Autoridades estadounidenses dicen haber detectado más de 100 mil cruces ilegales de la frontera sur en febrero. El gobierno de Biden tenía bajo su custodia más de 16 mil menores el jueves, reporta la agencia AP.
Oscurece y los agentes de la Patrulla Fronteriza escuchan el ruido de botes que se inflan del otro lado del río Bravo, en México. Saben que van a tener trabajo.
Una hora después, los botes desembarcan unas 100 personas en seis viajes a Estados Unidos, incluidas numerosas familias con bebés y niños de hasta siete años que viajan solos. Todos llevan bandas de plástico amarillo en las muñecas, como si fuesen a entrar a un concierto o a un parque de diversiones, se las quitan y las tiran al piso tras pisar suelo estadounidense. En las bandas dice “entregas”, aparentemente un mecanismo que usan los traficantes para coordinar los cruces del río que separa México y Estados Unidos.
Roma, una ciudad de 10 mil habitantes con edificios históricos y negocios tapiados en el Río Grande Valley de Texas, es un nuevo epicentro de los cruces ilegales de la frontera, por el que pasan cada vez más familias y menores que ingresan a Estados Unidos en busca de asilo.
Las autoridades estadounidenses dicen haber detectado más de 100 mil cruces ilegales de la frontera sur en febrero, la cifra más alta desde un periodo de cuatro meses en el 2019. El Gobierno tenía bajo su custodia más de 16 mil menores el jueves, incluidos unos 5 mil alojados en instalaciones precarias del Servicio de Aduanas y Protección Fronteriza.
El Presidente Joe Biden, a quien muchos migrantes consideran más tolerante que su predecesor Donald Trump, negó el jueves que sus políticas sean la razón de un aumento en la cantidad de migrantes. En su primera conferencia de prensa desde que asumió la Presidencia, Biden dijo que el Gobierno tomará medidas para que los menores migrantes sean trasladados a otros sitios lo más rápidamente posible.
En el río Bravo (Grande para los estadounidenses), un coyote se resiste cuando un agente estadounidense le pide que desembarque a la gente en un sector con arena, diciendo que días atrás otro agente le pinchó el bote cuando lo hizo. El agente le da garantías y finalmente los desembarcos se producen lejos de las ramas enredadas de la ribera.
“Hay niños abordo”, les grita el coyote a las autoridades.
A medida que los botes se acercaban a la ribera el miércoles por la noche, los coyotes se metían en el agua, alzaban a los menores en sus brazos y tomaban de la mano a los adultos, que desembarcaban formando una fila. Los migrantes caminaban unos pasos o eran llevados en brazos hasta la orilla, y los coyotes regresaban a la otra orilla para hacer un nuevo viaje, sin pisar tierra firme.
Una niña de siete años llamada Kaylee lloró porque se le había quedado su teléfono en el bote. Un coyote le dijo que no había sido así y ella pareció olvidarse del asunto. La pequeña llevaba escrito el número de teléfono de su madre en Estados Unidos con marcador negro en su camiseta.
Los agentes estadounidenses escoltan a los migrantes casi un kilómetro por caminos de tierra hasta las afueras de Roma, donde otros agentes instalados en una mesa plegable examinan sus documentos, toman sus nombres y los destinos a dónde quieren llegar y responden preguntas. Los menores que viajan solos son separados de las familias y la gente coloca sus pertenencias en bolsas de plástico.
De ahí, los migrantes pasan a un estacionamiento cercano y se montan en autobuses y camionetas. Se supone que los menores no pueden pasar más de 72 horas bajo la custodia del servicio de Aduanas y Protección Fronteriza, pero a menudo están más tiempo porque la agencia de Salud y Servicios Humanos no tiene suficiente espacio. Ese departamento empezó a alojar menores en el Centro de Convenciones de Dallas y dijo que abrirá instalaciones de emergencia en bases militares de San Antonio, El Paso, San Diego y otros sitios.
El Gobierno de Biden expulsa a casi todos los adultos que viajan solos, sin darles la oportunidad de pedir asilo, al amparo de poderes especiales en época de pandemia. Pero seis de cada diez personas de familias migrantes pilladas por las autoridades en febrero fueron autorizadas a permanecer en Estados Unidos para pedir asilo. Las autoridades dicen que las expulsiones de familias tropiezan con la reticencia de México a aceptarlas, sobre todo las del Valle del Río Grande, el corredor más usado por los migrantes.
En el 2019 los migrantes preferían un corredor cercano, pero un muro construido durante el Gobierno de Trump hizo que se corriesen más cerca de Roma, donde el canal es relativamente angosto, aunque con corrientes fuertes.
Un chico salvadoreño de 17 años dijo que se fue de su casa porque se sentía amenazado por pandillas y que creía que Biden será más tolerante con los migrantes. Cuando se le preguntó cómo sabía cuáles eran las políticas de Biden, respondió que “por lo que dice la gente”.
Maynor Cruz, de 29 años, dijo que las políticas de Biden no incidieron en nada en su decisión de partir de San Pedro Sula, en Honduras, hace unos dos meses, pero que oyó que las familias con hijos menores podían permanecer en Estados Unidos.
Agregó que se sentía feliz de estar en Estados Unidos tras un peligroso recorrido por México, durante el cual alguien trató de secuestrar a su hija. Partió de Honduras con su esposa e hijos de siete y dos años porque perdió su trabajo en una fábrica de condimentos al estallar la pandemia y su casa fue destruida por una tormenta tropical en noviembre. Pudo recaudar fondos para el viaje a través de familiares que viven en Estados Unidos.
“Es difícil empezar de cero (en Honduras), con lo que se paga allí”, expresó.
En el río hubo un descanso tras el flujo inicial. Aduanas y Protección Fronteriza dijo que el miércoles quedaron 681 menores bajo su custodia. Esa cifra no incluye a los mexicanos, que generalmente son devueltos de inmediato.
Fuente: AP