Verano Caliente: Verdades y mentiras

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Con la ausencia de quien fuera entonces su candidato a gobernador del Estado, Francisco Barrio Terrazas, la duda de si dejarán venir a los “presidenciables” del PAN para el 2012 e inmersos en una profunda división interna, el Comité Directivo del PAN se apresta este fin de semana a conmemorar el XXV Aniversario del “Verano Caliente del 86”.

 Para todos resulta evidente que los actos conmemorativos de este episodio político que se considera el punto de quiebre de la hegemonía  que durante 70 años mantuvo el PRI en el poder en todo el país y el que dio el inicio al proceso de alternancia en el país, están orientados a contrarrestar en la medida de lo posible la deteriorada imagen del panismo chihuahuense.
 El PAN apela al pasado porque su presente es desastroso y su futuro poco promisorio, pero no para retomar sus orígenes democráticos sino para compensar la falta de liderazgos políticos actuales; recurre a sus glorias electorales de antaño con el fin de ocultar sus derrotas actuales en las urnas y  rememora ese movimiento en defensa del voto para justificar su traición a la democracia y su ineptitud  y corrupción como gobierno.
 Su esfuerzo está condenado al fracaso por razones varias:
 En primer término porque como señalamos líneas arriba  carece de autenticidad, pero también de honestidad política y solvencia moral.
 El 86, ciertamente fue el inicio de un nuevo ciclo político electoral sustentado en la lucha por el respeto al voto, demanda en torno a la cual se vertebró una amplio movimiento ciudadano y plural, tanto en su expresión social como política e ideológica.
 El PAN lo capitalizó electoralmente con éxito seis años más tarde, pero no fue su artífice como dice Francisco Barrio en entrevista  concedida a El Diario. Ahora sabemos, fue la asesoría brindada por el equipo o ex colaboradores de Martín Luther King en acciones de resistencia civil, lo que explica las dimensiones sociales y políticas que tuvo.
 Es fruto de la confluencia  de múltiples factores como la ruptura que se produjo entre el gobierno de José López Portillo y la cúpula empresarial a raíz de la nacionalización de la Banca, del impacto negativo en la clase media de la devaluación del peso, del hartazgo ciudadano con la corrupción, la simulación política y el fraude electoral, del asfixiante centralismo y presidencialismo a que estaban sometidas las entidades federativas y los municipios.
 La bandera del cambio fue más una reivindicación moral que política. El 86, fue un movimiento antigobiernista, no pro panista como ahora lo quieren vender los líderes del Acción Nacional, con inocultable deshonestidad política.
 Además, el PAN traicionó como partido y gobierno la esencia de ese movimiento y las expectativas que generó entre los ciudadanos:
 En las elecciones presidenciales de 1988, con Luis H. Álvarez a la cabeza del CEN del PAN, nunca se pronunció en contra el fraude electoral consumado por Carlos Salinas de Gortari en prejuicio de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano; por el contrario, al amparo del sofisma de la “legitimidad en el ejercicio del poder”,  lo convalidó, dando inicio así a un proceso de alternancia negociada o concertacesiones, lo mismo en Chihuahua, que en Guanajuato y otras Estados de la República que allanaron el camino al arribo de Vicente Fox a la presidencia de la República en el 2000.
 Y lo que es el colmo: Como partido en el poder  el PAN fue más allá en las elecciones presidenciales de 2006, en las que desplegó una inequitativa  campaña de apoyo desde la presidencia de la República reconocida aunque no sancionada por el IFE. En efecto, realizó aberrantes trueques de votos por canonjías y privilegios con Elba Esther Gordillo y algunos gobernadores del PRI, con tal de evitar el triunfo de Andrés Manuel López Obrador y mantenerse en el poder.
 Acción Nacional abjuró no únicamente de los principios de libertad, sufragio efectivo y respeto al voto, sino también de la Resistencia Civil  a la que apeló AMLO como lo hizo el ahora embajador de México en Canadá, Francisco Barrio, en 1986.
 El PAN ha cometido graves pecados de obra y omisión, por los que está pagando una onerosa penitencia electoral.
Plubicado

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