Por Carlos Fernández-Vega
Ayer llegó a México el lote inicial de vacunas contra el microscópico bicho que ha arrasado al planeta y que solo aquí ha cobrado casi 120 mil vidas. El nuestro es el primer país latinoamericano en recibir el producto de Pfizer, con lo que formalmente arranca el esperanzador proceso para acabar con todo esto, o, como dice el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, se trata del “principio del fin” de una pandemia que ha trastornado al mundo entero, aunque obvio es que la victoria –que sin duda se alcanzará– no será de un día para otro.
En el extremo sur del continente se espera que hoy arriben a Argentina las primeras 300 mil dosis de la vacuna rusa Sputnik V, con lo que también en aquella nación dará inicio la inoculación de millones de personas, el “principio del fin” de la pandemia que, para el caso de esa nación cono sureña, ha cobrado alrededor de 42 mil vidas.
En Brasil, las estupideces del presidente Jair Bolsonaro seguirán cobrando vidas (hasta ahora acumula 190 mil; además, 7 millones 400 mil contagiados), porque dice que “no hay justificación para apurar la vacunación, no hay prisa; es una interferencia en la vida de la gente; desde el inicio he dicho que este virus es como la lluvia, le va a caer a todo el mundo, y otra cosa: quien tome la vacuna, en dos, tres, cuatro años, va a tener que tomarla otra vez, en caso contrario volverá a estar contagiado; no voy a tomar la vacuna; si alguien cree que mi vida está en peligro es mi problema y punto final”. Todo un poema al cretinismo.
Pero bueno, “hoy es un día para celebrar, como 2020 ha sido un año para olvidar”, como dijo el secretario de Salud, Jorge Alcocer, porque no sólo llegó la primera tanda de la vacuna, sino porque ésta será aplicada gratuitamente a todos los mexicanos que lo deseen (el gobierno ha señalado en reiteradas ocasiones que no es obligatoria), sin olvidar que “no debemos dejarnos llevar por el exceso de optimismo o caer en la creencia ingenua de que la lucha contra el virus ha terminado; desde el sector salud, integrado como nunca, hemos preparado el plan de vacunación más grande en la historia de nuestra población con la primera fase que incluye y que iniciará mañana (hoy) al personal de los hospitales Covid, a los adultos mayores y a aquellos que son clínicamente vulnerables” (Alcocer dixit). Y en este sentido, Marcelo Ebrard detalló que de aquí en adelante “cada martes llegarán embarques similares hasta completar un millón 420 mil 575 dosis a finales de enero”.
En efecto, es una muy buena noticia, un día para recordar y celebrar, y lo es también para los extenuados médicos, enfermeras y demás personal del sector salud, quienes son los primeros en la línea de batalla. Han transcurrido nueve meses desde la declaratoria de emergencia sanitaria por el Covid-19 (30 de marzo de 2020, Diario Oficial de la Federación) y las únicas herramientas preventivas a la mano –aquí y en todo el planeta– han sido la cuarentena, la sana distancia, el cubre bocas y la responsabilidad ciudadana, que por lo visto no ha sido mucha (cerca de 80 millones de contagios a escala global dan cuenta de ello). Por ello, la vacuna es por demás esperanzadora.
Y en todo esto, algo determinante es el aspecto financiero, el contar con recursos suficientes para el pago de los medicamentos. En este sentido, el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, informó que “ya se han firmado convenios para la adquisición de vacunas por un total de mil 669 millones de dólares, equivalentes a poco más de 33 mil millones de pesos; para garantizar la compra, esta cantidad ya se depositó en divisas, para protegerse de cualquier posible variación en el tipo de cambio. La logística y los materiales adicionales necesarios para la vacunación implicarán un gasto adicional de mil 300 millones de pesos, los cuales serán aportados por el gobierno federal, para no implicar una carga en los presupuestos de las secretarías involucradas en el operativo” ( La Jornada, Eduardo Murillo).
Las rebanadas del pastel
¡Felices fiestas! Van los mejores deseos de México S.A. ¡Salud!
Fuente: La Jornada