Por Salvador Camarena/ La Feria
Los mismos están de manteles largos. La semana pasada fueron el tema de la noticia porque varios de los mismos se reunieron con los mismos. Qué gusto ver a los mismos departir, charlar, coincidir con los mismos. ¡Vivan los mismos!
En esas reuniones los mismos llamaron a la Patria a no descuidar el camino. Muy serios, porque los mismos se toman muy en serio, lanzaron al aire profecías sobre las calamidades que azotarán a México si por accidente la ciudadanía el año entrante osa equivocarse y elige a uno que no sea de los mismos. No se les ocurra prescindir de nosotros, advierten con grave gesto los mismos. Se arrepentirán de no optar de nuevo por los mismos, sermonean en cada micrófono.
Los mismos han estado décadas ahí. ¿Ahí dónde?, pues ahí, en donde mismo: ganen o pierdan, claro está, los mismos siempre acaban a la sombra del favor del poder, no por nada desde los ochenta son los mismos.
Eso sí, a lo largo de unos siete sexenios algunos de los mismos han cambiado de colores, cierto, pero siempre sin dejar de ser los mismos.
Porque los mismos componen una generación con medio siglo: de Porfirio a Creel, de Arturo Núñez a Javier Corral, de Cuauhtémoc a Graco, etcétera. Ellos son los mismos. Ellos y sus adláteres, personajes que sin tener medio siglo en la política llevan años y años en la lógica de los mismos: aprendiendo lo mismo, haciendo lo mismo, derivando en lo mismo. Provocando, por ejemplo, el estancamiento económico estabilizador, la máxima criatura de los mismos.
Hoy a los mismos les preocupa que llegue López Obrador a la presidencia de la República. Sería una barbaridad, denuncian. Es un populista, alertan. Podríamos convertirnos en Venezuela, claman. Es una regresión, corean.
En realidad lo que los mismos no le perdonan a López Obrador es que haya logrado arrebatarles el discurso de que para cambiar hay que elegirlo a él, y no a uno de los mismos.
Es obvio que AMLO fue parte de los mismos; sin embargo, como el tabasqueño resultara hasta hoy tránsfuga exitoso, a los mismos les desquicia la posibilidad de que el reino deje de ser para los mismos.
Cabe aclarar que hay de mismos a mismos. Los más rumbosos en estos días son los mismos alternativos, por distinguirlos con un mote coyuntural.
No hace mucho algunos de ellos se hacían llamar panistas, otros se decían de izquierda. Hoy aquéllos y éstos desesperan para construir un paraguas –al que llaman frente– que ante la tormenta que suponen que se avecina guarezca a los mismos que cuando sacaron al PRI del palacio no pudieron, no supieron o no quisieron cambiar las cosas. Sí, a esos mismos que hoy son dueños de casi todos los partidos, de las cámaras, de las gubernaturas y, alternancia más o alternancia menos, de Los Pinos; y pretenden que como siempre las elecciones muevan todo pero que los puestos sean para ellos, para los mismos.
Al final de cuentas a los mismos no les molesta mayor cosa que en 2018 la presidencia la retenga el PRI, pues qué es un priista sino el súmmun de la filosofía de los mismos: nadie como un priista para vender la sexenal idea que ora sí todo cambiará, todo-todo, menos la corte de los mismos.
Está bueno, coincidamos con los mismos: que gane quien sea, menos AMLO. Qué tranquilidad, que digo tranquilidad, no no, qué emoción que el presidente no será López Obrador sino uno de los mismos. Viva la democracia de los mismos que nos traerá más de lo mismo.
Twitter: @SalCamarena
Fuente: El Financiero