Algunos chats parecen crearse para una salida concreta. Otros se mantienen activos de caravanas pasadas o pensando en las futuras. Suelen tener varios administradores que dan consejos desde distintos puntos de la ruta y en ellos aparecen números de Honduras, El Salvador, Guatemala, México e incluso de Estados Unidos…
San Salvador. “¿Cuándo sale la próxima caravana?”, “¿Puedo ir yo? Soy de Guatemala”, “¿Qué papeles necesito para mis hijos?”
Las preguntas se acumulan en los teléfonos de cientos de centroamericanos, todas con el mismo propósito: tener los mayores detalles posibles antes de partir.
“¿Alguien sabe algo de la caravana que saldrá el 10? Dicen que va a salir caravana madre”.
Atrás han quedado las costosas llamadas telefónicas con familiares y amigos en Estados Unidos para decidir la ruta o la búsqueda del mejor “coyote”, del traficante. Ahora crean un grupo de chat y se organizan para salir en caravana.
Desde hace varios años, activistas planeaban en Semana Santa marchas a las que llamaban “viacrucis” para mostrar las necesidades de los migrantes, y aunque algunos decidían continuar por su cuenta hasta la frontera con Estados Unidos, eran los menos.
Eso cambió en 2018: el 13 de octubre cientos de personas salieron de Honduras a pie, y al paso de los días el grupo creció mientras cruzaba Guatemala y México hasta superar los 7.000 integrantes. El presidente Donald Trump no tardó en usar el nuevo fenómeno como excusa para incrementar su retórica antiinmigrante.
Desde entonces, y de forma paralela al flujo constante que sigue transitando por vías clandestinas, no han dejado de salir caravanas, más pequeñas, del llamado Triángulo Norte centroamericano (El Salvador, Guatemala y Honduras). Pero, ¿cómo se forman?
Facebook o WhatsApp se han convertido en las herramientas más útiles para organizarse y emigrar con toda la familia, en grupo, con menos riesgos y sin ocultarse de las autoridades. La más reciente partió el 10 de abril desde la estación de autobuses de San Pedro Sula, en el norte de Honduras, y periodistas de The Associated Press siguieron desde finales de marzo varios chats en los que se planeó la salida.
“Las redes sociales han tenido un papel potenciador de esta nueva forma de migrar”, explica Abbdel Camargo, un antropólogo del Colegio de la Frontera Sur. “Se organizan en masa desde los países de origen, se conforman por familias completas y las redes les sirven como mecanismo de protección y de comunicación a lo largo de trayecto”.
Élmer Alberto Cardona, un comerciante hondureño de 27 años, vio la convocatoria en Facebook unos días después de llegar deportado a San Pedro Sula y no se lo pensó: agarró a sus tres hijos, de 3, 6 y 9 años, y volvió a lanzarse al norte el 10 de abril. Él y su esposa se habían embarcado en la primera caravana de octubre, con la que llegaron hasta Tijuana, en la frontera con California. Allí consiguieron una visa humanitaria que les permitía residir y trabajar temporalmente en México, pero optaron por saltar el muro y pedir asilo en Estados Unidos. No salió bien y fueron detenidos. Su esposa seguía encarcelada cuando Cardona reiniciaba su viaje al norte.
“Creo que esta vez va a ir mejor, parece que nos vamos a juntar muchos”, dijo a la AP vía telefónica casi llegando a la frontera de Honduras con Guatemala.
Quién está detrás de la formación de estos chats no está claro. La AP llamó al número del creador de uno de los grupos de WhatsApp. Contestó una mujer que explicó que su marido había vivido 8 años en Estados Unidos, que lo deportaron y ahora quería intentarlo de nuevo. Después de unos minutos, la conversación se cortó bruscamente y nadie volvió a contestar.
En ese grupo se daban consejos para iniciar el viaje: que todo el mundo tuviera pasaporte y que quienes pensaban viajar con niños o vinieran de lejos llegaran un día antes. “Para llevar un menor se necesita solo pasaporte y el permiso si la mamá no va”, “Tomen foto de mamá y del nene”.
Algunos chats parecen crearse para una salida concreta. Otros se mantienen activos de caravanas pasadas o pensando en las futuras. Suelen tener varios administradores que dan consejos desde distintos puntos de la ruta y en ellos aparecen números de Honduras, El Salvador, Guatemala, México e incluso de Estados Unidos. Amigos o familiares comparten los números de los grupos.
En ellos no faltan las preguntas más delicadas –“Grupo, ¿ya en México se puede buscar a alguien para que lo brinque a uno al norte?”–, tampoco las suspicacias –“No confíen”, “Recuerden que en México hay muchos secuestros”, “’No hay coordinadores’, así tienen que decir a la gente para que no haya problemas”–.
Estos mensajes pueden ser una manera de protegerse –los migrantes han enfrentado por años robos, extorsiones, secuestros e incluso han desaparecido a su paso por México– o una forma de sacar provecho político o criminal. Según Camargo, cada uno verá lo que quiere ver y todas las lecturas pueden tener parte de verdad.
Nadie descarta tampoco infiltraciones del crimen organizado, aunque son casi imposibles de comprobar. “Este cerote trabaja con los zetas, un compa mío de Olancho me dijo que lo conoce y que ese maje ahí sigue”, dice alguien que comparte una foto del supuesto delincuente. “Sean vivos, este maje nos está vendiendo”.
Aunque desde octubre las caravanas no cesaron, se les volvió a prestar atención a finales de marzo, cuando la secretaria mexicana de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, se reunió con su par estadounidense, la entonces secretaria de Seguridad Nacional Kirstjen Nielsen, y sin ofrecer ninguna evidencia dijo que se preparaba una “caravana madre” con más de 20.000 personas. Organizaciones de apoyo a migrantes calificaron las declaraciones como tendenciosas y que sólo alimentaban el odio. Poco después, Trump volvió a amenazar con cerrar la frontera con México y suspender las ayudas a El Salvador, Guatemala y Honduras.
En los chats revisados por la AP, las preguntas sobre la “caravana madre” aparecieron después de las declaraciones de Sánchez Cordero y el grupo que salió el 10 de abril de San Pedro Sula se autodenominó así, aunque llegó a México con menos de 3.000 personas.
Al llegar a México las caravanas pueden crecer porque se unen migrantes que ya estaban en la zona fronteriza o que llegaron en otros grupos. Ahora, por ejemplo, son más de 8.000 los migrantes que están en distintos puntos de Chiapas, según la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, incluidos los que salieron la semana pasada de San Pedro Sula.
El gobierno de México sostiene que enfrenta la migración con un enfoque basado en la defensa de los derechos humanos y ha multiplicado el otorgamiento de visas para centroamericanos, aunque no deja de interceptar a los migrantes y devolverlos a sus países. Lo hace, sin embargo, cuando se separan del grupo principal y hay menos atención mediática.
En los chats informan en tiempo real de puntos de reunión –“¿Caravana dónde van?” “Aquí los esperamos”–, pero también de retenes, lugares en México donde están gestionando visas o puntos donde existen incidentes. Además, suben fotos y videos, como una manera de que sus familiares sepan cómo y dónde están.
Y aunque la caravana del 10 de abril sigue en el sur de México, en algunos de los chats ya hay gente preguntando y hablando de las futuras: “Otra sale el 30 de abril amigos salvadoreños”, “Vámonos en agosto”, “Démosle con todo, ya estoy listo”.
Fuente: AP