Si el Vaticano fuera una empresa y tuviera subsidiarias, México sería la segunda más importante a nivel mundial, sólo por debajo de Brasil, al contar con 96 millones de católicos.
Además de albergar una gran población católica, es una economía religiosa competitiva para el Vaticano: México se ubica en la novena posición de los 10 países que más le aportan dinero a esa soberanía y a la colecta del papa, a través del Óbolo de San Pedro (las donaciones de la feligresía), escuelas católicas, donaciones de iniciativas privadas, entre otros, de acuerdo con las últimas cifras disponibles en la Prefectura de los Asuntos Económicos de la Santa Sede.
La lista la encabeza Estados Unidos, seguido de Italia, Alemania, Francia, España, Irlanda, Canadá, Corea y, en último lugar, después de México, se encuentra Australia.
En 2005 (último dato disponible), el Óbolo de San Pedro logró una recaudación de 59.4 millones de dólares (mdd), cifra 14.95% superior a lo reportado en 2004.
Paradójicamente, aunque Brasil alberga a más de 150 millones de católicos, el mayor número en el mundo, no perfila en la enumeración.
“Frente a Brasil, quizás el catolicismo en México es más pequeño, pero su fuerza financiera es más importante. Este país, hablando en materia social y financiera, está en la mira del Vaticano, pues es un punto clave para sus finanzas”, asegura en entrevista Aramis Kinciño Hernández, internacionalista de El Colegio de México (Colmex).
En este sentido, el también maestro en ciencia política por la Universidad de Tel Aviv, comenta que una limitante para medir el tamaño de la fortuna de la iglesia es que los archivos del Vaticano durante años se han mantenido “en secreto”.
Aunque México aporta a las finanzas del Vaticano, el tema del dinero manipulado por la iglesia genera rechazo entre la población, pues “no hay transparencia en el manejo de los recursos”, precisa Kinciño.
Se calcula que 35% de los mexicanos se opone de manera contundente a que la congregación maneje dinero, sobre todo entre la jerarquía de obispos y cardenales; 35% lo rechaza a medias, mientras que el 30% restante lo ve como algo natural, así lo estima un análisis elaborado en 2014 por la Asociación para el Estudio de la Doctrina Social de la Iglesia (Aedos).
Fuente: Forbes