Un cónclave especial

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Por Frei Betto

 

Al renunciar al trono de Pedro, el papa Benedicto 16 dio luz verde a la convocatoria del nuevo cónclave, que en marzo reunirá al colegio de cardenales para elegir a su sucesor.

 

Serán los 115 cardenales menores de 80 años los que participen en la elección, en Roma, aunque tengan alguna censura e incluso excomunión. Durante el tiempo que dure la reunión permanecerán aislados del mundo, recogidos en aposentos especiales, cercanos a la famosa Capilla Sixtina, que será el lugar de la elección.

 

El cónclave se inaugurará con una misa solemne celebrada en la basílica de San Pedro. Cada cardenal hará el voto de mantener en secreto la elección, y todos rezarán para que el Espíritu Santo inspire sus votaciones. A continuación se encerrarán.

 

El verdadero motivo del aislamiento de los cardenales, realizado por primera vez en 1268, con ocasión de la muerte de Clemente IV, es el acelerar la votación. Aquel cónclave estuvo reunido durante casi cuatro años sin que las divergencias políticas dieran paso a las luces del Espíritu Santo. Entonces, para apresurar a los cardenales a votar, fue necesario quitarle el tejado a la sala donde se reunían. Sus eminencias temieron más a los rigores del frío que a la claustrofobia. De ese modo se logró que en 1271 el cónclave eligiera a Teobaldo Visconti, que además era monje no sacerdote, y que adoptó el nombre de Gregorio 10.

 

Antes de que los cardenales se encierren, las salas y los apartamentos serán revisados para detectar posibles micrófonos, las puertas serán selladas, las ventanas cerradas y las cortinas extendidas.

 

En la Capilla Sixtina se pondrán seis candelas en el altar, donde estará colocado un cáliz sagrado, en el cual serán depositados los votos. Los cardenales entrarán a dicho lugar sin solideo. Las cabezas descubiertas y los baldaquinos simbolizan que la autoridad suprema se originará en dicha reunión y no pertenece a ninguno de ellos individualmente.

 

El voto es secreto. Habrá dos sesiones cada día, una por la mañana y otra por la tarde.

 

Cada cardenal depositará su voto en el cáliz sobre el altar. Después de cada sesión las papeletas serán quemadas. Si la votación no fue definitiva, se añadirá a las papeletas una substancia química para que al quemarlas origine un humo negro. El humo que sale por la chimenea del tejado del palacio del Vaticano es la señal para la multitud que espera en la plaza de San Pedro. Cuando la humareda es negra significa que la Iglesia permanece sin su figura principal.

 

Una vez elegido el nuevo pontífice, por dos tercios de los votos, el decano o el mayor de los cardenales le preguntará al elegido si acepta la elección y por qué nombre desea ser conocido. Esa costumbre procede del siglo 10 y es un recuerdo de que Jesús le cambió el nombre a aquel que iba a ser el primer jefe de la Iglesia, de Simón a Pedro.

 

En ese momento todos los baldaquinos color púrpura serán doblados, menos el que cubre el asiento del escogido. Los papeles de la votación se quemarán y el humo blanco avisará al pueblo que está en la plaza y al mundo que ha sido elegido un nuevo papa.

 

El elegido es llevado a una habitación cercana para vestirse con las ropas de papa (que los sastres ya tienen preparadas en tres tallas). Los cardenales le ofrecen su primer homenaje. El decano se asoma al balcón y grita: “Habemus papam!” (Ya tenemos papa). Entonces aparece el nuevo pontífice para bendecir a la multitud.

 

Como el cónclave que se acerca es especial, pues se hará teniendo vivo al papa anterior y además residiendo en el Vaticano, no se sabe en qué momento se saludarán el papa anterior y el nuevo. El ceremonial de la Santa Sede ha pensado minuciosamente en las rúbricas para responder a las innumerables situaciones que se pueden plantear: ¿será el papa renunciante quien deberá ir al encuentro del recién elegido o al contrario?, ¿ambos permanecerán dotados de infalibilidad en cuestiones de fe y de moral o sólo el nuevo pontífice?, etc. Pero se sabe ya, por ejemplo, que Benedicto 16 pierde su “anillo del pescador” y los zapatos rojos, aunque seguirá con derecho a vestir de blanco, costumbre adoptada por Pío V (1566-1572), el cual siguió vistiendo el hábito blanco de los frailes dominicos, congregación religiosa a la que pertenecía antes de ser ordenado obispo.

 

En fin, con dos papas vivos la Iglesia Católica será ahora el foco de atención por bastante tiempo. Ojalá sepa aprovechar la situación para hacer más transparente el mensaje de Jesús.

 

Fuente: Alainet.org/ Traducción de J.L.Burguet

 

 

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