Pese a que están ligadas por un acuerdo político-industrial desde el surgimiento de Repsol en 1987, la petrolera española y la paraestatal mexicana tienen una relación tensa. El presidente de Repsol, Antonio Brufau, resiente cada movimiento para restarle poder en el consejo de administración y ahora cuenta con pleno apoyo del gobierno de Rajoy para castigar al gobierno argentino por expropiarle su filial YPF en 2012, y de paso a Pemex porque pretende asociarse con la petrolera argentina para explotar un megayacimiento. Parece el fin del desaforado hispanismo que Pemex mostró bajo la administración calderonista, pero poderosos intereses privados pueden darle otro giro a la disputa.
Por Alejandro Gutiérrez Castañeda
Madrid— Todavía es pronto para saber si es real o sólo un desplante de Emilio Lozoya Austin, director general de Petróleos Mexicanos (Pemex), la advertencia de que saldrá de Repsol si su participación en ésta le impide hacer negocios con Argentina, como aduce la directiva de la petrolera española.
El 6 de septiembre pasado, en el marco de la cumbre World Shale Oil & Gas en Buenos Aires, el consejero de Pemex Fluvio Ruiz Alarcón confirmó que la paraestatal negocia con la petrolera argentina YPF una eventual asociación para explotar el megayacimiento de Vaca Muerta, en ese país sudamericano.
Estas conversaciones se intensificaron luego de que Repsol rechazó la opción de una sociedad tripartita en dicho yacimiento y ante sus continuas amenazas con demandar en tribunales internacionales a las compañías que firmen acuerdos con YPF, su filial argentina a la cual el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner le expropió 51% de sus acciones en abril de 2012.
Los continuos desencuentros entre los directivos de Repsol y Pemex, su principal accionista industrial, enrarecieron incluso el ambiente diplomático al grado de influir en la decisión de posponer hasta el año próximo la visita de Estado que Enrique Peña Nieto planeaba hacer a España este noviembre, como lo confirmó una fuente de Relaciones Exteriores.
Por ello, en el almuerzo de los presidentes Mariano Rajoy y Peña Nieto en Panamá, donde se encontraron con motivo de la XXIII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, el mexicano le confirmó al español que en 2014 irá a su país y ambos refrendaron su intención de fortalecer sus lazos como socios estratégicos. Su discurso no contenía avances respecto de aquel de octubre de 2012, cuando Rajoy recibió en Madrid al presidente electo Peña Nieto.
Y aunque es un asunto ajeno a Repsol, en Galicia cundió cierta alarma por el impacto que estos desencuentros tendrán en el convenio para que los astilleros de esta comunidad autónoma se reactiven con la fabricación de los barcos-hotel que requiere la paraestatal mexicana.
Tras el anuncio de Pemex Exploración y Producción en el sentido de que esa licitación internacional se retrasará hasta noviembre, el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, declaró en la radio local que confía en el próximo inicio de la construcción de los “floteles” para Pemex en sus astilleros, de lo contrario “el primero que diría que no se cumple la palabra soy yo… hay un compromiso que yo, desde luego, denunciaría de no ejecutarse”.
En una posición más temperada, el ministro español de Economía, Luis de Guindos, respondió al ser cuestionado por Proceso sobre los diferendos: “Pemex es un socio estratégico de Repsol, creo que lo va a seguir siendo. El gobierno español siempre ha apoyado este planteamiento de colaboración entre Repsol y Pemex, y nos parece un socio de referencia muy relevante para el futuro de Repsol”.
Sin embargo, en un encuentro con corresponsales extranjeros el pasado 16 de septiembre, De Guindos expresó la enésima crítica del gobierno español a la expropiación argentina: “Repsol tiene unas objeciones con el gobierno argentino respecto de las compensaciones. Tiene que decidirlo la compañía, pero el gobierno español lógicamente siempre va a apoyar a Repsol en estos planteamientos porque la expropiación de YPF no fue una decisión correcta”.
Intermediario fallido
Repsol comunicó a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) que su consejo de administración acordó en su sesión del 26 de junio pasado “desestimar la oferta analizada como compensación por la expropiación de YPF”, de unos 5 mil millones de dólares, por considerarla “insatisfactoria” para la compañía.
La oferta argentina, planteada a través del directivo de Pemex Carlos Morales, consistía en dar entrada a Repsol en una sociedad conformada por activos de Vaca Muerta correspondientes a 6.4% de superficie del yacimiento, en la que YPF mantendría 51% de las acciones, por 47% de la española y 2% de Pemex.
El informe de Repsol a la CNMV no lo señala, pero la misma tarde del 26 de junio Pemex convocó a periodistas españoles y mexicanos –incluido este semanario– a una conferencia de prensa en el prestigioso despacho de abogados Cuatrecasas, en Madrid, para comunicar lo que en ese momento la paraestatal estimaba un gran logro: el amarre de un gran negocio tripartito en Argentina al tiempo que acercaba a las partes del conflicto. Pero Repsol no sólo rechazó la propuesta, sino también la intermediación de la empresa mexicana. La conferencia con los medios se canceló.
El golpe de efecto que buscaba Lozoya Austin se frustró cuando en México ya se discutía la propuesta de reforma energética presentada por Peña Nieto el 12 de agosto, y Pemex arrancaba su programa de internacionalización.
El activismo de Lozoya lo llevó en junio, días antes de la sesión del consejo de Repsol, a mantener encuentros de alto nivel en Argentina. Y el gobierno de España lo escuchó directamente en el Palacio de La Moncloa, a donde fue en un viaje privado del que se marginó a la embajada mexicana.
En Barcelona, Lozoya Austin se reunió con los principales accionistas de Repsol: Isidro Fainé, presidente de La Caixa, y Manuel Manrique, de Sacyr-Vallehermoso (que suman 31% del capital). Con ellos analizó la postura de Antonio Brufau, cabeza de la petrolera española y quien mantiene el litigio en el Centro Internacional de Arreglos sobre Disputas en Inversiones (CIADI), organismo del Banco Mundial, contra el gobierno argentino, al que exige una indemnización de 10 mil 800 millones de dólares por expropiarle YPF.
De ese encuentro surgió la propuesta de conminar a Brufau a retomar las negociaciones con Argentina. También ahí Lozoya lanzó el buscapiés de que Pemex saldrá de Repsol si su participación en ella le impide hacer negocios con Argentina.
Si Pemex llega al extremo de vender total o parcialmente sus acciones, terminaría una relación que data de la fundación de Repsol en 1987, cuando el Estado español propuso a Pemex que vendiera su participación de 34.29% en la compañía vasca Petronor a cambio de un paquete accionario inicial de 2.9% en el naciente consorcio (Proceso 1640).
Si bien Pemex ocupa desde entonces la tercera posición dentro del accionariado, siempre fue el capital de referencia como socio industrial de Repsol, hasta que Felipe Calderón –el presidente mexicano que más benefició a esa compañía española— dio luz verde para que la paraestatal incrementara su participación de 4.8% a 9.4% en septiembre de 2011, a fin de sindicar sus votos con los de la constructora Sacyr-Vallehermoso (casi 30% en conjunto) para pesar más en las decisiones del consejo de administración, ante el avasallador control de Antonio Brufau, quien además de presidente es el director general (Proceso 1822).
La operación de Calderón no solo falló, sino que resultó onerosa, ya que se financió con un desembolso de mil 700 millones de dólares: 500 propios (de su filial internacional PMI Holding) y mil 200 de deuda.
Proceso confirmó con una fuente diplomática que la firma española Estudio de Comunicación, contratada por la petrolera mexicana para operar la estrategia de medios del acuerdo con Sacyr, fue incapaz de matizar siquiera la dura campaña negra que la dirección de Repsol orquestó contra Pemex en la prensa española, desde la firma Llorente y Cuenca, acusándola de enturbiar y tensar las relaciones entre los accionistas.
En el maltrato a Pemex tomó parte el expresidente español Felipe González, quien fustigó a México y a la paraestatal porque su nuevo papel protagónico no garantizaba la “españolidad” de Repsol. “No me lo creo”, alegó, y pidió que Pemex cuidara exclusivamente “los intereses mexicanos” (Proceso 1822).
Tanto en aquellos ataques de septiembre de 2011, en el gobierno de Calderón, como en los surgidos de junio a la fecha, bajo la administración de Peña Nieto, Pemex ha sido incapaz de explicar ante los medios que el primero que le pidió mediar ante Argentina por la expropiación de YPF fue Antonio Brufau, quien hoy la ataca.
Tampoco ha enfatizado que en su visita de abril de 2012 a México, el presidente español Mariano Rajoy pidió ayuda a Felipe Calderón, entonces presidente pro témpore del G-20. En Los Cabos, Calderón tomó partido por los españoles y calificó de “irresponsable y muy poco racional” la decisión de expropiar YPF, lo que provocaría “desconfianza a los inversores en un país como Argentina”.
La vía negociadora
En el foro World Shale Oil & Gas de Buenos Aires, el consejero Fluvio Ruiz Alarcón dijo en entrevista con el mensuario especializado Petroquímica, Petróleo, Gas y Química, que “mientras Brufau controle el consejo de Repsol será casi imposible llegar a un acuerdo con Argentina. De los 17 integrantes (del máximo órgano administrativo de la compañía ibérica), Brufau cuenta con el respaldo de 15”.
Recordó que la propuesta del 26 de junio no prosperó porque “él (Brufau) se lo tomó personal” contra Pemex y “no hubo forma de romper su voluntad”.
Y agregó que no coinciden con la estrategia de Brufau de acudir a los tribunales internacionales. “Mal haríamos los miembros de una empresa que surgió de una nacionalización en cuestionar esas facultades del Estado argentino. En ese sentido, no coincidimos con la postura que adoptó oficialmente Repsol. Está claro que nuestra intención es encontrar un acuerdo, sobre todo ahora que cambió el gobierno (de México), cuya administración es más sensible a sus relaciones en América Latina”.
En Madrid, un consultor español involucrado en el negocio del petróleo dijo a este corresponsal que “Brufau ha salido fortalecido en estas dos batallas con Pemex, pero hay resquemor en el interior del consejo por su manejo en el caso YPF y por la caída de la (cotización de la) acción; hay malestar e incomodidad entre los accionistas, principalmente de La Caixa, que posee 12.9% de Repsol”.
En el mismo sentido, el diario digital El Confidencial señaló el 16 de julio que en “La Caixa reconocen también el cambio de situación, que sintetizan a su estilo y de forma lacónica: ‘Brufau nos metió en esto y es él quien ahora nos tiene que sacar’”.
Pero, desde el punto de vista del consultor español, la situación se complicó porque YPF logró un acuerdo con la trasnacional estadunidense Chevron para explorar hidrocarburos no convencionales en Vaca Muerta, que prevé una inversión de mil 240 millones de dólares.
Y cuando Brufau pidió a la CIADI que impidiera el acuerdo YPF-Chevron, el gobierno de Estados Unidos se implicó directamente en el caso a través de su embajada en Madrid.
En medio de estos conflictos empresariales y políticos se involucró, incluso, el magnate Carlos Slim, quien “se quedó, a desgano” con 8.4% del capital de YPF, escribió Carlos Pagni en su columna del diario La Nación, el 6 de agosto de 2012. También a petición de Brufau, el empresario mexicano financió al grupo argentino Ezkenazi para que entrara a YPF, pero ante el impago de la deuda Slim se quedó con las acciones.
Slim es también socio estratégico en La Caixa y muy cercano al presidente Isidro Fainé, ya que es accionista en el banco La Caixa-Bank y en la compañía Gas Natural, mientras que el grupo catalán posee casi 10% de acciones en el Grupo Financiero Inbursa.
Cuando Repsol rechazó la propuesta argentina, Slim empezó a buscar una salida negociada al conflicto. Uno de sus argumentos es que puede incrementar de 0.5% a 3% su participación en Gas Natural, compañía controlada por La Caixa (34%) y en la que Repsol tiene 30% del capital.
A su vez, el presidente de La Caixa, Isidro Fainé, uno de los empresarios más influyentes de España, gestionó unilateralmente encuentros con la presidenta Fernández de Kirchner en Buenos Aires en noviembre del año pasado y en febrero de 2013, a fin de hallar una solución que no pase por el litigio internacional y que desemboque en un mejor acuerdo.
Aunque Fainé y La Caixa impulsaron en 2004 la llegada de Brufau a la presidencia de Repsol, los medios de comunicación especializados han ventilado las diferencias entre ambos. Actualmente están en negociaciones para que Repsol venda su participación de 30% en Gas Natural mediante una salida amistosa, pero Brufau busca que Repsol absorba la rama de gas de esta empresa. Entre los posibles compradores de ese paquete accionario, además de Slim, están el grupo italiano ENI, el grupo estatal chino Sinopec, el fondo Temasek de Singapur y el grupo mexicano Alfa.
En una visita relámpago a Madrid, el 3 de octubre, Miguel Galuccio, consejero delegado de YPF, declaró al diario El Confidencial que no permitirá a Repsol “dinamitar” su acuerdo con Chevron, proyecto que la petrolera española no vio porque “tenía una estrategia que miraba hacia fuera de Argentina y no hacia Argentina”.
A pregunta expresa, el ejecutivo de YPF reconoció que se quejó de Brufau por difundir un boletín confidencial entre inversores, banqueros y fondos de inversión para desprestigiar a la empresa argentina. “Sí, dicen falsedades”, comentó.
Por último, Galuccio defendió a Pemex y a Lozoya Austin, a quien dijo conocer desde hace años, igual que al presidente Peña Nieto:
“Pemex ha sido muy proactiva para buscar un acuerdo (…) y puede ser un buen socio. México puede hacer negocios con quien le plazca. Se lo diría al revés: creo que si no invierte en Argentina sería una oportunidad perdida, como fue para Repsol.”
Fuente: Proceso