Testimonios de una madre mutilada

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Por Genaro Rodríguez

México 2010, diario de una madre mutilada (Editorial Ficticia, 2012) de Ester Hernández Palacios, es el registro en clave poética de una amarga experiencia sufrida por la autora: la muerte de su hija, Irene Méndez Hernández y su yerno, el empresario y entrenador de futbol americano, Fuoad Hakim Santiesteban.

Desde las primeras páginas del libro, que se presenta en formato de diario –con un mes de duración–, se evidencia el oficio de la autora, no obstante el tema tan doloroso por abordar.

Aquí la escritura se torna en un recurso terapéutico que busca mitigar el sufrimiento; un dispositivo para procesar el duelo.

La noticia del asesinato de Irene y Fuoad, ocurrida la noche del 8 de junio de 2010, a manos del crimen organizado, fue un hecho que caló hondo en la sociedad de Xalapa, Veracruz. Una ciudad otrora tranquila –“un jardín en medio del desierto”–, que, sin embargo, ahora también ha enfrentado la zozobra, el miedo y la angustia, a causa de la violencia incontenible.

“La realidad nos dio un gran golpe en la cara, la realidad nos ha arrojado desnudos del Paraíso. La muerte siempre tiene el rostro feo, pero la muerte violenta tiene un rostro tan espantoso que nadie nunca espera verlo”, revela Hernández Palacios.

La autora se muestra abatida y sin fe. No cree en la justicia. “En lo único que creo es en el poder sanador de las lágrimas”, confiesa.

Una madre inconsolable que busca refugio en el reiki, en el budismo, en las flores de Bach; en Brahms y en Berlioz, para superar el dolor.

El libro fue ganador del Premio Bellas Artes de Testimonio Carlos Montemayor, en su edición de 2011. Distinción que entrega conjuntamente el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) y el gobierno de Chihuahua. Un jurado integrado por Myrna Pastrana, Élmer Mendoza y Braulio Peralta se encargó del dictamen.

Se trata de una narrativa que busca mover conciencias frente a la estela de sangre que ha dejado la absurda guerra contra el narcotráfico. Una guerra de “baja intensidad”, “pero de alto dolor para quienes hemos recibido sus golpes”, asienta la autora.

Versos de Gansan, Atiq Rahimi, Walter de la Mare, Enriqueta Ochoa, César Vallejo y Luis Cernuda, resuenan a manera de epígrafes en el cuerpo del texto.

Ester Palacios estudió la licenciatura en Letras Españolas en la Universidad Veracruzana, la maestría en Lingüística en la Universidad de Toulouse-Mirail y el doctorado en Letras Modernas en la Universidad Iberoamericana.

Escritora, ensayista, profesora de literatura y promotora cultural, ha publicado, entre otros libros, Tablada o el crisol de las sorpresas; La poesía de Jaime Sabines; La cabra que no quería comer; y Un día de viento.

Ante la tragedia experimentada en carne propia, la autora decidió amputar de su nombre la letra “h”. Ello para hacer aún más patente el ultraje padecido.

Hernández Palacios cree en la “fuerza vital de la palabra” que se plasma “en la poesía” como “la única forma de superar la muerte.”

Genaro Rodríguez: grn021@gmail.com

Fuente: Forum en línea: http://www.forumenlinea.com/

 

 

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