Por Pedro Miguel
Desde luego, hay personas honorables, como en todo conjunto humano. Algunas habrán firmado el manifiesto oligárquico del 31 de enero porque están saturadas de desinformación; otras, porque han desarrollado una aversión visceral al lopezobradorismo y algunas más, para evitarse una diferencia con sus amistades. Pero me dirijo a los que urdieron, redactaron y financiaron la publicación: el empresario equis y sus tres o cuatro colegas, el manojo de ex funcionarios que languidece lejos del presupuesto y los que alguna vez se soñaron grandes de las letras, las artes y las academias y a quienes la realidad ha evidenciado como meros bufones mediáticos que ni siquiera son capaces de redactar un desplegado con decoro sintáctico.
Ustedes dicen ser claros en su exhorto a “vencer en las urnas a la coalición oficialista de Morena y sus partidos satélites”, pero son oscuros y taimados en su inducción al voto por el PRIANRD; apelan al “concurso de múltiples y diversos actores” pero defienden un programa político de un solo punto: acabar como sea con la Cuarta Transformación; pretenden marear con el noble propósito de “construir una sociedad basada en derechos” cuando en treinta y tantos años han destruido los derechos para engatusar con el sucedáneo de las “oportunidades”; proponen “rencauzar los cambios hacia la profundización de la democracia, fortaleciendo la transparencia, la rendición de cuentas y la participación ciudadana”, pero quieren reinstaurar en el poder político a los mapaches y alquimistas, a los que se enriquecieron con partidas secretas y a quienes durante décadas excluyeron de toda participación en los asuntos públicos al grueso de la sociedad.
Tienen ustedes el descaro de acusar de autoritario al actual gobierno, pero ustedes fueron personeros y beneficiarios del salinato asesino, minimizaron las masacres campesinas perpetradas por el zedillato, aplaudieron la persecución judicial de los zapatistas, satanizaron a los comuneros de Atenco, cabildearon por la liberación de los asesinos de Acteal, elogiaron la guerra genocida de Calderón, aprobaron la represión de los electricistas y pidieron aplicar la violencia del Estado contra el magisterio democrático; tildan de populista a la presidencia de López Obrador, pero olvidan los ríos de tinta y baba que gastaron en la defensa del Pronasol salinista; se enteran apenas ahora de “la zozobra de los ciudadanos que han olvidado lo que es vivir en paz y con seguridad”, como si los cárteles se hubieran fundado en diciembre de 2018 y como si el auge de la delincuencia no se hubiera incubado en las políticas económicas neoliberales de las que ustedes fueron ideólogos.
Ustedes mienten.
Ustedes se morían de ganas de que en la pasada elección estadunidense los demócratas se alzaran con las mayorías en ambas cámaras para que fuera más fácil meter preso a Trump, pero ahora se horrorizan ante la posibilidad de que la coalición gobernante mantenga el control de las cámaras, lo que facilitaría enjuiciar a Calderón y a Peña. Ustedes, junto con sus alcahuetes de la OEA, están esperando el menor pretexto para salir a deslegitimar la posible victoria de sus adversarios la noche misma del 6 de junio, exactamente como lo hizo Trump el año pasado. Porque, dicho sea de paso, ustedes se parecen mucho más a Trump que a Biden y tienen de espíritu democrático lo que mi abuela tenía de millennial.
Ustedes son salinistas, zedillistas, foxistas, calderonistas y peñistas, y no por convicción ideológica, sino por añoranza financiera. Extrañan las presidencias que les otorgaron jugosos contratos y generosas exenciones fiscales, que les entregaron instituciones enteras para que las ordeñaran, que los subieron al tren del boato y al avión presidencial y que los adularon como los grandes del emprendimiento y la sabiduría.
Ustedes están azorados porque la que consideraban su hacienda o su encomienda está siendo transformada en una patria para decenas de millones que nunca la tuvieron; les indigna que por primera vez en décadas el gobierno se ocupe de que la población tenga qué comer, dónde curarse y dónde estudiar; les exaspera que ciudadanos sin corbata o con los zapatos sucios profanen los recintos oficiales de los que ustedes se sentían dueños a perpetuidad.
Casi hemos llegado a la mitad del sexenio y ustedes siguen sin entender nada de nada. ¿Dónde quedó aquella penetrante inteligencia que aplicaron para destazar la propiedad pública, el 27 constitucional y los sistemas de salud y educación? Ahora no fueron capaces ni de concebir un proyecto nacional distinto al que gobierna, como no sea el regreso al charco inmundo de la corrupción, la represión, la simulación, la exclusión, la frivolidad, el entreguismo y el saqueo.
Este domingo la ciudadanía saldrá masivamente a votar y lo hará con amor y esperanza. Ya ustedes harán cuentas y tal vez –ojalá– empiecen a entender cuánto ha cambiado México.
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