Por Alejandro Páez Varela
“Ni un tornillo, ni un pozo, ni un yacimiento, ninguna refinería se va a privatizar de Pemex”, ha dicho Gustavo Madero. ¿De qué se trata, entonces, la propuesta energética que en estos días impulsan el Gobierno federal, sus partidos satélite? ¿Miente Madero, miente Enrique Peña Nieto cuando dicen que ni un tornillo se va a privatizar? No, no mienten.
La propuesta es simple: consiste en dejar el cascarón Pemex, al que ya saquearon durante décadas, y meter a las empresas privadas en otros sectores no explotados porque ya no tenemos dinero en las arcas públicas para hacerlo por nuestra cuenta. A eso le llaman “dinamizar” el sector petrolero: sacar de áreas estratégicas a Pemex, y poner a trabajar el dinero privado nacional e internacional.
Por eso, cuando Madero y Peña hablan de que “ni un tornillo” se va a privatizar no mienten. Principalmente porque, a causa de la mala administración y el saqueo, hay tornillos, pero muy jodidos. De lo que se trata es de entregar porciones del sector petrolero a la iniciativa privada para que sea la que los explote. ¿A cambio de qué? De generar empleos y traer inversión.
Y, claro, el sindicato petrolero, funcionarios y políticos se llenará los bolsillos de billetes porque si no pueden operar la paraestatal sin corrupción, mucho menos la desincorporación. Oiga esto: si pasa la propuesta energética, en 10 años estaremos leyendo en la prensa las decenas de casos de corrupción que se dieron durante la apertura. ¿Y qué harán con los corruptos? Nada, y allí está ese parásito Senador del PRI, Carlos Romero Deschamps, como ejemplo. Adiós, lo que nos queda de industria petrolera. Adiós, Pemex –si pasa la propuesta–, que se hará chiquito cuando entren los privados. Y, lo más grave, adiós, petróleo.
¿Por qué alguien invertiría en el sector petrolero mexicano? ¿Porque somos guapos? No: porque hay petróleo en el subsuelo, porque tenemos esa riqueza y la quieren explotar. ¿Quiénes entrarían por esos segmentos (exploración, refinación, transportación, etcétera)? Las empresas más corruptas del mundo, junto con las de las armas: las petroleras. Sí: entrarán a México empresas que han provocado guerras para asegurarse producción y reservas petroleras.
Yo preferiría que ese petróleo que no podemos extraer se quede en el subsuelo, antes que entregarlo a los corruptos –empresas y funcionarios–. Que se quede en mares profundos, antes de que Romero Deschamps se llene la barriga con él.
Lo que Pemex necesita es que se le administre con honradez y eficiencia: que dejen de quitarle el 70 por ciento de las ganancias en impuestos para destinarlo al gasto corriente de los gobernadores y del gobierno federal. Que metan a la cárcel a los corruptos, a los saqueadores. Eso es lo que se necesita, antes que abrir.
Por eso digo: que no tengamos dinero –sí, a causa del saqueo y las malas administraciones– para explorar aguas profundas, quizás sea una bendición.
Mejor esperemos dos o tres generaciones a que tengamos a individuos limpios y honestos que entreguen ese petróleo y sus ganancias a nuestros nietos y bisnietos. Preferible esperar, a que esta generación de funcionarios, partidos y políticos corruptos e inmorales se lo roben de tajo, aliados de capitales privados. Mejor que siga macerándose el petróleo en el subsuelo 100 años más, hasta que encontremos o generemos o nazcan los que no nos han de robar.
Pero darle el petróleo a Peña Nieto, al PAN, al PRI o a empresas corruptoras profesionales, no. Desconfío, no les creo, no, no.
Mejor, que vayan contra los podridos. Que dejen de quitarle a Pemex sus ganancias. Eso mejor.
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Algunas razones para decir no:
Primero Carlos Romero Deschamps. Privatizar segmentos del sector petrolero le significará una carta de impunidad. En este momento, como Pemex es del Estado mexicano, hay una obligación del gobierno de Enrique Peña Nieto sobre él, incluso porque pertenecen al mismo partido. Pero privatizado el sector, el gobierno priista se desprende de la responsabilidad –a su manera de ver las cosas– incluso moral. Así sucedió con el líder ferrocarrilero y con el de la telefonía: Víctor Félix Flores Morales y Francisco Hernández Juárez. Crímenes de Romero Deschamps como el enriquecimiento ilícito –o vivir como jeque de los recursos de los mexicanos– quedarían borrados pero, como sucede con Flores Morales, el PRI seguiría beneficiándose con el voto corporativo. Así que, por favor, no nos quiten nuestra empresa: primero desháganse de los corruptos.
¿De qué sirve desincorporar? Los mismos argumentos –dinamizar el sector, generar empleos– fueron usados para desincorporar Telmex y la banca. Pero Telmex siguió empleando a los mismos; sus servicios son caros y malos, y lejos de “dinamizar” al sector se convirtió en un lastre: es un monopolio brutal que, a costa de los mexicanos, hizo de su dueño, Carlos Slim, uno de los hombres más ricos del mundo (a veces el más, otras veces en segundo lugar, según Forbes). La banca es lo mismo, pero en más manos; ni me detengo en detalles, que todos los ciudadanos de este país sabemos qué es. La pregunta es: ¿En qué nos beneficiaron esas privatizaciones? En nada. El dinero fue dispuesto por los gobiernos que siguieron y listo. Nada de inversión estratégica y ninguna mejoría, al contrario: justo después de su privatización, vino el Efecto Tequila, la peor crisis económica y financiera que ha sufrido el país. El problema con los bienes en manos del Estado era y es el mismo: la corrupción. Preferible que no nos dejen sin empresas; mejor déjenos sin ladrones.
Primero transparencia. Un argumento común de los gobiernos para desincorporar las empresas es que son mal administradas, sin transparencia, y siempre caen en manos de la corrupción. Es como decir: tengo un hijo de 10 años que fuma; no puedo con él; mejor se lo regalo al primero que pase o, “mejor”: se lo vendo. Una verdadera estupidez. Que obliguen a la transparencia; que actúen en los casos de corrupción temporales –¿qué pasó con César Nava?– y con los crónicos –Romero Deschamps–. El argumento de que las empresas estatales están mal administradas y son corruptas es una estupidez. ¿Para que no roben, mejor venderla o –como sucedió con Telmex– regalarla? No, señores. El petróleo no es de un gobierno; el petróleo no es de una generación que tiene la oportunidad de disponer de él: mejor desháganse de las lacras, amárrense las manos, pongan administraciones eficientes y dejen de saquear nuestras empresas, no nos las quiten.
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Si pasa la propuesta energética de Peña Nieto, PRI y PAN –y posiblemente PRD–, habrá un saqueo bárbaro de nuestro petróleo. Lo quieren ahora, ya, aquí mismo; quieren el dinero en las manos: se les queman sin él.
Yo no creo que esta generación esté preparada para abrir el sector petrolero. El petróleo no se pudre: que se quede donde está. Que dejen de saquear Pemex, vía sindicato y vía impuestos. Eso es lo que deben hacer. En este país no es posible saber quién le regaló propiedades al actual Presidente, Enrique Peña Nieto, cuando era Gobernador.
En este país no podemos saber de dónde viene la fortuna del Jefe del Ejecutivo.
¿Y así les vamos a dar nuestro petróleo a los privados? Ajá, sí, cómo no.
Mi voto es no (y ya se que vale un carajo). No a la apertura del sector petrolero y sí a sanear Pemex. No es no. El petróleo no se pudre; que se queden estas ratas con las ganas de hincarle el diente.
Fuente: Sin Embargo