Por Luis Javier Valero Flores
Con un abrazo a Jorge Quintana Silveyra, acompañándolo en su dolor ante la dolorosa pérdida de su señora esposa, Lucía Moye Elizalde.
La reciente elección dejó un mal sabor de boca en quienes se interesaron por la composición de las alianzas, la conformación de los cabildos y la próxima legislatura, caracterizadas por lo que ya se considera abusivo, el trafique de votos antes de la elección, mediante los legales convenios celebrados entre los partidos políticos integrantes de las diversas coaliciones; los que ahora, además del reparto de votos, trajeron como consecuencia el irreal reparto de la representación política en el Congreso del Estado, así como la inequitativa distribución de las prerrogativas, que le permitirá a tres mini partidos acceder a cantidades estratosféricas de los recursos públicos.
Sí habrá una representación en el Congreso del Estado de todos los partidos políticos, y por primera vez, también es cierto; el problema estriba en que la representación de todos los partidos es falsa, o por lo menos, no ajustada a las verdaderas simpatías ciudadanas por los partidos.
Ninguno tendrá en el Poder Legislativo lo que los ciudadanos decidieron. Ni el PRI, con casi la mitad de los diputados, estará adecuadamente representado pues la diputada electa Elvira González (de Delicias), militante del PRI debió aceptar que su partido y el Verde Ecologista resolvieran que accediera al Congreso por la vía de este último. Luego, podrá cambiar de grupo parlamentario, pero llegará por la vía verde.
El PAN tampoco estará representado en el Congreso en la medida de los porcentajes de votación obtenidos (casi 40%), pues sólo contará con 7 diputados, equivalentes al 21% de la legislatura. Y el resto, Panal, PRD, PT y Verde tendrán la representación que artificialmente les otorgó el PRI, creyendo (y algún elemento habrá de tener) que los diputados llegados por estos partidos serían más controlables que los surgidos por la vía del PAN.
Ninguno de ellos, solos, podría haber llegado al 7% de la votación, suficiente para alcanzar el segundo diputado plurinominal.
Por tanto, sí estarán representados todos los partidos, pero los dos mayores subrepresentados y los otros, sobrerrepresentados, excesivamente.
De ahí que la más urgente de las reformas electorales que debieran aprobarse, aunque fuera solo esa, sería la de que en las alianzas, las boletas electorales, en el espacio de los partidos coaligados, aparecieran todos los emblemas de ellos y el ciudadano pudiera votar por el partido de su elección, que participara en la coalición.
De ese modo, nos evitaríamos los arreglos previos, las concesiones extraciudadanas, el regalo de votos, diputados y prerrogativas y serían exclusivamente los votantes los que definieran tales apartados.
Además, sería el voto ciudadano el único que determinara la existencia, o no, de todos los partidos, el número de diputados a los que tendría derecho y el porcentaje de las prerrogativas a que tuvieran derecho, pues en esta ocasión, aprovechando los resquicios que la ley ofrece, sólo el PAN accederá a las prerrogativas económicas obtenidas por sus porcentajes de votación (y de uso de los tiempos oficiales en radio y Tv), el PRI tendrá solamente el 20% y los otros estarán ampliamente sobrerrepresentados: Panal, por encima del 13%, PT y PRD con alrededor del 3% y Movimiento Ciudadano con un poco más del 2.
¿Son legales tales arreglos, se pregunta el ciudadano común? Por desgracia, sí. Pero sólo contribuyen a aumentar el descrédito sobre los partidos políticos y sobre el gobierno, dicho, así, en lo general.
En asuntos como el ahora tratado, es cuando se evidencia que los discursos de “honda” preocupación de los partidos, acerca de los elevados grados de abstencionismo son eso, precisamente, discursos.
El financiamiento a los partidos “familiares” y sus dirigentes, permanentemente, sin transparencia alguna, es objeto de críticas en cada proceso electoral ¿Serán sensibles a ello en el próximo episodio de reformas electorales?
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