Por Epigmenio Ibarra
Podrán triunfar en la batalla legislativa los opositores que, de nueva cuenta y al servicio de la oligarquía rapaz, actúan unidos para impedir que se apruebe la reforma eléctrica
Cuando se trata de los intereses de la Nación no hay medias tintas. A quien traiciona a México, a quien entrega los recursos naturales que son propiedad de todas y todos los mexicanos a empresas depredadoras, a quien da la espalda a las mayorías empobrecidas y convierte la luz, que es un derecho, en una mercancía, a la legisladora o al legislador que se rinde ante el dinero y no ante el pueblo que dice representar y al que debe el puesto que ocupa, hay que llamarlo por su nombre, hay que decirle traidor.
“Desgraciados los traidores, madre patria, desgraciados. ¡Ellos –dice el poeta Otto René Castillo– conocerán la muerte de la muerte hasta la muerte!”. Y sí; así es. Podrán triunfar en la batalla legislativa los opositores que, de nueva cuenta y al servicio de la oligarquía rapaz, actúan unidos para impedir que se apruebe la reforma eléctrica, pensando que se trata solo de una cuestión de sumas y restas, de cálculo políticos, pero habrán de cargar sobre sus espaldas –y eso quedará consignado en la historia– la ignominiosa responsabilidad, la vergüenza de refrendar el atraco perpetrado por Enrique Peña Nieto.
Pírrica será sin embargo su victoria; no habrán golpeado, como ellos piensan, a Andrés Manuel López Obrador, no serán el Presidente y su gobierno quienes paguen el costo de esta traición. Será la gente, serán los más pobres de los pobres, serán también quienes pertenecen a la clase media quienes sufrirán las consecuencias, quienes se verán convertidos en rehenes –como en España– de las empresas que, con sus cabilderos y su plata, decidan la suerte de la reforma.
Y luego, más temprano que tarde, en las próximas elecciones, serán ellas y ellos mismos y sus partidos, a quienes alcanzará su propia traición. Crimen de lesa patria y suicidio político será a la vez el de los priistas y perredistas que decidan, una vez más, ponerse al servicio de esos conservadores de los que, en el pasado, se consideraban adversarios políticos irreconciliables.
No son las ideas las que unen a la oposición; es la rabia y es también el dinero. Siguen los opositores, todavía, pensando que la gente –a la que desprecian profundamente– votó en el 2018 o por ignorancia o por hartazgo. No comprenden los conservadores –del PRI, del PAN, del PRD– que, al contrario de lo que sucede con ellos, al grueso de la ciudadanía la une, en torno a López Obrador, un programa, un ideal; la transformación de este país, la erradicación, en paz y con libertad, de un régimen que sometió, masacró y saqueó a México impunemente durante décadas.
La gente protagonizó una insurrección cívica, votó en el 2018, de manera consciente e informada –justo como acaba de volver a hacerlo en la consulta de revocación de mandato– por propuestas que, en tanto coincidían con sus intereses y los intereses de la Nación, se apropió. No fue la reciente consulta –como se esfuerza vanamente en presentarla la derecha– solo una ocurrencia, tampoco lo es la reforma eléctrica y menos todavía la electoral.
En torno a la lucha contra la corrupción y también en torno a la lucha por la recuperación de la soberanía nacional, la protección de nuestros recursos naturales como el litio y la conquista de la plena soberanía ciudadana se mantienen unidos millones de mexicanas y mexicanos. Contra esos millones, no contra un hombre y su partido, es que habrán de votar, si lo hacen en contra de la reforma eléctrica las y los legisladores de oposición, si cometen este acto de traición anunciada, traidores habrá que llamarlos.
@epigmenioibarra