Por Marta Lamas
En estos días he escuchado una serie de comentarios sobre la película Las sufragistas, y la mayoría eran de sorpresa por la violencia que vivieron esas mujeres durante su larga lucha para ser consideradas ciudadanas y tener derecho a votar. Comprendo esa sorpresa pues, con muy pocas excepciones, la población desconoce la actividad de las feministas que se dio durante un periodo que va desde finales del siglo XIX a la primera mitad del XX. El filme se desarrolla en Inglaterra y narra un episodio ya cerca del triunfo. Es una cinta con escenas dramáticas, porque retrata las duras condiciones de vida de las trabajadoras y la brutal represión contra las activistas, además de que tiene una trágica escena final que no voy a contarles para no echarles a perder la sesión.
Lo que llama la atención a muchas personas es todo lo que implicó esa larga guerra por dotar a las mujeres de iguales derechos que a los hombres: palizas, encarcelamientos, despidos laborales, repudio social y familiar. Tampoco se sabe de la internacionalización que tuvo la lucha sufragista, del debate intelectual que dieron mujeres y algunos hombres, y de los vínculos políticos que se articularon entre varios países. Se trata de una historia política apasionante, y quienes se interesen en saber más pueden leer el libro Feminismos europeos 1700-1950 (Ediciones AKAL, 2015), donde Karen Offen relata de manera magistral lo ocurrido en ese continente.
Y si quieren saber de México, aquí también tenemos una rica y olvidada historia que recordar. Gisela Espinosa y Ana Lau han recopilado una parte sustancial en el volumen Un fantasma recorre el siglo / Las luchas feministas en México 1910-2010 (UAM-X, Itaca, Ecosur). Varios ensayos de colaboradoras en esa obra tratan el tema del sufragismo en distintos momentos históricos. El primero, de Martha Eva Rocha Islas, lo hace vinculándolo a la participación de las feministas durante la Revolución de 1910. Señala que las demandas y propuestas feministas, junto con la lucha por el sufragio, se expresaron en los clubes liberales, una forma de organización política ciudadana. Como integrantes de esos mismos clubes, las mujeres buscaban información, transportaban correspondencia y armas, e incluso realizaban espionaje.
Si bien entre 1910 y 1914 las mujeres se centraron en la lucha política nacional, a partir de 1915 cobraron presencia en el proyecto constitucionalista, pues no sólo aprovecharon para plantear las propuestas de igualdad que habían sido formuladas desde finales del siglo XIX, sino que la llegada de Salvador Alvarado como gobernador a Yucatán favoreció la actividad feminista. Alvarado alentó en Mérida la realización del Primer Congreso Feminista, que se efectuó el 13 de enero de 1916, con la asistencia de 617 delegadas reunidas en el Teatro José Peón Contreras.
Hace 21 años, durante el Congreso Nacional Feminista del 15 de enero de 1994, Carlos Monsiváis pronunció un conmovedor discurso titulado Alabemos ahora, donde enumeró a varias luchadoras:
…Alabemos ahora a las primeras sufragistas que, antes que nadie, creyeron en la humanización que el voto les conferiría, porque les otorgaba a sus actos esa suprema virtud de la elección, que eso puede ser la ciudadanía. Ellas lo soportaron todo: burlas, vejámenes y condescendencia de quienes no estaban capacitados para entenderlas, intolerancia, agravios, de la estupidez machista y su ideario prostitutario, retrasos burocráticos, engaños políticos, ellas prosiguieron y desfilaron y salieron a la calle no para conquistar las primeras ocasiones, sino con tal de abandonar públicamente sus zonas de encierro y confinamiento: el confesionario, la cocina, la recámara…
Son varias las alabanzas que Monsiváis hace: a las desconocidas, a las maestras rurales, a las mujeres de los anarquistas, a las soldaderas, y también a Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, fundadora del Club Amigas del Pueblo y del Consejo Nacional de Mujeres Mexicanas; a Laureana Wright, la directora de Violetas del Anáhuac que en 1887 pide el voto para la mujer y la igualdad de derechos; a las hermanas Frías, fundadoras del club magonista Hijas del Anáhuac; a Adolfina Valencia de Ávila, presidenta del primer Congreso Feminista de 1916, y a dos varones, al poeta Antonio M. Plaza y al general Salvador Alvarado, impulsor del Primer Congreso Feminista en Yucatán.
Monsiváis termina su texto diciendo: Alabemos ahora a las mujeres disidentes que sólo quisieron darle a su género las premisas del libre albedrío y el ejercicio de la voluntad racional. Recuperar ahora con plenitud sus legados es indispensable al tránsito a la democracia y al proyecto civilizatorio. (Este discurso está reproducido en Misógino feminista, el libro póstumo de Monsiváis, editorial Océano, 2013).
Ahora que se cumplen 100 años del primer Congreso Feminista de 1916 en Yucatán, las feministas actuales han organizado unas Jornadas Conmemorativas, precisamente en el Teatro Peón de Mérida y justo el mismo 13 de enero. Ahí se analizará lo trascurrido a lo largo de este siglo, y se debatirán los retos. Tengo la suerte de haber sido invitada y pronto les platicaré cómo estuvo. Por lo pronto, ¡qué emoción!
Fuente: Proceso