El paso de la mala hierba teosinte al cereal más producido del planeta fue un proceso lento y gradual
Por Miguel Ángel Criado
Una mazorca de 5.000 años muestra cómo fue la domesticación del maíz. El análisis de su ADN da pistas sobre el proceso que llevó a una mala hierba como el teosinte a convertirse en la base alimenticia de América. Aquella mazorca (también llamada elote o choclo) era muy diferente del maíz actual, pero ya portaba los genes del cereal que se ha convertido, según la FAO, en el más producido del mundo.
El maíz entró en la dieta de los humanos hace apenas 9.000 años. De esa época son los restos encontrados en cuevas del valle del río Balsas, en el suroeste de México. La comparación genética entre el maíz actual (Zea mays L. ssp. mays) y su antecesor, el teosinte (Zea mays ssp. parviglumis), confirman que fue por entonces cuando empezaron a divergir ambas plantas. Pero el resto de la historia hasta que el maíz se convirtió en el principal sustento de las grandes civilizaciones americanas apenas está escrita.
Ahora, un grupo de investigadores, entre ellos varios mexicanos, ha tenido la rara ocasión de conseguir una muestra de ADN de una de las mazorcas más antiguas de las que se conservan y que por su antigüedad, 5.310 años, se coloca en la mitad de la historia. Se trata de la llamada Tehuacán162, localizada en los años 60 por arqueólogos estadounidenses en una cueva del valle de Tehuacán, en Puebla (México). Aunque se han hallado elotes aún más antiguo, este apenas ha sido contaminado por ADN bacteriano en todo este tiempo. Eso ha permitido a los científicos secuenciar su genoma, cuyos resultados acaban de publicar en Current Biology.
Restos arqueobotánicos y análisis genéticos muestran que el teosinte y el maíz se separaron hace 9.000 años
“Aunque desde el punto de vista morfológico, es mucho más pequeña, da menos granos y más pequeños, Tehuacán162 ya tiene genes que son importantes en el proceso de domesticación del maíz”, dice la investigadora del centro de geogenética del Museo de Historia Natural de Dinamarca, y principal autora de la investigación, la mexicana Jazmín Ramos Madrigal. “Uno es el Tga1. Un nucleótido de este gen ha sido relacionado con la presencia de una cáscara dura alrededor del grano. Está en el teosinte, pero no en el maíz y tampoco en Tehuacán162”, añade Ramos.
La mazorca parece encontrarse a medio camino. Lo está cronológicamente, lo está morfológicamente (ver imagen superior) y, como recuerda la investigadora mexicana, “desde el punto de vista genético también está en medio”. Además del Tga1, este elote ya cuenta con otros genes presentes en el maíz actual, como los que intervienen en la particular inflorescencia de este cereal, con sus flores rodeando el extremo del tallo, en su reloj circadiano o en el momento de la floración. “Otro que está presente es el bt2, asociado al almidón, al valor nutricional, del maíz”, comenta Ramos.
Todo ello muestra que el proceso de domesticación del maíz fue lento y gradual. También permite ver que la distancia tanto morfológica como genética entre el maíz cultivado y el silvestre, el teosinte, es mucho mayor que la que hay entre los otros cereales y sus parientes silvestres.
Sin embargo, Tehuacán162 aún conserva genes que recuerdan su conexión con el teosinte. No tiene, por ejemplo, la mutación del gen implicado en el dulzor de muchas variedades del maíz actual y que, por ejemplo, domina en los cultivos de EE UU, principal productor mundial.
Más misteriosa es la presencia de un gen relacionado con la caída de los granos. Una de las manipulaciones humanas más importantes de los cereales, si no la que más, fue evitar que los granos cayeran una vez maduros. Este mecanismo natural de dispersión de la semilla complicaría la cosecha. A diferencia del maíz actual, como en el trigo o el arroz, el gen responsable de que los granos se queden en la espiga, aún no estaba en Tehuacán162.
Quizá por eso, el árbol genético del maíz tenga una rama rota al llegar a esta mazorca de 5.000 años. A diferencia de otras ramas del dendrograma, cuyas variedades fueron creciendo y evolucionando mientras se extendían por toda América, perviviendo hasta hoy, la subespecie de Tehuacán162 no tuvo continuación y se extinguió.
Fuente: El País