Por Francisco Javier Pizarro Chávez
La atención de gobiernos y de los medios de comunicación del mundo está enfocada en Venezuela desde el 10 de enero del año en curso. Y es que justo ese día, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, desconoció el gobierno de Nicolás Maduro e impuso como presidente interino o encargado a Juan Guaidó, con la indulgencia y apoyo de 13 países latinoamericanos integrantes del Grupo Lima, la Unión Europea, Canadá y otras naciones, lo que por donde quiera que se le vea, es algo absurdo.
Anticipo de entrada que no “meto las manos al fuego por Nicolás Maduro”, pero sí estoy en total desacuerdo con esa flagrante violación a la soberanía y la autodeterminación de Venezuela.
Cierto es que ese país está inmerso en una profunda crisis económica y social desde la muerte de Hugo Chávez en 2013 a la fecha.
Los indicadores macroeconómicos del Producto Interno Bruto, producción y venta de petróleo, inflación, seguridad social, finanzas públicas y endeudamiento externo, están por los suelos.
El éxodo masivo de cientos de miles de ciudadanos que han optado por emigrar a otros países ante la falta de vivienda, alimentos, medicinas y fuente de empleos, es la mejor prueba de ello.
Esta crisis humanitaria, sin embargo, quien la tiene que resolver no es Trump y sus aliados, entre los que se encuentra el presidente de Brasil que carece de autoridad moral para ufanarse como “demócrata y defensor de los derechos humanos”.
Corresponde al pueblo venezolano y a nadie más, decidir si destituyen a Maduro y eligen presidente a Guaidó, con base en sus normas constitucionales y su legislación electoral, las que, por cierto, se han manipulado y tergiversado para dar sustento jurídico a lo que muchos consideran un “golpe de Estado”, incitado y patrocinado por el presidente de Estados Unidos.
La designación de Juan Guaidó carece de sustento jurídico no únicamente en lo que se refiere al Derecho internacional, sino también a las normas constitucionales de Venezuela.
El Artículo 233 de la carta magna de ese país al que apela Guaidó, define claramente las circunstancias que dan sustento a la destitución del presidente. Textual: cuando hay una “falta absoluta del presidente por muerte, renuncia, incapacidad, abandono del cargo”, lo que no es el caso.
Aplaudo que el presidente Andrés Manuel López Obrador no se haya hecho eco al albazo de Trump y se haya apegado a los principios de la Doctrina Estrada que se manifiesta en contra de que los países decidan si un gobierno extranjero es legítimo o ilegítimo; el de la libre autodeterminación de los pueblos, la no intervención en asuntos internos de otros Estados y la solución pacífica de los conflictos.
AMLO y el presidente de Uruguay fueron los únicos mandatarios latinoamericanos que propusieron una solución consensuada y pacífica entre el gobierno de Venezuela ysus opositores, e incluso se ofrecieron como mediadores.
El rechazo de Guaidó a aceptar la vía de una solución consensuada entre ambas partes para dar salida a la confrontación política y social de Venezuela, puede devenir en una guerra civil y en una guerra mundial entre las grandes potencias: Estados Unidos, Rusia y China, tanto en el ámbito comercial como bélico.
La imposición de sanciones el lunes pasado del Gobierno norteamericano a la empresa estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA), dejan en claro que lo que les motiva nada tiene que ver con “restaurar la democracia”, “los derechos humanos”, y la “ayuda humanitaria” como lo proclaman.
Su objetivo es otro: Apoderarse del petróleo de Venezuela que tiene las mayores reservas probadas del crudo en el mundo con 296 mil.501 millones de barriles, por arriba incluso de Arabia Saudita.
El asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Bolton, y el secretario del Tesoro Steven Mnuchin, sin decoro ni tapujo alguno, lo dejaron en claro.
Las sanciones impuestas bloquean 7 mil millones de dólares en activos desde el martes pasado, 11 mil millones de dólares en ingresos de exportación perdidos durante un año y congelaron todos los bienes de la empresa petrolera de Venezuela y, además, prohibieron a las empresas estadounidenses hacer negocios con ella.
PDVSA es propietaria de la refinería Citgo en Estados Unidos, el más importante activo de la nación sudamericana en el extranjero, por lo se busca asfixiarla.
El propósito de las presiones “diplomáticas y económicas” impulsadas por Trump, buscan por esa vía obligar a Venezuela a romper sus relaciones comerciales de hidrocarburos con Rusia, a quien adeuda 3 mil millones de dólares, 100 de los cuales tiene que pagar en marzo.
Pero EEUU no apela solo a las presiones diplomáticas y financieras, sino también a la amenaza militar. La agencia periodística, The Associated Press, captó una fotografía en la que el asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos John Bolton sostenía durante la conferencia del lunes pasado una libreta en la que tenía anotado el siguiente mensaje: “5.000 Troops to Colombia” (en español: “5.000 soldados para Colombia) que como es de conocimiento público, es uno de los países latinos más sometido a Estados Unidos.
Tan es así que, sin empacho alguno, el canciller colombiano al ser interrogado sobre ese mensaje, dijo “desconocer el alcance y razón de dicha anotación”, ah, pero fue enfático en dejar en claro que “Colombia seguirá dialogando en forma permanente con Estados Unidos sobre todos los temas de interés común, cooperando con esta nación amiga, en asuntos bilaterales, hemisféricos y globales”.
En este entorno no es improbable que Venezuela sea víctima de una intervención militar, la cual tendría una honda repercusión para toda América Latina, en particular, a aquellos países que cuentan con yacimientos y reservas petroleras, entre ellos México, que libra una gran batalla con los huachicoleros por evitar el saqueo de Pemex, que la calificadora Fitch Rating, el miércoles pasado bajó su clasificación crediticia en escala internacional BBB-, lo que significa que petróleos mexicanos tiene una menor capacidad para pagar los intereses de la colosal deuda externa heredada de los tres últimos sexenios.
No es una simple evaluación, sino un amago. Las calificadoras financieras internacionales lo que pretenden es que Pemex siga importando gasolina refinada de Estados Unidos a altos costos y se siga endeudando. Por eso se oponen al combate a la corrupción y saqueo de Pemex y por supuesto a la perforación de más pozos y la construcción de refinerías nacionales.
El poeta Zacatecano Ramón López Velarde fue premonitorio. En su poema La Suave Patria, advirtió: “El Niño Dios te escrituró un establo…y los veneros del petróleo el diablo”. Hay que estar atentos y preparados para exorcizar a estos demonios que andan sueltos.