Un año sin Chavela Vargas

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Hay un momento de la noche, cuando entre el tequila, el calor y los recuerdos, la canción hace que los diablos y los ángeles se reconcilien, afirmaba Chavela Vargas, quien confesaba estar siempre dispuesta a alcanzar ese estado donde no existe el tiempo, donde el dolor y la alegría se funden en una nostalgia poderosa e insomne que nos dice lo que somos y lo que hemos sido. El lunes se le rindió un homenaje en el Lunario del Auditorio Nacional.

A un año de su fallecimiento, se recuerda a la cantante Chavela Vargas (San Joaquín de las Flores, Costa Rica, 17 de abril, 1919 – Ciudad de México, 5 de agosto, 2012) que lo mismo se presentó en tabernas que en palacios, a la hechicera de la voz profunda que curtió a su canción de las pasiones y la esencia misma de Iberoamérica.

En una entrevista concedida a Conaculta cuatro años antes de su fallecimiento, Chavela Vargas, siempre con una energía y memoria sorprendentes, evocó algunas de esas noches mágicas en diversos escenarios del público, e incluso recordaba los rostros de personas del público, de aquel muchacho o muchacha conmovidos por las letras de amor y desamor que interpretaba.

Entre esos recuerdos destacaba su presentación hacía algunos años en la Huerta de San Vicente, en Granada, casa de campo de Federico García Lorca que luego fue transformada en museo.

En aquel homenaje musical al escritor, Chavela, con ese don que tenía para transmitir al público emociones de gozo y dolor, puso al alma misma de Federico García Lorca en el escenario y todos los asistentes, periodistas y fotógrafos por igual lloraron literalmente por más de hora y media.

Al día siguiente, las fotografías del público envuelto en llanto abarcaron las primeras páginas de los diarios y el mito en torno a Chavela, llamada por muchos “La Hechicera”, creció aun más a nivel internacional.

“Si una siente las canciones, si cuando una sube al escenario está pensando en sus vivencias, en sus propias experiencias de vida, y no como hacen muchos cantantes que están pensando en el negocio, en los consejos de su promotor, en dar el mejor ángulo a la prensa, cuando hay honestidad, no hay nada de raro en hacer llorar al público, todos somos seres sensibles, que nos identificamos a través de nuestras vivencias, nuestras penas, nuestros sueños.”

Alguna vez el cantante Joaquín Sabina afirmó que, por su obra y su personalidad, Chavela Vargas era un patrimonio vivo de la cultura iberoamericana, comentario que refrendaron en años posteriores numerosos cantantes, escritores e incluso académicos, quienes vieron en las canciones de Chavela un reflejo de esas pasiones y esos arquetipos un referente de su cultura, su tiempo, pero sobre todo del sentir de la última generación que se resistió al sin sentido de una modernidad a través de la bohemia y el arte.

“Siempre me han preguntado sobre muchas cosas, sobre política, sobre libros, sobre música, incluso sobre la manera como se debe vivir, yo lo único que puedo decir es que yo no tengo ninguna respuesta, yo lo único que he sabido es vivir con amor”, expresó en la charla.

En sus últimos años, la cantante se confesaba mucho más cercana a los jóvenes, a las personas de una generación diferente a la suya, porque decía, veía en ellos un pequeño adelanto del futuro.

“A mí me gusta la gente, me gusta mirar sus rostros porque son como la puerta que nos dice de dónde vienen, su pasado, a veces su futuro, dicen que yo soy un poco bruja, vaya a saber porqué (risas). Lo cierto es que en los conciertos me conecto con mi gente, y no me refiero a una nacionalidad en especial, sino a los que comparten conmigo el gusto por algo misterioso, algo que no puede ser medido ni comprado. A veces mientras canto miro por ahí el rostro conmovido de un joven o una muchacha, reconociendo ese algo, y entonces me digo, éste o ésta es de los míos, me siento a gusto, como en la sala de mi casa”.

El hechizo de la música

A la cantante le preocupaba la amenaza de la globalización y que en las diversas naciones, en las que existían culturas antiguas, se comenzara a generar un estándar en la cultura.

“Es un fenómeno que he visto en muchos lugares, donde los jóvenes ya no quieren ser mexicanos, peruanos, colombianos, dominicanos, venezolanos, sino gringos de segunda. Eso es algo muy triste, a veces cambian sus artesanías locales, sus canciones locales, su gastronomía local, por música en inglés, hamburguesas, chácharas de moda, la verdad siento que el estandarizar así la cultura de los pueblos es como obligar a que todos usen una misma máscara, pero además es una máscara incomoda y cara, que hay que pagarla todos los días con tarjeta de crédito”.

En este sentido, Chavela Vargas estaba convencida de que en la música existía un hechizo que podía revertir las cosas, algo que era escurridizo para quienes intentan imponer estándares globales.

“Sí, muchos de esos muchachos se pueden entretener un rato con esa música en inglés que a mí me parece toda igualita, pero al final en lo latino, en lo iberoamericano, hay esa parte que se llama el duende, ese hechizo que nos llama con voces ancestrales por lo que conocimos en la cuna, por las tortillitas que nos comimos de niños, por los frutos que bajamos de nuestros árboles y que no existen en ningún otro lado, todo eso provoca que regresemos a nuestra propia música, porque nuestro ritmo de vida es distinto”.

Chavela Vargas confesaba no tenerle miedo a la muerte, y menos al contemplar la grandeza de las montañas y cerros que rodeaban el paisaje de su casa.

“Los veo por las mañanas y me siento chiquita, porque esos cerros estuvieron mucho tiempo antes de que yo llegara a este mundo y estarán por miles de años más cuando me vaya, entonces qué es nuestra muerte comparada con esa grandeza. Hacemos nuestra luchita en este mundo, a veces logramos algunas cosas, pero nada nos llevamos. Nuestra única misión aquí, a final de cuentas, al final de todos los caminos, es venir a conocer el amor… y si la vida es generosa, llevarnos con nosotros un poquito de comprensión acerca de lo que es.”

Sobre la situación de Latinoamérica y los problemas que enfrentan diversas naciones, Chavela Vargas aseguraba que la fe era la principal materia prima que sostenía a nuestros pueblos y que el contagio latino iba a terminar por apoderarse del mundo.

“Sólo hace falta más generosidad por parte de quienes gobiernan a nuestros países. En México, por ejemplo, tenemos todo, hay recursos naturales, hay selvas, hay playas, nuestra tierra es bien negra y nos da frutos enormes, todo nuestro país es generosidad en su territorio, por eso, como muchas personas, no puedo entender que haya gente muriendo de hambre”.

Y añadió: “Yo pienso que la fe es contagiosa, y que las canciones son uno de tantos instrumentos para convertirla en un contagio colectivo. Ya estoy vieja y si me voy  me sabré siempre afortunada de que mi cantar sirvió para algo, a veces de recordar nuestros dolores, la manera como amamos, como nos lastimaron y salimos adelante, se hace más fuerte nuestra fe, y eso nos mantiene luchando y  en pie”.

Hace un año, durante la despedida que el pueblo de México rindió a la cantante en el Palacio de Bellas Artes, María Cortina, amiga entrañable de Chavela Vargas dijo que ante todo fue una mujer que nunca perdió su independencia.

“Chavela siempre tenía un proyecto nuevo en su mente, siguió cantando porque le dio la gana, se fue a Madrid porque le dio la gana, también a ella le dio la gana venir a México a morir en su país, con su pueblo”.

Y agregó: “A sus 93 años me venía platicando en el avión de un nuevo proyecto, me dijo que La Llorona no podía ser sólo una canción y que ella ya estaba pensando en montar su obra de teatro, incluso me preguntó, ¿qué tal una Llorona con chelo?, por eso era una leyenda Chavela, una leyenda que se sigue esparciendo en todos los países donde se le quiere”.

Homenaje en el Lunario

El lunes 5 de agosto en el Lunario del Auditorio Nacional, se realizó un homenaje a Chavela Vargas con la actuación de amigos entrañables de la cantante, entre ellos la cantautora argentina la Negra Chagra, quien compartiera el escenario con Chavela Vargas en el memorable concierto del estadio Luna Park, ante 10  mil personas, y donde interpretaron juntas No soy de aquí ni soy de allá.

El homenaje lo encabezó la cantante española, originaria de Alicante, España, Inma  Serrano, “La Voz del Mediterráneo”, así como el bailarín y coreógrafo español Rafael Amargo, quien presenta su documental Amor amargo de Chavela, la última grabación en vida de la homenajeada. La dirección artística del espectáculo estuvo a cargo de María Cortina.

Fuente: Conaculta

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