Hoy que la tragedia −que de tanto en tanto ronda por las calles de nuestra capital– se ha cebado de nuevo en los más pobres y han muerto 25 personas que viajaban en la Línea 12 del Metro, es momento de recordar y hacer nuestras las palabras del dirigente y luchador afroamericano Malcom X, asesinado el 21 de febrero de 1965: “Estoy a favor de la verdad, la diga quien la diga. Estoy a favor de la justicia, sin importar a quién favorezca o a quién perjudique”.
Para honrar la memoria de esas 25 personas que murieron; por sus familias, vecinos, amigos y compañeras y compañeros de trabajo. Por las 79 personas que resultaron heridas, es que es preciso conocer la verdad, llegar al fondo del asunto, esclarecer las causas de este terrible accidente que ha conmocionado a la ciudad entera, deslindar responsabilidades, castigar a los culpables, hacer justicia.
Ha de caer quien tenga que caer.
Son la búsqueda de la verdad, que se nos ocultaba sistemática e impunemente, y la lucha por la justicia, que nos merecemos y que nos fue negada por décadas, los principios que nos mueven y alientan. Quienes votamos por el cambio de régimen en el 2018 y estamos a favor de la transformación pacífica, democrática pero radical de nuestro país, dimos en las urnas ese mandato a quienes nos gobiernan: buscar la verdad, hacer justicia.
Tanto Claudia Sheimbaum como Marcelo Ebrard actuaron en consecuencia. Ambos han puesto su persona y su encargo público a disposición de la autoridad y se han sometido al escrutinio de la sociedad. No ha de ser ninguno de los dos −así lo han manifestado públicamente– obstáculo para que, en este caso, se realicen los peritajes independientes, se actúe con la ley en la mano, incluso en su contra –si eso se desprende de las investigaciones.
México ha cambiado. Eso lo hicimos las y los ciudadanos.
Muchos días tardó Miguel de la Madrid en salir a las calles de la capital devastada por el sismo de 1985.
Meses demoró Felipe Calderón para entregar al Congreso la lista de concesionarios de guarderías del IMSS, luego de que en Hermosillo murieran 25 niñas y 24 niños en la Guardería ABC, que una prima de Margarita Zavala y sus socios operaban en una bodega sin las condiciones mínimas de seguridad.
Enrique Peña Nieto, por su parte, luego de ser informado de la masacre perpetrada en Iguala y de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, se fue a jugar golf y solo 14 días después ordenó el despliegue de las fuerzas federales para buscarlos.
Ni Calderón ni Peña dieron la cara después de las muchas masacres ocurridas durante sus sexenios: “En algo andarían”, decía el primero, mientras que el otro se subía a su palacio flotante y se iba de viaje.
En contraste, juntos y apenas unas horas después de la tragedia, Claudia, Marcelo y Andrés Manuel López Obrador se presentaron ante la nación, se sometieron a los cuestionamientos de la prensa y reafirmaron el compromiso de que no habrá impunidad. En las redes y la prensa −incluso en el lugar mismo de los hechos y al que acudieron diputados del PAN a tratar de incitar a los deudos para que actuaran contra la autoridad capitalina− ha comenzado la obscena y estridente explotación político-mediática de la tragedia.
Lo cierto es que, como decía Rabindranath Tagore: “la verdad no está de parte de quien grite más”. La verdad está en los hechos, la verdad habrán de decirla esas vigas retorcidas que cedieron al paso del tren. La verdad y sus consecuencias habrán de asumirla quienes resulten responsables.
Epigmenio Ibarra
@epigmenioibarra