Quede quién quede; queden dónde queden

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Por Epigmenio Ibarra

No son, como algunos piensan, el odio, el miedo y la mentira -que dominan el discurso de la oligarquía y de la derecha conservadora- expresión de su desesperación o sólo de su falta de ideas y de argumentos. ¡Qué va! Son su estrategia. Como no se atreven a llamar a la ciudadanía a volver al pasado ¿Quién los respaldaría? Quieren que la rabia se extienda por todo el territorio nacional.

Hay un cálculo preciso, racional, cuidadosamente estructurado, en ese sistemático y continuo intento de apelar a las emociones e instintos más oscuros y primitivos de los seres humanos. Así llegaron al poder Adolfo Hitler, Donald Trump, Jair Bolsonaro. Así triunfó, de nuevo, el fascismo en Italia.

En Alemania fue la amenaza de las y los “otros” -fueran estos judíos, gitanos, comunistas, homosexuales o demócratas- a la llamada “comunidad del pueblo”; a las y los que se consideraban “iguales” racialmente y por tanto superiores. En Estados Unidos de nuevo fue el miedo a los extraños, los indocumentados, a las y los migrantes de piel morena. En ambos países fue el odio alimentado a punta de mentiras.

Aquí también desde “el peligro para México” hasta “la dictadura del indio patarrajada” la mentira, que explota ese rancio y anacrónico anticomunismo de algunos sectores, ha sido la herramienta fundamental de promoción y movilización de los conservadores.

Una herramienta que se apoya en la ignorancia política proverbial de esas capas de la sociedad -medias y altas- qué, como no han tenido que luchar por sus derechos, comulgan con ruedas de molino y entre las que, así, se exacerba el miedo que tienen a perderlo todo, y el odio que sienten por quienes los amenazan.

Dice Robert Gellately que los nazis combinaban represión y consenso. Joseph Goebbels, por ejemplo, media con encuestas el índice de antisemitismo de la sociedad; cuando este disminuía lanzaba de inmediato una campaña o realizaba una película sobre un anciano judío que sacrificaba niños arios.

Así, con el bombardeo de mentiras atroces, consiguió que el pueblo alemán colaborara en el genocidio. En el Tercer Reich pesó más el engaño que la Gestapo.

De igual manera opera la derecha en México; hay un esfuerzo sistemático por deshumanizar, por volver menos que animales, cosas o basura a sus adversarios para “facilitar” su aniquilamiento.

Su llamado a la acción es siempre extremo; la estridencia de ciertas y ciertos legisladores o de muchas y muchos intelectuales y líderes de opinión es parte también de esa estrategia. La violencia verbal no solo intimida y degrada al oponente, también incita a su eliminación física.

Al odio, el miedo y la mentira exacerbados habremos de enfrentarnos quienes apoyamos a Andrés Manuel López Obrador. A esa misma mezcla explosiva habrán de exponerse quienes aspiran a sucederlo en el 2024 y tienen en sus manos la responsabilidad histórica de dar continuidad, consolidar y profundizar la transformación del país.

Con el odio, el miedo y la mentira con la que pretenden los conservadores dividir al país, intentarán sembrar en el movimiento la discordia y la división. Mal harían, las y los posibles candidatos, en subestimar a la derecha. Peor todavía en caer en las trampas que esta les habrá de tender.

Quede quién quede, queden dónde queden, deben actuar unidos para que, en México, el fascismo sufra una nueva y definitiva derrota. Deberán anteponer, para vencer, el interés superior de la Nación a sus intereses particulares. No estarán, quienes así lo hagan, solos en la lucha; millones de mexicanas y mexicanos que estamos con López Obrador, habremos de corresponderles y de brindarles nuestro apoyo.

@epigmenioibarra

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