¿Una broma puede ser delito?

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Tras la muerte de una enfermera víctima de locutores que simularon la voz de la Reina Isabel, se ha iniciado un debate sobre si los bromistas son culpables, además de la responsabilidad de los medios.

Sobre esta broma en la radio se han reído usuarios de Internet en todo el mundo: Un hospital en Londres confunde a una persona que llama desde Australia con un ridículo acento británico con el de la reina Isabel II. Y pasa la llamada con la sección donde está siendo atendida la duquesa Catalina, la esposa embarazada del príncipe Guillermo, segundo en la línea de sucesión al trono británico. La locutora de radio Mel Greig y sus colegas apenas dan crédito: ha conseguido que se pase la llamada.

Pero tras la muerte de la enfermera que pasó la llamada, ahora la sensación es otra, se ha convertido en consternación e indignación, sobre todo dirigida hacia los presentadores de la radio, que por ahora ya han perdido su puesto de trabajo. Aunque la policía no ha confirmado oficialmente que la mujer se suicidara, medios británicos y australianos así lo indican por las circunstancias en las que se produjo el deceso. Se desconocen si esta madre de dos hijos afrontaba otras preocupaciones personales o problemas.

A los locutores Greig y Michael Christian se les señala ahora de tener “sangre en las manos”, según escribieron algunos tuiteros indignados. “Deberían ir a la cárcel”, agregan. Después de los hechos, en una encuesta no representativa de la página web del “Brisbane Times” asegura casi dos tercios de los más de 30.000 participantes que consideraron que la burla no tenía gracia, que era una broma pesada.

No obstante, en Internet también hay defensores de los locutores, que han mostrado su solidaridad con ellos. Jeff Kennett, presidente de la organización australiana que informa sobre las depresiones, salió en su defensa. Aseguró que se trató de una “broma inofensiva”. Y agregó: “No se pueden prohibir todas las bromas por que no se puedan calcular las consecuencias”.

El articulista Peter FitzSimons señala en el “Sydney Morning Herald” que hasta el propio príncipe Carlos reaccionó de buena manera cuando los periodistas le bombardearon con preguntas sobre la llamada falsa. “¿Y cómo saben ustedes que no tengo una radio?”, comentó.

Sin embargo, en el mismo diario Michael Idato asegura que en la época de los nuevos medios habría que poner nuevas reglas. “¿Cuándo se convierte algo divertido en un delito?”, se pregunta. “Lo que ocurrió, una ridícula llamada, vergonzosa (para la persona) no se puede considerar en sí como especialmente mala. Pero como la sociedad hoy en día actualmente está dominada por las redes sociales y destructivos falsos juicios ‘à la Twitter’, todo se puede convertir rápidamente en algo mucho peor. Y es ahí donde radica la responsabilidad de la emisora (…)  Lo que mantiene unida una sociedad civilizada es comprender que las acciones tienen consecuencias, el deber de la asistencia, que deja margen para la broma pero sin ir contra los principios de humanidad, dignidad, compasión, respeto”.

A pesar de todo el dolor por esta situación, en Reino Unido existe cierto alivio por el hecho de que no haya sido un medio británico el que permitió la mofa. La prensa amarillista en la isla está en el punto de mira, sobre todo tras el escándalo en los medios de comunicación por ciertos métodos cuestionables y su intromisión en la esfera privada, también de la familia real.

Actualmente se está elaborando un nuevo sistema de supervisión ética. La conmoción y la tragedia tras conocerse el embrazado de la duquesa Catalina podría influir tanto en los medios británicos como en los extranjeros para en el futuro actuar de una forma más cautelosa.

Fuente: DPA

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