Sandra Luz

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Por Carmen Aristegui

 

Sandra Luz Hernández era una madre que, como muchas en este país, se encontraba en la búsqueda de un hijo desaparecido. Édgar Guadalupe García Hernández, joven de 25 años que trabajaba en la Procuraduría General de Justicia en Sinaloa, fue sustraído, en febrero de 2012, por un grupo de hombres armados de su domicilio.

Desde el primer momento la madre dedicó su vida a buscar al hijo desaparecido. Del joven aún no se sabe nada. De Sandra Luz, sí: que fue asesinada, esta semana, en una calle de Culiacán.

El asesinato de Sandra Luz sobrecoge, indigna y agrede a la sociedad. Con esta muerte, nuevamente, damos cuenta de los niveles de pudrición e impunidad a los que se puede llegar por la corrupción y la inacción de la justicia ante el fenómeno de las personas desaparecidas. El sistema de justicia está, claramente, colapsado con el tema. Se muestra incapaz de procesar las decenas de miles de casos que se acumulan.

Todo apunta a que el asesinato de esta madre está relacionado con lo que ella pudo haber investigado y sabido por su cuenta sobre la desaparición de su hijo. Llegó a decir que sabía la identidad de quienes se llevaron a Édgar de su casa.

Según información publicada por “Noroeste”, el domingo 11 de mayo -un día antes del asesinato- una persona se acercó a Sandra Luz, en un centro comercial, para decirle que sabía de alguien que le podía dar información acerca del paradero de su hijo.

La mañana del lunes, sostuvo un encuentro con funcionarios de la Procuraduría del estado. Salió de ahí e hizo una escala para hablar, brevemente, con los pepenadores que mantienen una huelga de hambre frente al Ayuntamiento.

Según la versión, recibió una llamada telefónica para acordar el encuentro con el informante presunto. Quedaron de verse en la colonia Benito Juárez. Allá se dirigió, junto con una acompañante, a bordo de un camión urbano. Todo indica que la cita resultó una trampa. Los testigos narran que la mujer fue interceptada por un individuo que descargó el arma en su cabeza. Los peritos recogieron 15 casquillos de calibre .9 milímetros. Eran las 4 de la tarde, caminaban entre las calles 20 de Septiembre y Constitución.

El caso de Sandra Luz recuerda al de Marisela Escobedo Ortiz, asesinada el 16 de diciembre de 2010 por investigar, también por su cuenta, y exigir justicia por el feminicidio de su hija Rubí en el estado de Chihuahua. Una placa de metal en el lugar de su asesinato recuerda a esa madre que también investigó pero, que a diferencia de Sandra Luz, sí logró dar con el asesino de su hija, que lo tuvo frente a sí en un proceso en su contra y que en una insólita voltereta judicial salió libre, para convertirse después, nuevamente, en prófugo. La muerte de Marisela, todos lo recordamos, ocurrió frente al Palacio de Gobierno, cuando protestaba y exigía la reaprehensión del asesino de su hija Rubí.

Nada sacude más que conocer y hablar con una madre que tiene un hijo o una hija desaparecida.

Nada toca tantas fibras como la narración de quien, desde el desamparo, ha decidido emprender una búsqueda, sabedora de tenerlo todo en contra.

Nada -tal vez ni la muerte- puede compararse al tipo de dolor y sufrimiento que acompaña a las madres de los desaparecidos.

Hay que ponerse en sus zapatos para imaginar, siquiera, esa incertidumbre que erosiona cada hora, cada día, cada año que transcurre sin saber si están vivos o muertos esos hijos.

Algunas madres terminan muertas en vida. Otras abrazan, por siempre, una fotografía. Muchas sacan fuerza de su desamparo y deciden ponerse a buscar y dar una batalla. Son miles, como miles son los desaparecidos en México.

Muestra de indignidad será si nuestra sociedad no reclama y exige a las autoridades que esclarezcan el asesinato de la madre de este muchacho desaparecido. Indignas serán las autoridades si dejan impune este asesinato, que sacude.

Fuente: Zócalo

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