Se ha dicho que logró con sus desplantes la unidad de los mexicanos. Sí y no. Sí, porque ha demostrado hasta la saciedad que su racismo es enfermizamente antimexicano. Ni siquiera todas las naciones predominantemente islámicas están en su lista de vetos para dejar entrar a sus habitantes en Estados Unidos; sólo siete, pero Turquía o Arabia Saudita, por ejemplo, no están en su inventario.
Pero no ha logrado dicha unidad de todos los mexicanos, aunque no han faltado quienes han querido convertirla en unidad en torno a Peña Nieto
(Slim entre ellos), y aquí es donde existe una gran diferencia. No es lo mismo unirse contra Trump que unirse con el presidente de México. Éste sigue representando los intereses de los grandes capitales en nuestro país (nacionales y extranjeros) y, aunque no lo sabemos con precisión (pues no se grabó su conversación telefónica con su homólogo de Washington), todo indica que se está haciendo hasta lo imposible por mantener una tersa relación con el republicano fascistoide. El nombramiento de Videgaray como secretario de Relaciones Exteriores, después de haberlo corrido por la pifia de agosto del año pasado, demuestra descaradamente que la relación exterior que le interesa a Peña es con el gobierno de Trump (¿por qué me viene a la mente, tratándose de Videgaray, la fábula del burro que tocó la flauta?)
Aunque formalmente Peña es el presidente de México, en la realidad sabemos que no nos representa a todos, mucho menos a los pobres, que forman la mayoría de la población. ¿Por qué habríamos de unirnos con él si en realidad fue desinvitado antes de que él decidiera no ir a Washington bajo condiciones adoptadas unilateralmente por Trump, ostensiblemente ofensivas? ¿Por qué, si ante las nuevas circunstancias bilaterales
impuestas por el republicano, Peña no ha articulado por lo menos un esquema de desarrollo nacional para ser menos vulnerables, más soberanos y más independientes? ¿Qué nos ha dado u ofrecido el gobierno como para sentirnos orgullosos de él y apoyarlo? ¿Oponerse a pagar el muro que quiere construir el empresario neoyorquino? ¡Sólo faltaba!
El muro ciertamente es una ofensa, pero también inútil y contraproducente. ¿De veras alguien cree que con él se evitará la inmigración ilegal, el trasiego de drogas, la venta de armas de allá para acá? El contrabando es una práctica muy antigua. Como me dijera un comerciante texano antes de que México se adhiriera al GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio): lo que quepa por el puente se lo ponemos en su casa; tienen sus modos y saben que los obstáculos, en este negocio, sólo existen sin corrupción y que ésta es todavía más antigua que el contrabando. Por altos y gruesos que sean los muros siempre tendrán puertas (y túneles). ¿Se ha puesto a pensar Trump qué va a hacer con 30 millones o más de drogadictos furiosos porque no les llegan las drogas o porque suben de precio gracias al muro? (En las redes circula un chiste que dice que serán los propios drogadictos estadunidenses quienes derribarán el muro.) ¿Pensará que los cárteles de la droga se quedarán cruzados de brazos viendo cómo se les cae el negocio?
En lugar de apoyar a Peña, debemos exigirle un plan de desarrollo nacional, de empleo, de fortalecimiento del mercado interno, de distribución de la riqueza, de austeridad republicana y de fortalecimiento de nuestra soberanía en los hechos y más allá de los discursos. Si lo hace y lo pone en práctica, bien (aunque no lo creo); si no, pues votaremos contra su partido y de quienes lo apoyan llamando a la unidad nacional sin adjetivos ni matices.
Fuente: La Jornada