Cerca del extremo sur de Texas un muro fronterizo termina repentinamente. Sus últimos postes se asientan en un maizal seco a menos de un kilómetro del Río Grande, la verdadera frontera con México.
Sería fácil rodearlo caminando. Cerca de ahí han neumáticos dejados por la Patrulla Fronteriza. Los agentes las arrastran con sus camionetas para alisar la tierra agrietada y buscar rastros de pisadas.
A diferencia de otras barreras famosas en la historia como el Muro de Berlín o la Gran Muralla China, la versión estadounidense no es estrictamente un muro. Lo que está erigido en Texas son series fragmentadas de enrejado, conformadas por enormes barras de acero colocadas juntas e incrustadas en cemento. Las gruesas barras de color óxido pueden alcanzar una altura de 5,5 metros (18 pies) sobre el paisaje, formando un listón dentado que divide campos de cultivo, rebana patios traseros, parques y reservas naturales.
Hay kilómetros de separación entre segmentos y aperturas en la misma valla. Como resultado de la Ley Muro Seguro aprobada en 2006, el gobierno construyó 1.046 kilómetros (650 millas) de muro a lo largo de la frontera entre México y Estados Unidos de 3.144 kilómetros (1.954 millas). Y aunque 2.018 kilómetros (1.254 millas) de ese tramo están en Texas, en el estado sólo se han levantado 160 kilómetros (100 millas).
Los precandidatos republicanos a la presidencia prometen terminar el muro. Pero completar la parte de Texas será una tarea de enormes dimensiones debido a la fina longitud de la frontera, el hecho de que yace en el centro del serpenteante Río Grande (llamado Río Bravo en México) y porque tratados entre ambos países impiden a cualquiera de las dos naciones construir dentro de las llanuras aluviales. Además, a diferencia de otros estados del sur, la mayor parte de los terrenos en Texas son privados.
Fuente: AP