Al menos un millón de niños de uno a cuatro años (21.8 por ciento) residentes en localidades con menos de 100 mil habitantes, principalmente en las regiones centro y sur del país, presentan niveles elevados de plomo en la sangre, con una concentración por arriba de la Norma Oficial Mexicana vigente, mientras 28.9 por ciento reporta acumulaciones moderadas, de acuerdo con los resultados del primer Reporte Nacional de Niveles de Plomo en Sangre y Uso de Barro Vidriado en Población Infantil Vulnerable.
El estudio, coordinado por la investigadora Martha María Téllez-Rojo, del Centro de Investigación en Nutrición y Salud del Instituto Nacional de Salud Pública, revela que en la región norte del país se reportó una menor prevalencia de niños con niveles elevados de plomo en la sangre, con 9.8 por ciento, frente a tasas de 20.7 en el centro del país, y de 25.8 por ciento en la región sur.
En la población de estudio, 50.7 por ciento de los menores presentaron concentraciones de plomo en la sangre más elevadas que los niveles establecidos por la Organización Mundial de la Salud, lo que indica que más de 2.5 millones de niños están en riesgo de sufrir los efectos tóxicos del plomo en la sangre.
Destaca que la exposición crónica a este metal desde la etapa prenatal afecta la función de todo el organismo, en el que se deposita de manera irreversible. Se trata de un neurotóxico que atraviesa la barrera placentaria y afecta el sistema nervioso central del embrión en desarrollo, lo que hace que el recién nacido no desarrolle su potencial intelectual, y se generan así problemas en el aprendizaje, de atención, e incluso de agresividad y violencia.
Estos factores, agrega el informe presentado como parte de los resultados de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut-100K) 2018 en localidades con menos de 100 mil habitantes, repercuten negativamente en la educación, la productividad, el ingreso y las oportunidades futuras, lo que contribuye a perpetuar el ciclo intergeneracional de la pobreza. Se estima que 15 por ciento de la población infantil mexicana desarrollará un coeficiente intelectual de cinco puntos debajo de lo que hubiera alcanzado en ausencia de esta exposición, enfatiza el informe.
Si bien los riesgos de exposición a contaminación por plomo incluyen residir en zonas industriales, mineras, alfareras o cerca de talleres de reciclaje de baterías y basura electrónica, en México una de las fuentes permanentes de contacto con este metal es el consumo de alimentos en loza de barro vidriada con plomo (LBVPb), cuyo uso, agrega el reporte, está profundamente arraigado en la cultura mexicana, por lo que se detectó que su utilización fue altamente significativa y diferenciada por región.
De acuerdo con los resultados de la muestra de mil 457 menores, con representación de 5 millones 23 mil 382 niños de uno a cuatro años, 34.5 por ciento reportó utilizar la LBVPb en los tres meses previos a la encuesta, aunque su proporción difirió por región. En el sur fue de 39.9 por ciento; en el centro, 32.2, y de 21.2 por ciento en el norte.
Se estima que al menos 1.7 millones de niños de uno a cuatro años de edad viven en hogares donde se usó de forma regular la LBVPb en los tres meses previos a la encuesta, de los cuales 985 mil 640 residen en comunidades del sur del país, donde 52.3 por ciento de los niños reportó niveles elevados de plomo en la sangre. En contraste, en los casos donde se reportó el uso de este tipo de loza menos de una vez al mes, 57.4 por ciento de los menores presentó niveles no detectables de plomo en la sangre.
Fuente: La Jornada