Los peligros de la sequía son diversos a lo largo del Río Bravo (“Grande” en Estados Unidos), donde un incremento de la sed por el líquido ha puesto a prueba a agricultores, impulsado batallas ambientales por la reducción en la producción pesquera y provocado disputas por los derechos en el uso de agua que han llevado a Texas y Nuevo México a la Suprema Corte federal.
Por Michael Wines/ NYT
En los mapas, el poderoso Bravo recorre 3 mil 57 kilómetros (mil 900 millas), desde el sur de las montañas San Juan en Colorado hasta el Golfo de México.
Pero en su superficie, campos de cultivo y ciudades consumen todo antes de que un hilo de agua llegue al canal que irriga la granja de Bobby Skov en las afueras de El Paso, Texas, a cientos de kilómetros del Golfo.
A comienzos del siglo XX, Texas y Nuevo México acordaron hacer una división del 57-43 por ciento de la reserva de agua, en la que Texas recibe la cantidad más pequeña.
Sin embargo, los agricultores neomexiquenses hicieron pozos a lo largo de los 161 kilómetros del río hasta Texas, extrayendo agua subterránea para sus cultivos que habían fortalecido el flujo del Bravo.
Texas se quejó amargamente durante años. Cuando la sequía empezó a afectarlo, amenazó con ir ante la Corte y ambas partes llegaron a un acuerdo en el 2008, que efectivamente le dio a Texas más acceso al agua.
Sin embargo, el procurador general de Nuevo México entabló una demanda para bloquear el acuerdo, por lo que Texas llevó la disputa hasta la Suprema Corte de Estados Unidos en el 2013.
Muchos observadores consideran que Texas podría ganar y Nuevo México podría terminar con menos agua cuando más la necesite.
Expertos aseguran que los usuarios de agua deberían dejar de pelear y empezar a prepararse juntos para un futuro más seco.
“Individualmente, la cultura que tienen los estadounidenses de usar toda el agua que deseen tiene que terminar”, comentó Pat Mulroy, un veterano regulador de agua de Nevada quien es un miembro de alta jerarquía de la Institución Brookings.
Ahora, marchito por una histórica sequía que ha consumido a California y a la mayor parte del suroeste estadounidense, el hilo en que se había transformado el Río Bravo es ahora un respiro húmedo.
“Ha empeorado progresivamente” a partir del 2000, asegura Bobby Skov durante un recorrido en su camioneta pickup por sus campos de Fabens la semana pasada, aunque mencionó que su granja saldrá adelante –si la tendencia no continúa. “El jurado está deliberando”, dijo.
La sequía en California se lleva todos los titulares. Pero desde Texas a Arizona hasta Colorado, el Oeste entero se encuentra en riesgo por el cambio en los patrones climáticos que ha reducido las nevadas, elevado las temperaturas, generado evaporación y aminorado las reservas a mínimos históricos.
En una región que ha rediseñado sistemas fluviales para construir ciudades y campos de cultivo que no se habrían desarrollado de otro modo, la sequía es un reto histórico y quizá uno insistente.
Varios científicos señalan que éste es el indicador de un oeste permanentemente más seco y caliente, uno que el calentamiento global ha generado en este siglo. De ser así, el mandato de racionar de agua emitido este mes por el gobernador Jerry Brown de California podría ser una mera señal de escenarios venideros.
Arizona, que comparte agua del Río Colorado con otros 6 estados, ya está adoptando su primera reducción de suministro dentro de un par de años en caso de que la reserva principal del río, el Lago Mead, continúe descendiendo por debajo de sus mínimos históricos.
Desde su llegada al cargo hace dos años, Sally Jewell, la Secretaría del Interior de Estados Unidos, ha elevado el manejo del agua en el oeste dentro de las prioridades de la agencia.
“El reto es sistémico y persistente a lo largo del Oeste”, comentó Michael Connor, subsecretario del Interior, en una entrevista. “Necesitamos una mejor infraestructura, mejores arreglos de operaciones, mejores métodos para compartir el agua y movilizarla”.
Pero también se pueden ver rayos de esperanza. Albuquerque, la ciudad más grande de Nuevo México que colinda con el Río Grande, ha reducido su consumo de agua en un cuarto en 20 años a pesar de que su población creció un tercio.
Distritos de irrigación y granjeros –que consumen quizá siete de cada 10 galones de agua fluvial– están recurriendo a la tecnología y al ingenio para darle uso a cada gota.
John Fleck, periodista y catedrático dentro del Programa Water Resources de la Universidad de Nuevo México que ha concluido un libro sobre el Río Colorado, señala que nadie debe menospreciar la gravedad de la sequía en el Oeste. Aunque esto no es necesariamente una condena.
“Todo esto de que nos estamos quedando sin agua no es una maldición”, expresa. “Cuando no hay tanta agua, los granjeros se las ingenian”.
Un hogar indómito para esturiones y anguilas hace un siglo, gran parte del Río Bravo hoy es poco más que un magnificente canal de ingeniería, que se desvía, se endereza, que contiene, que se desboca hacia canales, enlazado por un túnel desde el Río Colorado en el norte, entregando su último hilo de agua en el sur a una zanja que abastece a productores agrícolas cerca de El Paso.
Sólo 1.6 kilómetros después el afluente mexicano renueva su recorrido hacia el golfo. Su razón de ser es sostener a una sociedad creciente sobre su orilla.
Skov de 44 años, se encuentra al final de ese conducto. El canal que abastece a sus campos intercepta al Río Bravo cerca del centro de El Paso y fluye a través del zoológico local.
En partes de sus mil 500 acres, donde siembra nogales y crecen cebollas y alfalfa, bromea que puede enviar con un palo de golf una pelota sobre el seco canal del Bravo hacia México.
En un mundo perfecto, sus campos consumirían hasta cuatro pies de agua en la temporada de crecimiento, y en tiempos abundantes, hace 15 años, el canal podía ofrecer eso.
“Hacíamos una siembra doble: primero de cebolla y luego de maíz”, recordó. “Sembrábamos chiles, chile jalapeño. Con abundancia de agua, se podían hacer varias cosas”.
Esa es un recuerdo agradable. Ahora Skov trabaja sólo un quinto de sus campos, y un canal que alguna vez abasteció de marzo a octubre, llega ahora en junio y se desvanece en agosto.
Compensa la carencia con dos pulgadas de aguas tratadas de las plantas tratadoras de la ciudad y de un manto freático salado, surgido de pozos antes abandonados que su abuelo creó y que él ha vuelto a la vida.
El agua salobre envenena a las plantas incluso aunque las salve, reduciendo la producción hasta en un quinto. “Hiere a la germinación, al vigor de las plantas, al crecimiento, al vigor de las raíces, a la absorción de agua, todo lo negativo que le puede ocurrir a una planta”, explica.
Aunque de nuevo, la alternativa sería peor.
Por todo el Oeste, la escasez de agua que azota a granjeros y ciudadanos por igual comparte varias de las mismas causas.
Como el Río Sacramento en California y el Río Colorado en las Rocallosas, el Río Bravo obtiene gran parte de su corriente de la nieve derretida en las montañas, y las nevadas son cada vez más pequeñas y se deshielan con mayor rapidez.
El motivo es el incremento en las temperaturas. El Buró Federal de Reclamaciones, que recursos hidrológicos en el oeste, reportó en 2013 que las temperaturas promedio en la parte superior del Río Bravo, en Colorado y Nuevo México, aumentó casi 2.8 grados Celsius durante el período de 40 años que concluyó en 2011 –y podría aumentar de cuatro a seis grados adicionales para 2100.
El ascenso en el período de 40 años, el doble del promedio global, superó por mucho lo visto en los últimos 11 mil 300 años.
El calentamiento futuro “tiene el potencial de causar daño significativo al medioambiente y modificar la hidrología de la región”, asentó el análisis de la dependencia.
Un calentamiento global convierte la nieve en lluvia e incrementa la evaporación y la tasa de deshielo de la nieve remanente.
Y mientras la sequía empeore, el polvo y el hollín de tierra seca e incendios forestales cubren la nieve y absorben luz solar, lo que acelera el deshielo.
Este mes, expertos climáticos federales calcularon el vertido de nieve a través de las montañas, que alimenta el tramo norte del Río Bravo, en aproximadamente la mitad del promedio registrado en las últimas dos décadas del siglo XX.
“En los últimos cuatro o cinco años, hemos tenido una débil producción de nieve, que se derrite rápido y días de primavera muy secos”, comentó Fleck, el periodista y catedrático. “Los remanentes de primavera usualmente tienen su pico a inicios de mayo. Creo que tuvo su pico en marzo este año”.
Con seguridad empeorará. Aunque se acepta que las predicciones climáticas son inheremente ciertas, el análisis de 2013 del Buró de Reclamaciones concluyó que el Río Grande podría perder un tercio de su caudal para finales de este siglo.
En teoría, el Río Bravo está diseñado y se las arregla para solucionar ese contratiempo con una cantidad tan pequeña como sea posible para las tres millones de personas que dependen de él.
En la práctica, algunos usuarios obtienen una vergonzosa cantidad de agua mientras que otros, como Skov, mendigan líquido.
Las reglas para compartir el caudal del río son más complejas. Los distritos de irrigación, gobiernos y autoridades tribales, entre otros, tienen derechos sobre el agua, y algunos tienen reservas destinadas de una manera más o menos exclusiva para su uso.
Algunos están agrupados: en los años 1970, Albuquerque y otras ciudades de Nuevo México se unieron con los irrigadores y el Buró de Reclamaciones Federales para hacer un túnel debajo de la División Continental, desviando cada año 28 billones de galones de agua que aportaba el Río Colorado a la reserva del Río Bravo.
Aunque el principal acuerdo, el Río Grande Compact de 1938 entre Colorado, Nuevo México y Texas, muestra lo tenso que puede ser el proceso de división de este líquido.
Ese trío en raras ocasiones ha estado contento, durante años, Colorado renegó de su obligación de aportar agua al Bravo.
Sin embargo, lo más problemático es la manera como el acuerdo divide la Reserva de Elephant Butte, la más grande de Nuevo México, situada entre ese Estado y Texas.
La mayor parte de la reserva del agua pertenece a uno de los usuarios más grandes del Río Bravo en Nuevo México –el Distrito de Irrigación Elephant Butte– y al distrito de irrigación de Texas que desvía agua del río para agricultores como Skov y para El Paso.
Nuevo México maneja la reserva de acuerdo a una fórmula acordada. En los años lluviosos, los usuarios río arriba permiten que más agua fluya para llenarla. En los años de sequía, se quedan con más agua y permiten que los usuarios río abajo sobrevivan de lo que ha sido almacenado durante los períodos lluviosos.
Eso ha funcionado perfectamente en un clima en donde se alternan los años lluviosos y secos.
Sin embargo, durante una docena de años de sequía, el efecto ha sido terrible, los usuarios río arriba tienen más agua, mientras que en cierto momento del 2013, la Reserva de Elephant Butte disminuyó un 3 por ciento de su capacidad.
En muchos lugares a lo largo del Bravo, los gobiernos y los agricultores están disminuyendo el uso del agua y encontrando maneras innovadoras para producir más.
Por ejemplo, el Distrito de Irrigación y Autoridad del Agua de El Paso están construyendo su propio colector de agua de lluvia con superficie de 400 acres y para el 2017, la Autoridad planea construir una planta con valor de 82 millones de dólares para reciclar las aguas residuales y convertirlas en 37 millones 854 mil 118 litros de agua al día para beber.
Actualmente, El Paso usa menos agua por persona —aproximadamente 492 litros al día— que cualquier ciudad de Texas. El uso por persona en Albuquerque, Nuevo México, que ganó un premio internacional en el 2006 por la conservación de agua, llegó el año pasado a un nivel bajo récord.
John Stomp, jefe de operaciones de la Autoridad del Servicio de Agua del Condado Bernalillo en Albuquerque, comentó que considera que con un mayor esfuerzo de conservación y más colaboración entre los usuarios del vital líquido, los que dependen del Río Bravo podrían soportar un clima más árido de manera permanente.
“Pero no será fácil”, agregó. “Nada relacionado con el agua es fácil”. (Michael Wines/New York Times News Service)
¿Sabía que…
En los mapas, el poderoso Bravo recorre 3 mil 57 kilómetros (mil 900 millas), desde el sur de las montañas San Juan en Colorado hasta el Golfo de México?
Fuente: The New York Times vía El Diario