Por José Gil Olmos
Concluidas las elecciones en 14 estados, ahora resulta que todos ganaron, hasta el abstencionismo, que alcanzó una de las cifras más altas: 60%.
El líder del PAN, Gustavo Madero, es uno de los más felices, pues al parecer en Baja California su partido se mantendrá otros seis años en el gobierno, aunque falta que se realice el nuevo conteo tras el estruendoso fracaso del Programa de Resultados Electorales (PREP) que puso en duda el triunfo de cualquiera de los candidatos en esa entidad.
Aun así, Gustavo Madero, angustiado por mantenerse al frente de su partido, sostiene que contabilizando la población de las 14 entidades donde hubo elecciones, en 2010 el PAN gobernaba 9 millones 235 mil personas, y con los resultados del pasado domingo y esa cifra aumentó a 12 millones 51 mil, mientras que el PRI, dijo, disminuyó su población gobernada al pasar de 22 millones 594 mil a 20 millones 361 mil.
A partir de los comicios pasados, los panistas sueñan con regresar a la presidencia de la República en 2018, sin tomar en cuenta que el saldo dejado por los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón es más profundo y no se resuelve con lo ocurrido el pasado domingo 7.
En la magia de los números el PRI no se queda atrás. Se dicen felices porque en 11 de los 13 estados donde se renovaron los congresos estatales, los priistas lograron la mayoría. Tuvieron carro completo en algunos estados como Hidalgo y Quintana Roo.
En el hashtag “#GanamosTodos”, César Camacho, presidente nacional del PRI, agradeció a los más de 7 millones que –aseguró– votaron por su partido. Igualmente prometió que “sus representantes trabajarán para que sus familias vivan en mejor”.
Ello a pesar de que el Revolucionario Institucional perdió 126 municipios que gobernó en los últimos tres años, principalmente en Aguascalientes, Puebla y Veracruz, aunque ganó 84 alcaldías en entidades donde su poder estaba disminuido, como en Quintana Roo, Chihuahua y Zacatecas. El saldo del PRI, con base en los resultados de los programas de resultados electorales de las 14 entidades donde se realizaron comicios, es de 42 alcaldías menos.
Y el PRD también se muestra feliz porque en coalición con el PAN ganaron las ciudades capitales de Aguascalientes, Puebla, Tlaxcala, Saltillo y Mexicali. Eufórico, el líder del partido, Jesús Zambrano, dice que ya demostraron que el PRD gana sin Andrés Manuel López Obrador. Cierto, ahora lo hace con su enemigo ideológico, Acción Nacional.
De igual manera, Movimiento Ciudadano presume sus triunfos al obtener 40 presidencias municipales y 14 diputaciones locales, además de que en aproximadamente 50 municipios se convirtieron en segunda fuerza.
Los partidos rémora que buscaron sobrevivir con las alianzas –PVEM, PT y Panal– también están felices porque tuvieron algunos triunfos nadando en las espaldas de los partidos más grandes.
Obviamente también Enrique Peña Nieto se siente triunfador porque su partido mantuvo la preponderancia, y hasta la derrota en Baja California le sabe a victoria porque le permite seguir adelante con el Pacto por México con el que se coaligó con el PRD y el PAN.
Sin embargo, el verdadero ganador fue el abstencionismo, que sin hacer campaña, sin gastar dinero en marketing político, despensas, propaganda y guerra sucia, tuvo el mayor porcentaje de simpatía con 60% de los que no votaron.
Si fuera un partido, el abstencionismo tendría la mayoría de los congresos, las alcaldías y muchas de las gubernaturas en algunos estados.
La apatía, la falta de sentimiento de representatividad, el rechazo, el aburrimiento y el desinterés por participar en los comicios organizados por y para los partidos políticos fueron los grandes ganadores de esta elección intermedia.
Esta es la cara de la política que los partidos políticos no quieren ver en los procesos electorales. Se conforman con lograr que voten unos cuantos y con eso tener la justificación legal de que pueden gobernar.
Pero la legitimidad social de cada uno de estos triunfos queda suspendida por unos cuantos alfileres chatos en las escasas boletas tachadas por los ciudadanos que llegaron a las urnas, y basta con que aparezcan algunos errores en el proceso electoral, como el caso del PREP en Baja California, para que se ponga en cuestionamiento y en entredicho todo el proceso electoral que cuesta miles de millones de pesos que se van al suelo apenas termina la validación de una elección en la que el abstencionismo es el ganador.
Twitter: @GilOlmos
Fuente: Apro