayer Leverkusen. Giovanni en el Villarreal y toda su carrera en Europa. De hecho, caso curioso, nunca ha jugado en México. Y qué decir del “Chicharito” Hernández en el Manchester United y Héctor Herrera en el Porto de Portugal. En la banca se tiene a un experimentado Carlos Salcido, que también pasó por Holanda e Inglaterra y muchos jóvenes más como el propio Juan José Vázquez en el León –quien no podrá jugar, pero ahí está-, Diego Reyes, también del Porto, o el “Conejito” Brizuela del Toluca.
Experiencia la hay. Muchos de ellos como Oribe Peralta, Corona, Salcido, Giovanni y Herrera, entre otros, ya saben lo que es ser campeones del mundo, ya sea en la Sub-17 o bien en Juegos Olímpicos.
Al final, lo que intento decir es que en el equipo mexicano, ya se sabe que si lo soñamos, lo podemos conseguir. Por supuesto que no soy un ingenuo y sé perfectamente que enfrente tenemos a una joven pero revolucionada Holanda, un símbolo mundial con un experimentado entrenador de corte internacional como Louis Van Gaal, donde un descuido nos puede costar muy caro y mandarnos a casa rápidamente. Pero si la historia juega contra nosotros como un equipo perdedor en las Copas del Mundo, y donde nunca se nos ha dado el famoso “quinto partido”, también sabemos que Holanda es lo más parecido a nuestro muy conocido Cruz Azul mexicano, los eternos subcampeones, los “ya merito” del concierto mundial. Y eso también pesa, qué carambas.
Es sorprendente cómo nosotros mismos no nos creemos de lo que somos capaces. Todo nos parece una sorpresa, como si los europeos fueran de otro mundo. Si gana Costa Rica, es sorpresa, no producto de su trabajo. Si gana Colombia, en ese país no se lo creen y lanzan un grito de ayuda en redes sociales al que llaman: #Hagamoshistoria, para apoyar a su selección. Y aquí los más osados, tirándole a que nos vean como locos, lanzamos un: ¡vamos México! Ya es tiempo pues de que confiemos en nosotros, de que sepamos, de que debemos y podemos.
En fin, sea como sea, el domingo sabremos de qué estamos hechos. Si por fin nos quitamos el SanBenito de “ratoncitos verdes” y nuestra grandeza corresponde siquiera mínimamente a los festejos de nuestro “Piojo” Herrera, que celebra cada gol, qué bueno, qué caray.
Por eso el “Piojo” hace click con la gente. Porque muchos quisiéramos en verdad sentir esa alegría, aunque las condiciones del país no nos lo permitan. De ahí que un poco de optimismo, no nos viene mal. Haga cuentas, la inmensa mayoría de los fanáticos que nos gusta y vemos futbol desde que nacimos, no sabemos lo que es un mundo feliz en México, como nos contaban nuestros padres o abuelos. La inmensa mayoría somos de la generación de la crisis. Crisis, tras crisis que ya hasta pensamos que así es el mundo, como el mito de la caverna de Platón. Y no. Claro que no.
Yo por lo pronto quiero soñar, sueño y sé que podemos lograrlo. ¿Por qué nos negamos un poco de alegría? ¿Por qué nos cuesta tanto trabajo querer ser felices?, ¿por qué pensamos que nosotros no debemos ganar?
Tanto ha sufrido México en los últimos años, que una alegría de este tamaño bien que nos la merecemos. Sé que un triunfo no resolverá los terribles problemas del país, de ninguna manera, pues sólo se trata de futbol y de un triunfo, aunque sea un hecho efímero. Pero yo le pregunto: ¿Qué es la vida si no algo efímero? Total, no nos equivoquemos, sólo es un juego, y si perdemos este domingo ante Holanda, no se va a acabar el mundo. La vida seguirá.
Lo más que nos puede pasar es que nos preguntemos, lo que muy frecuentemente se plantea la oposición en este país:
-¿Y si ganamos?, ¿qué hacemos?
Hasta mañana. Buen día y buena suerte.