“Las elecciones de julio no fueron auténticas porque los votantes fueron manipulados, dicen los impugnadores. Los electores decidieron bajo engaño. La condena señala, en primer lugar a los manipuladores, aquellos que, a través de la mentira o la distorsión presentan un cuadro del mundo que no corresponde con la realidad, induciendo a otros a servirles”, escribe Jesús Silva-Herzog Márquez.
En su artículo semanal publicado el diario Reforma, el académico y ensayista afirma:
“El manipulador falsifica en su beneficio. Pero el manipulado también es reprendido en el diagnóstico: es un ciudadano desprevenido y débil que se entrega al servicio de sus propios opresores. El manipulado asiente con docilidad en su perjuicio. El territorio de la manipulación es el inconsciente: el manipulador sabe que miente, sabe que distorsiona, sabe que engaña pero el manipulado lo ignora. Por indolencia o por ignorancia es presa de el engaño sin saberlo”.
El académico de la ITAM considera que la denuncia de la manipulación tiene fundamentos nobles: “la búsqueda de la voluntad auténtica del ciudadano. Un acto de resistencia frente a las formas más penetrantes y ocultas de un poder que no busca solamente controlar actos sino moldear el pensamiento”.
Sin embargo, advierte que la denuncia de la manipulación cuelga de una idea belicosa pero hermética de la Verdad: “existe una realidad objetiva que nosotros conocemos y que sólo puede negar la complicidad con los poderosos. Cualquier dato que se aparte de nuestro relato es el engaño de los manipuladores”.
“Enfocar la denuncia a la actuación de los medios con la retórica de la manipulación podrá tener enormes efectos políticos pero no parece un buen diagnóstico ni anticipa cura porque nos lleva a relegar lo más importantes: la concentración mediática y la falta de profesionalismo de nuestra prensa”, señala.
“El segundo ingrediente de la denuncia es el quebranto de la autonomía del ciudadano”, agrega. “La manipulación inyecta una voluntad extraña en la mente. El manipulado ve el mundo con ojos ajenos: los ojos de su opresor. No ve lo que ve, sino lo que otros le hacen ver”.
El tercer elemento descansa en la idea de que el manipulado pierde de vista su interés auténtico, “por efecto de la larva que le han incrustado en el cerebro”.
El manipulado “no sabe lo que quiere, no sabe lo que le conviene, olvida lo que le beneficia porque han sometido el nervio primordial de su juicio”, explica.
“Lo curioso de este argumento –considera– es que el crítico de la manipulación suele pensar que es buen juez del interés ajeno, mejor que el individuo mismo. Al manipulado le dice paternalmente: no sabes lo que te conviene, has vivido engañado: escúchame que yo no te manipularé. Yo sé lo que tú, realmente, quieres”.
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Jesús Silva-Herzog Márquez (Ciudad de México, 1965) es profesor de tiempo completo del Departamento de Derecho del Instituto Tecnológico Autónomo de México. Ha sido investigador invitado de la Universidad de Georgetown y del Woodrow Wilson Center for International Scholars.
Es autor de los libros Esferas de la democracia (IFE, 1996); El antiguo régimen y la transición en México (Planeta, Joaquín Mortíz, 1999); Andar y ver (El equilibrista-UNAM, 2005) y La idiotez de lo perfecto (Fondo de Cultura Económica, 2006).