Una nueva caravana de alrededor de 2 mil 500 migrantes avanzaba ayer desde el sur de México con rumbo a la frontera con Estados Unidos, enfrentando mayor calor —y una acogida mucho menos cordial— que las caravanas del año pasado.
La caravana atravesó el lunes la ciudad de Huixtla, en el estado de Chiapas, pero la policía se formó para mantenerlos en movimiento a lo largo de una carretera a las afueras de la ciudad, y no los dejó entrar, a diferencia de lo que ocurrió el año pasado, cuando se permitió que las caravanas se quedaran en el centro de la población.
La alcaldía dijo en un comunicado que ofreció agua y asistencia médica a la caravana de 2 mil 466 personas, integrada principalmente por nicaragüenses, cubanos, salvadoreños, hondureños y guatemaltecos. Agregó que la caravana incluía a muchos niños y que algunos estaban sufriendo con el calor de la zona, que ha alcanzado una temperatura máxima de 39 grados centígrados.
Las caravanas más recientes no están recibiendo una acogida tan cordial en Chiapas como ocurrió con otras el año pasado, cuando gobiernos locales y grupos religiosos repartieron alimentos, agua y ropa. Anteriormente la propia Policía ayudó a veces a los migrantes a conseguir transporte.
Un grupo de activistas opinó que el gobierno mexicano parece tratar ahora de cansar a las caravanas o impedir que lleguen a Estados Unidos.
“Es una estrategia para ‘reventarlos’… de parar las caravanas”, dijo Irineo Mújica, de la organización humanitaria Pueblo Sin Fronteras, que acompañó las caravanas del año pasado y las de este año.