Por Luis Javier Valero
La postulación de Javier Corral como precandidato único del PAN cambió súbitamente las condiciones, el modo, los ritmos y las expectativas del actual proceso electoral.
Será distinto al del 2004, no sólo por los evidentes cambios en el modo de hacer política del actual senador, sino, fundamentalmente, por el entorno en que ahora se desenvolverá.
A diferencia de ahora, en 2004 el abanderado del PRI, José Reyes Baeza, llegaba con una extendida simpatía al interior de su partido, que se prolongaba en otros sectores de la sociedad (Bueno, hasta José Luis Barraza declaró que votó por el deliciense), entre otras razones porque se le apreciaba como una especie de remanso frente a la vorágine que representó el mandato de Patricio Martínez.
En ese año irrumpió con fuerza el “voto cruzado”.
Así, un gran número de votantes panistas lo hicieron por sus candidatos a las alcaldías de Juárez y Chihuahua, pero no por el abanderado al gobierno estatal.
A pesar de todo, Corral rebasaría el umbral del 40% de los votos.
Hoy intentará ganar en un escenario completamente distinto, en el que una parte importante del electorado desaprueba al actual gobierno estatal y en el que, a diferencia de 12 años atrás, habrá una seria disputa por el voto opositor, en primer lugar, y en segundo, por evitar una sangría mayor en el electorado panista.
Sin duda que el factor “Chacho” Barraza ya empezó a influir en el proceso electoral pues motivó, primero, a que Corral cambiara sus decisiones, la primera, de no participar; la segunda, que, de hacerlo, lo haría impulsando una candidatura impulsada por el Frente por la Unidad Democrática de Chihuahua que junto a destacados militantes de la izquierda partidaria y de la izquierda social había impulsado.
Ahora es el abanderado del PAN.
Como él mismo lo declaró, la campaña de Barraza lo motivó, del mismo modo que a la dirigencia nacional del PAN le llevó a reflexionar sobre las características que debería tener su abanderado, de forma tal que apareciera en el primer lugar de las preferencias del voto opositor en Chihuahua, e impedir que el candidato independiente (que por esa sola denominación ha atraído la simpatía de muchos chihuahuenses ¿Cuántos? Es imposible determinarlo en estos momentos, pero los suficientes como para preocupar a la cúpula blanquiazul) los capitalizara.
Era obvio, necesitaban a un candidato con un discurso más “pegador” y que fuera capaz de colocar, de inmediato, una frase, una idea, y que, además, estuviera bien calificado en las simpatías ciudadanas.
De acuerdo con las versiones del panismo, y del resto de los aspirantes, ese era Corral.
Insólitamente, todos los aspirantes, al día siguiente del anuncio, declararon su apoyo al aspirante, incluido el ex candidato Carlos Borruel quien había expresado serias dudas sobre el método de designación, pero que no tuvo empacho en afirmar que el PAN debería salir unido como mecanismo para afrontar al adversario, que se encuentra afuera, dijo.
Con esa designación, el proceso electoral adquiere nuevos rumbos, será una tremenda confrontación entre Corral y el priismo, especialmente con el Gobernador Duarte, disputa que puede marginar al candidato Serrano.
Y Corral, desde ya, se colocó en el centro de la atención pública al prometer que de llegar al gobierno encarcelaría al actual mandatario, tema que ha prendido, por lo menos entre los más interesados en la política.
Es una pregunta realizada frecuentemente: ¿Lo meterá?
No será la única contienda; en el primer plano se establecerá una ruda competencia entre Corral y Barraza por el voto opositor, pues si éste se divide, la votación dura del PRI y sus aliados será suficiente para alzarse con el triunfo, amén de los votos que el PAN pierda a manos de los candidatos de Movimiento Ciudadano (Cruz Pérez Cuéllar, ex presidente estatal, ex legislador local y federal) y del candidato del PRD (Jaime Beltrán del Río, alcalde de Delicias y ex diputado local), ambos procedentes del PAN.
Corral lo planteó desde el principio, faltando un mes -“digamos”- para la elección, si Barraza va más adelante, entonces propondré, dijo, que nos sumemos, y en caso de que sea Barraza quien ocupe ese lugar, esperaría la misma actitud, afirmaría.
Claro que muchos, sobre todo desde el ámbito oficial (o del muy cercano a éste) se rasgarán las vestiduras y lamentarán que, otra vez, las campañas se vayan a llenar “de lodo”, a raíz del modo de hacer campaña de Corral o de los serios cuestionamientos realizados por éste al actual mandatario.
Ni una cosa ni la otra, estamos entrando a un proceso electoral, ríspido, es cierto, pero de ninguna manera fuera de lo común en cualquier contienda que se precie de poseer, medianamente, atributos democráticos.
De manera muy extendida los chihuahuenses tendremos oportunidad de presenciar y apreciar nítidamente las acusaciones y los alegatos defensivos, además del despliegue de los priistas por mostrarle a la sociedad el alcance de los logros del gobierno duartista.
Además, y no es cosa menor, tendremos oportunidad de apreciar los mejores y los peores rasgos de los tres principales candidatos (por lo menos a nivel de las preferencias electorales, de acuerdo con los antecedentes de los partidos y de lo que se alcanza a ver del trabajo de Chacho Barraza), especialmente de Serrano y el candidato independiente, en una campaña en la que el factor común de todos los partidos es que designaron por dedazo a sus candidatos al Gobierno de Chihuahua, los procesos democráticos brillaron por su ausencia; peor aún, en los dos partidos mayoritarios, PAN y PRI, ese método abarcó hasta los abanderados a las alcaldías de Juárez y Chihuahua.
Más allá del número de aspirantes a las candidaturas independientes que pasen a la segunda etapa, y de quienes obtengan las firmas necesarias, este fenómeno es ya significativo de la profunda crisis democrática en la que están los partidos; todos, incluidos los de nuevo registro, el Partido de Encuentro Social y Morena, sus procesos designatorios adolecen de las mismas características del resto, una absoluta falta de mecanismos democráticos.
Fallan en un aspecto crucial para la vida democrática, la de imbuir, precisamente, los valores de la cultura democrática ¿Cómo le pueden pedir a la sociedad que confíe en los procesos democráticos si ellos mismos no son capaces de efectuarlos?
Y ya tienen en sus manos el contra- argumento mediante el cual justifican la falta de procesos eleccionarios.
Todos los dirigentes aducen que es mejor el método empleado pues entrar a elecciones internas, dicen, desgasta a los partidos, los enfrenta y, finalmente, los divide.
Bueno, pues la respuesta, primero, de los militantes o aspirantes dejados en el camino por este método y, segundo, la de los numerosos aspirantes a candidaturas independientes, son la clara muestra del fracaso del “dedazo” para resolver los asuntos partidarios.
La égida panista, fruto de indudables aspiraciones personalistas, pero también de la profunda y alargada crisis en el PAN, no sólo en el ámbito local, sino nacional, ha dejado caer sus consecuencias, quizá no lo afecten mayormente en la obtención de votos, pero puede, si la contienda se cierra, ser al final, la diferencia entre el triunfo del blanquiazul y el PRI.
Y apenas empezó el proceso…
SEIS AÑOS DESPUÉS. Han pasado poco más de seis años de la masacre de Villas de Salvárcar y los resultados en la aplicación de justicia son desastrosos. Con motivo de la más reciente visita del presidente Peña Nieto (en la que habló a nombre de toda la “sociedad civil”, la empresaria Alejandra de la Vega -y qué bueno que lo hizo- pero nadie más) los padres de las víctimas de esa masacre le dirigieron una carta al mandatario.
No necesita explicaciones, duelen sus términos y lo que traslucen:
“…
LIC. ENRIQUE PEÑA NIETO.
Hoy viene otra vez a Ciudad Juárez, hace un año le planteamos personalmente, la necesidad de hacer justicia para nuestros hijos, esposos, padres, hermanos que murieron y fueron lesionados el 30 de enero del 2010.
Ha sido un año de trámites interminables y ninguna autoridad inferior a usted ha resuelto el asunto.
EL GOBERNADOR DEL ESTADO se niega a firmar la ley de víctimas YA APROBADA por el Congreso del Estado.
LA PGR se niega a investigar el crimen como un acto de delincuencia organizada, aún a pesar de que el líder de La Línea (brazo armado del cártel de Juárez) así lo aceptó.
LA COMISIÓN EJECUTIVA DE ATENCIÓN A VICTIMAS (de la Segob), se niega a reconocer que somos víctimas de la delincuencia organizada, y sostiene que fue un crimen menor.
LA COMISIÓN NACIONAL DE DERECHOS HUMANOS mantiene congelada la solicitud de auxilio que le hicimos desde julio del 2015, ni siquiera han tomado el acuerdo de trámite.
SEÑOR PRESIDENTE, seguimos esperando justicia, rezando todos los días en la casa donde murieron nuestros seres queridos un día para cada muerto.
¿USTED PUDIERA HACERNOS JUSTICIA?
Representantes comunes de 20 de las 25 familias afectadas:
Alonso Encinas; Luz María Dávila”.