Una teoría forzaría a reescribir la historia de la Isla de Pascua

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Recientes hallazgos arqueológicos desmienten la descripción que los primeros viajeros europeos hicieron de la civilización que erigió los moáis.

La sociedad aborigen de la Isla de Pascua (Chile) se mantuvo bien estructurada hasta la llegada de los primeros colonos europeos en el siglo XVIII y, contrariamente a lo que se creía hasta ahora, no sucumbió a las guerras internas. A esta idea ha llegado un grupo de científicos de Australia y EE.UU. tras estudiar las canteras de basalto y obsidiana de las que la cultura autóctona extraía minerales, así como las herramientas halladas en ellas.

Un moái recientemente excavado de espalda / pacificarchaeology.org

El equipo reunió los datos de su investigación de campo en un artículo que publicó este lunes Journal of Pacific Archaeology. La investigación no fue solo arqueológica, sino que también incluyó el análisis geoquímico y radiométrico de los recientes hallazgos relacionados con la construcción de los moáis, las colosales esculturas antropomorfas que se encuentran por toda la isla.

Tanto los navegantes holandeses que llegaron a la Isla de Pascua en 1722 como los últimos libros publicados sobre este trozo de tierra firme de 170 kilómetros cuadrados aseguraban que la población local había sucumbido a la barbarie y al canibalismo. Los historiadores suponían que la civilización insular se había desmoronado poco antes del comienzo del siglo XVIII a causa del agotamiento de los recursos alimentarios y madereros.

“La idea de la rivalidad y la decadencia en la Isla de Pascua podría ser algo exagerada“, afirmó el autor principal de la nueva investigación, Dale Simpson, arqueólogo de la Universidad de Queensland (Australia). En su opinión, citada por un comunicado del Field Museum (EE.UU.), “la industria que existía alrededor de las esculturas de piedra es una prueba sólida de que había cooperación entre las familias y los grupos de artesanos”.

Lo que le permitió llegar a esta conclusión fue la espectrometría de una especie de hachas de piedra llamadas ‘toki’, que le permitió determinar que todas estas herramientas provenían de una misma área, donde estaban las canteras, pero eran utilizadas en distintas partes de la isla.

A su juicio, el hecho de que todos los artesanos utilizaran un tipo de piedra es señal de una “cooperación a gran escala” entre ellos e indica que compartían información. Además, parece que los isleños estaban bien organizados y equipados, y disponían de una considerable cantidad de materiales.

El nuevo descubrimiento —más de 1.600 herramientas y los resultados de su análisis selectivo— contradice la opinión de que los aborígenes solo buscaban destruirse mutuamente. Incluso cuando esta sociedad “fue posteriormente diezmada por los colonos y la esclavitud, la cultura rapa nui persisitió“, sostiene el científico.

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